Capítulo 1: Encuentro

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Cuando la tristeza ha sido el principal protagonista en nuestra vida, solo esperamos nuestra muerte, no creemos que haya algo mejor para nosotros, pues no conocemos más, tristeza, decepciones...Sin embargo puede que un buen día llegue algo o alguien que pueda mostrarnos el valor de la vida.

-Se le declara culpable por tráfico de drogas con una pena de 3 años de prisión, se levanta la sesión- dice el juez

La furia corría por cada parte de mi cuerpo, lo único que deseaba era salir corriendo y romperle la boca al que pensé que era mi amigo, es increíble como, sin importar los años que llevas conviviendo con una persona, no llegas a conocerla del todo, no hay duda de que cualquiera puede apuñar por la espalda.

-Lo siento mucho, hice todo lo que estaba a mi alcance- dice el abogado que asignaron a mi caso-

* No conteste*

­­-Acompañeme por aquí- dijo un policía mientras me tomaba del brazo-

Dos años después.

-¡Pa! Por favor, quiero ayudar ahí –dije suplicando con mis manos-

-Vos podes hacerlo en otro lugar que no sea ese, estoy seguro que no te va a gustar –dijo convencido-

- Pa si vos decís eso por la seguridad, no hay de que preocuparse, las monjitas siempre van ahí y no les pasa nada, obviamente hay policías cuidándolas cuando ellas van – dije-

- Pero,¿Por que ahí Ágata?- dice preocupado-

-Porque esas personas tienen muchos conflictos, son los que más necesitan ayuda

-Ellos no van a querer hablar con una psicóloga- dice convencido-

-Quiero intentarlo, con que ayude a alguno de ellos me conformo, además vos tenes que valorar que te estoy pidiendo permiso, otra con mi edad no lo haría-dije-

-Aun con sus 23 años, usted vive en mi techo- dice

*Suspiro decepcionada, mientras me siento en el sillón*

-Pero está bien, puede ir- dice mientras mira la televisión-

*Lo miro, emocionada*

-¡Gracias!- digo mientras le doy un beso en la mejilla-

Al día siguiente, estaba tan emocionada que incluso desperté antes de que mi alarma comenzara a sonar, me aliste lo más rápido que puede, asegurándome que tuviera en mi bolso todo lo que necesitara. Salí de la casa y me subí a mi carro, no sin antes pedirle a Dios que encendiera, mi carro es un volkswagen vocho y aunque ahorre bastante para arreglarlo aun tenia algunos problemas en el motor por lo que a veces le daba por no encender, me tardo menos de treinta minutos llegar al convento de las monjitas con las que iría a un penitenciario, parquee mi carro a orillas de la cera y entre al convento.

-Buenos días- dije alegre-

Ellas se ofrecían a llevar almuerzos a los presos del penitenciario y así aprovechaban para difundir la palabra de Dios a todos los hacían conversación con ellas.

-Buenos días- dijeron todas en coro-

-¿Cómo están todas? –dije mientras dejaba mi bolso en una silla vacía-

-Muy bien gracias a Dios –dijeron-

-¿En que puedo ayudarlas?- dije-

-Ya estamos terminando, más bien ayúdanos a llevarlo todo a la micro- dijo mientras cargaba unas de la cajas y salía del cuarto-

La cadena que nos une.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt