Capítulo 6: Adiós, mundo.

11 0 0
                                    

Los sollozos me hacían convulsionar levemente sobre el pecho de mi amigo, que me había recibido con los brazos abiertos y ahora me rodeaba apretándome con fuerza, como si intentase protegerme del exterior. El problema es que el dolor provenía de mi propio corazón. Y contra eso él no podría hacer gran cosa.

Las lágrimas que recorrían mis mejillas ahora empapaban el hombro de Adrián. Me sentí mal por eso. Tenía que ser asqueroso sentir tu hombro mojado por una cara probablemente enrojecida por el llanto. Pero no se quejó.

En vez de eso, de repente noté una mano acariciando mis cabellos de una manera vacilante pero dulce al mismo tiempo.

¿Adri?

Jamás lo habría esperado de él, pero en mi desconsuelo, este pequeño gesto me hizo sentir inexplicablemente mejor.

Al cabo de un intervalo indefinido de tiempo (podrían haber sido unos minutos, y también toda la vida. No sabría decirlo), volví a ser consciente de la situación. Me separé de mi amigo, profundamente avergonzada. Ni siquiera me atreví a levantar la cabeza, pues confiaba en que mis rebeldes rizos me escondieran de su mirada. En ese momento me quería morir.

¿Qué había hecho?

Yo nunca lo había abrazado, o al menos no así, con desesperación, con anhelo. Tampoco había llorado nunca delante de él, y menos entre sus brazos.

Ni tampoco él me había acariciado nunca así.

¿Qué estaba pasando?

–T-tengo que irme –medio balbuceé entre sollozos apagados, aún sin dignarme a levantar la vista, y me dispuse a proseguir mi camino.

Pero Adri, que aún no me había soltado del todo, habló en un hilo de voz:

–Amalia

Involuntariamente alcé la cabeza y lo observé.

Tenía las cejas fruncidas en una preocupada expresión, y en sus ojos del color de la esperanza había un brillo especial, como si los tuviese llorosos, pero no igual. No. La que estaba llorando era yo.

Cuando me di cuenta de este hecho, me apresuré a alzar una mano para borrar las dos estelas de amargura que atravesaban mi rostro. Pero antes de que llegase, mi amigo ya había elevado su mano y, en algo parecido a una caricia, secó una pequeña gota.

–¿Qué ha pasado? –su voz sonó ronca, como quebrada por la emoción.

Entonces fue cuando me di cuenta de lo cerca que estábamos, aún medio abrazados, mirándonos intensamente, su mano sobre mi mejilla, acariciando mi rostro, casi respirando el mismo aire.

La imagen de Adri uniendo sus labios con los míos apareció en mi mente como un relámpago.

Me aparté bruscamente. Nuestras caras se tornaron de un rojo carmesí. La mía porque... No lo sé, no estaba acostumbrada a su cercanía. La de él, porque parecía una rosa en flor, no sin un deje de desdicha. La comparación resulta bastante acertada, ya que desde cerca, su piel parecía de terciopelo.

Espera, ¿qué?

–Adri, yo... Lo siento. Estoy bien, ¿vale? –no, no estaba bien. De hecho, ahora aparte de con el corazón roto, me sentía muy incómoda, y solo quería irme a llorar sin que nadie me molestase– No te preocupes.

–Si crees que te vas a deshacer de mí así de fácil, voy a decepcionarte. –su voz aún sonaba apagada.

–Pensé que no querrías hablar conmigo. –bien Amalia, bien. Tú suelta lo primero que se te pase por la cabeza y empeora las cosas aún más.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 18, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Yo no soy tu fanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora