Historia 4: Ruleta.

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Fuego, cuchillos, espectadores ansiosos de que le saquen una sonrisa, que luego se vuelven risas macabras, abucheos, aplausos distorsionados, sombras de lo que fueron una vez un público y que ahora eran ánimas. Siguiéndole los gritos angustiosos, llenos de temor. 

El escenario en oscuridad total, con un gran cortinado rojo, sobre él yacía un hombre colgado, quitándose lo poco que le quedaba de aliento, con ojos secos, manchado de sangre; constituyendo el primer acto, desechando toda racionalidad. En la otra esquina, una escena peor, una mujer llena de clavos, rezando por clemencia, buscando algún tipo de solidaridad, una explicación de por qué ella era usada para eso; tenía hijos, familia y un trabajo, ella sólo era una expectante más, que se sumaba a los llantos desconsolados de los demás presentes. Más que un espectáculo, era un martirio.

Sudor frío corría por mi espalda, mis ojos no daban crédito a ese momento, tan real en sí mismo, tan tétrico y sombrío, como un sueño. ¿Sueño? ¡Pesadilla! eso era, una cruel pesadilla que mi cordura no podía asimilar, ni mucho menos entender; que ocurría en ese momento, que juego tan sucio e inverosímil estaba tramando mi cabeza. 

Pensé en cerrar mis ojos y volver a abrirlos para salir de este maldito mundo, pero era en vano por más que lo intentase era imposible. Mis ojos proyectaban una película de horror y sangre, sabía que todo era un sueño que no era real pero, ¿qué tan podrida estaría mi mente al despertar? No puedo escapar. 

Esa desesperación era agobiante, escuchar esos golpes, gritos, llantos, sentir esas manos que querían alcanzarme y yo corriendo, tratando de salir de ese sitio, esa pesadilla que personificaba todo lo más espantoso, que ponía todos mis miedos uno al lado del otro, queriendo volverme loco. 

¡Loco! ¡Quizá era eso! Yo ya estaba loco antes de soñar, quizá mi vida había llegado a tal punto extremo que mi mente explotó y ahora éste es el resultado; ¡Un horroroso y grotesco espectáculo! ¡Sí eso debió ser! Marta, mi amor, ¿quizá fuiste parte de esta locura mía? Todo habrá sido inventado, lujuriado; o quizá lo había estropeado, no lo sabía. Pero sí sabía que este sueño era mío. 

- ¡Rodolfo! tráeme las cosas de utilería, vamos a armar este espectáculo. 

Me trajo muchas cosas; cuchillos, sogas, aros, sacó los trampolines, una ruleta, algunos disfraces, títeres, Algunas pelotas y bolas de acrílico, trapecios, cuerdas aéreas, algunas telas, monociclos,  zancos, y muchas otras cosas más. 

Me distraje observando aquella ruleta que tantas veces ya había mirado, y había también utilizado. ¿Cómo la utilizaría también el día de hoy? 

Seguí organizando con eso en mente; colgando las cuerdas de una manera distinta a lo usual, debajo de esa cuerda había una cama de púas esperando por quien hiciera mal el espectáculo, alisté el cortinado, con un payaso colgando de él y pintura roja simulando ser sangre; a las bolas de acrílico les puse astillas de vidrio para que el malabarista se cortara al hacer el número.

Metí a algunas personas dentro de disfraces que yo mismo me encargué de distorsionar para hacerlos más macabros, sin ningun tipo de orificio por el cual podrían respirar, pegando el cierre al ponerse el traje sin posibilidad de escapar. A los más pequeños les tocó ser títeres, los amoldé a mi manera, poniéndoles hilos, cociendo sus bocas y poniendo botones en lugar de sus ojos. 

A los trapecios les puse pegamento para que a la hora de hacer el truco, de la desesperación lleguen a quitarse la piel de las manos, y abajo les esperaba una cómoda cama de rosas con muchas espinas bien afiladas, esperando deseosa que alguno caiga, aseguro que lo harán.

Los zancos, los limé de tal manera que al saltar caigan y se fracturen quizá un par de brazos, quién sabe, quizá alguno tiene suerte y se fracture la mano solamente, aunque su racha de buena suerte será cortada cuando de arriba lo aplaste el cuerpo inerte de algún compañero. 

Ah, los que hacen trampolines olvidé decir, que los ajusten más, se le cerrarán y quedarán literalmente aplastados, pobres de ellos, si mi mente no estuviera ya tan podrida, lloraría por ellos y me lamentaría, eran tan buenos y obedientes. Pero bueno, así estoy yo. 

Y ahora, el último juego, la ruleta, lo he dejado para el final porque no sé que podría hacer. Pero ya lo he pensado. 

- ¡Rodolfo! Hoy serás parte del espectáculo como querías, ¿te parece?

- Genial, ¡qué tengo que hacer pa! 

- Ponte en la ruleta hijo. Yo te sujeto las manos y pies, y comenzarás a rodar, y papá empezará a lanzarte cuchillos, espera que me pongo una máscara. 

Lo sujeté, se lo notaba asustado, nervioso. 

- ¡Pa, esto no me gusta! Sacame, estás loco. 

- Sí, muy loco. - Dije lanzando el primer cuchillo a centímetros de él, y lancé el segundo, arriba de su cabeza, él lloraba asustado mientras la ruleta giraba, cada vez con mayor velocidad.

- Va la tercera hijo, cierra los ojos. 

- Papá, basta no me g... - No dijo más el cuchillo fue a su boca.

- Ups, olvidé decirte que cierres la boca también. 

- Lucas, ¡qué hiciste!  Mi bebé, nuestro hijo, ¿por qué él?

- Marta amor, ¿viste que espectáculo? y Rodolfito  pudo actuar, ¡cumplió su sueño! - Marta tenía a su hijo en brazos, llorando y gritándole a Lucas todo lo que lo odiaba y lo mucho que repudiaba esto.  

- ¡Deja de hacer escándalo mujer! Volvete loca conmigo o también formarás parte de él. 

Marta no lo escuchaba, estaba ensimismada en su dolor, él por su parte disfrutaba, con una sonrisa tétrica el gran espectáculo que había hecho, las risas se volvieron llantos y gritos de horror, sin duda para su locura, era el mejor escenario, ya tenía su cometido. Ya todo había concordado con su nivel de locura, uno extremo y sádico. 

- Hey mi amor, ¿dónde te fuiste, dónde están todos? 

- Acá mi amor. Falta el más importante aun, faltas vos. - Dijo Marta tras vendarle los ojos, y guiarlo a un sitio que él reconocía. -  Yo te sujeto las manos y pies, y comenzarás a rodar, y tu hijo, compañeros y yo empezaremos a lanzarte cuchillos, espera que nos ponemos una máscara. - Le quitó la venda, y se encontró con el mundo que le giraba; todos llenos de sangre, púas, espinas, huesos rotos, cuchillos. 

- Papi,  ¿Qué se siente dar vueltas? 

¡Esto no me gusta! Sacame, estás loco.

- Sí, muy loco. - Dijo lanzando el primer cuchillo a centímetros de él, y lanzó el segundo, arriba de su cabeza, él lloraba asustado mientras la ruleta giraba, cada vez con mayor velocidad.

- Va la tercera pa, cierra los ojos.

-  Basta no me g... - No dijo más el cuchillo fue a su boca.

- Ups, olvidé decirte que cierres la boca también. 

 - Te hicimos pagar por todo amor mío. Te amamos. Pero estamos muy locos, más que vos incluso. 


*La alarma del cuartito sonó, sacándolo del sueño profundo, volviéndolo a la realidad. No era ni su cama, ni su cuarto; desde hace tres meses aproximadamente el sueño se repite. Desde aquél incidente en el circo, sus fantasmas lo atormentan todo el tiempo. Debí hacer algo, se repitió todo el tiempo, su familia y compañeros, todos habían muerto, no por su culpa, si no una negligencia de todos, aunque su mente diga lo contrario. Hasta el último día se lo reprochó, no tenía ya nada más. *


Vane_Gabutti.  

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Hola chicos, acá la cuarta historia, ¡espero les guste! ¡no se olviden de comentar y votar por ella! ¡Hasta la próxima!

Pd: No es la imagen que tenía en mente de la ruleta pero bueno, es lo más cercano que encontré a la idea. 

¡Ahora si! ¡Hasta la próxima!

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