DESTINO, QUIZÁS...

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DESTINO, QUIZÁS:


Aquel tímido y simpático muchacho se encontraba en el exterior de Sweet Amoris. Sus mejillas estaban húmedas y su corazón roto...Él intentaba asimilar la noticia; Shirley, la única amiga que tenía, o eso creía, simplemente le sonrió después de dos años sin verle. Realmente, nunca pensó que una chica como ella, se fijaría en una persona como él...

Arrojó el ramo de rosas al pavimento y rompió, entre lágrimas, la carta en la que le declaraba su amor. Se alejó, deprimido, de la institución de Sweet Amoris. Decidió cambiar, cambiar por ella...

Por otro lado, Shirley se encontraba en mitad de la clase de geografía. La señora Delanay, se dedicaba a explicar todas y cada una de las partes del temario. La muchacha, garabateaba su pupitre e intentaba matar mentalmente a la profesora, que no cesaba de escribir y consignar ejercicios de diversas páginas. "¡Bendito timbre!"—pensó Shirley. Una melodía de suspiros y cremalleras se produjo en el aula. Shirley, salió disparada del aula, rumbo a su hogar.

Justo antes de desaparecer por la puerta del aula, una chica la tomó del brazo. Era Rosalya. Una sonrisa malévola adornaba los labios de la susodicha, mientras que Shirley le dedicaba una mirada de piedad. Sabía lo que le esperaba, una tortura, según ella. Era nada más y nada menos, que una horrorosa tarde de compras en el nuevo centro comercial de la ciudad. ¿Magnifico, verdad? Y por si fuera poco, también decidió invitarla a una cafetería próxima, para conversar como lo hacían en los viejos tiempos. Shirley no tuvo otra opción, por lo que aceptó.

Ambas, se encaminaron al primer lugar. Una vez en la cafetería, las chicas decidieron sentarse en la terraza del establecimiento. Un joven camarero, "todo un bombón"— pensó Rosa, mientras se relamía los labios, se acercó a ellas con la intención de anotar su orden.

—Bienvenidas, señoritas. ¿Qué desean?— preguntó, amable, el chico. Era muy alto y sus ojos tenían un color oscuro, muy oscuro...

—Tu WhatsApp— dijo Rosalya, por un impulso. El chico soltó una carcajada por lo que Rosalya intentó disimular su vergüenza tomando entre sus manos la carta de la cafetería y ocultando su rostro colorido, al igual que Shirley.

—Me gustaría una tarta de chocolate y nata, con mucho chocolate y un café con leche, pero con sacarina— Pidió Rosalya. El camarero reprimió una carcajada, al igual que Shirley. Ese método, normalmente, lo usaban las señoras para auto engañarse.

—Me gustaría un cheesecake, acompañado de un batido. Por favor. — El camarero lo anotó en su cuaderno, para después marcharse rumbo a las cocinas.

Los pedidos llegaron en un corto lapso de tiempo y como era de esperar, los postres estaban deliciosos. Aquella cafetería tenía una buena reputación. Las chicas se acercaron a la barra del local, donde se procedería al pago de sus consumiciones. Cada una pago su pedido. Shirley salió del establecimiento satisfecha por la comida y Rosalya por tener agendado el número del camarero.

Al salir de la cafetería, continuaron vagando por las calles hasta llegar al centro comercial. Una vez dentro, una ráfaga de aire abrumó a las chicas. Como era de esperar, Rosalya se dirigió al primer escaparate que contempló. Tomó el brazo de Shirley con delicadeza y la arrastró al interior de una amplia tienda, en la que supuestamente había ropa de muy buena calidad.


(...)

— Estoy exhausta. — susurró Shirley sin aliento. Estaba cansada, aquel centro comercial tenía muchas tiendas y como no, su mejor amiga se empeñó en visitarlas todas. Esto provocó dos cosas, un notable cansancio por parte de ambas y en segundo lugar, la actual pobreza de Shirley.

Rosalya le pidió a Shirley que se quedase fuera, mientras ella compraba algo, que según ella era especial. La castaña aceptó y se sentó en un banco de madera que se encontraba cerca de la tienda a la que Rosa había entrado. Shirley se acomodó en el banco y sacó su móvil de unos de los bolsillos de su chaqueta. Comenzó a responder a algunos mensajes, que cayeron en el olvido en algún momento. La irritante voz de alguien la sobresaltó. Era un chico fornido y bronceado. Era el típico mujeriego, o por lo menos eso creía Shirley. El desconocido se quedó mirando directamente a Shirley, de arriba abajo, estudiando su anatomía. Shirley gruñó y cerró su chaqueta.

— Soy Dake, preciosa, un placer. — susurró a su oído mientras se asentaba en el mismo banco que ella. Shirley se alejó un poco y continuó observando la pantalla de su teléfono móvil. Pero al parecer, el chico no captó el mensaje. Se acercó a ella, por segunda vez.

—Es de mala educación no responder cuando te hablan, preciosa— comentó socarrón el rubio acosador. Shirley estaba enfadada, sus ojos reflejaba ira y sus puños apretados. Justo cuando estaba a punto de explotar, alguien la interrumpió.

— ¿Qué haces molestando a mi chica?— preguntó aquella voz que reconocería en cualquier parte. Shirley estaba nerviosa, no sabía cómo reaccionar a esto.


ADICCIÓN A TU AMOR (Castiel, corazón de melón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora