Capítulo 4: Tenía que hacerlo...

48 3 1
                                    

Quizás penséis que soy una masoquista, pero no. Por muy horrible que fuese lo que tenía que decirme, estaba preparada. Además, había encontrado la excusa perfecta para sonsacarle una información que, aunque me costase admitirlo, consideraba muy preciada.

-¿¡Qué!? - esbozó una sonrisa incrédula- ¡Eso no vale!

-La sinceridad no tiene reglas de juego. O eres sincero o no lo eres. Yo sólo te pido que me lo demuestres. Además, te lo he puesto bastante fácil... -añadí, con una media sonrisa asomando a mis labios.

-No, me lo has puesto muy difícil. Si me preguntases sobre otra persona...

-Ah, no, no, no. -alcé ambas cejas- Eso no demostraría nada. La gracia de decir la verdad es decirla a la cara. Si no es demasiado fácil. Cualquiera puede hacerlo. Hasta tus amigos lo hacen.- me callé de pronto pensando en lo que acababa de decir. Quizá me había pasado de sincera.

Pero, en contra de lo que yo esperaba, él se encogió de hombros e hizo un ademán con los ojos con el que me daba la razón.

Increíble.

-Está bien- accedió al fin.- Pero esta me la pagas.

Sin embargo, yo no me tomé en serio estas palabras, algo que quizás más tarde lamentaría.

-Mmmm... - apoyó su espalda en la pared, pensativo.- Veamos... ¿Qué piensa Mario de Amalia?- me reí- Pues... que Amalia es castaña y... tiene el pelo largo y ondulado. También... tiene unos ojos marrones que parecen más grandes por las gafas que lleva, y...

-No te he pedido una descripción- aclaré, aguantando la risa.

-¡Ten paciencia! Hay que ir poco a poco. -replicó él, cerrando los ojos fingiendo ser un adivino prediciéndome el futuro.- Mario también piensa que Amalia... Es muy sincera.- abrió los ojos y sonrió. Me guiñó un ojo, pero al instante regresó a su papel de adivino. Mi corazón se aceleró sólo un poco- Y... Bueno, hasta hace unos días habría dicho que sólo es una chica tímida que pretende pasar inadvertida, pero ahora... La verdad no sé qué pensar. Creo que en realidad no nos prestaba atención a los demás no por vergüenza, sino porque, simplemente, pasa de nosotros. ¿Me equivoco? -preguntó abriendo un ojo.

-Son tus pensamientos. No puedes equivocarte. -repliqué con una indiferencia que no se asemejaba en nada a lo que realmente sentía por dentro.

-Sabes a lo que me refiero.

-No. Sigue.

-A ver, ¿qué más? -se frotó las sienes con los dedos volviendo a cerrar los ojos, provocándome una carcajada que no logré reprimir. -Amalia es... Una chica diferente a las demás. Ella dice la verdad aunque duela. Y es una verdad inusual, porque es una verdad completa. Y Amalia también... Bueno, creo que también puede ser divertida si se lo propone. -añadió con una carcajada.

-¡Oye!- repliqué.

-Son mis pensamientos. No puedo equivocarme.

Entrecerré los ojos y él los abrió un momento y sonrió divertido. Al instante volvió a cerrarlos.

-Y bueno... también creo que Mario ha perdido el tiempo estos años, porque nunca le había prestado especial atención, y sin embargo... Ella se la merece.-concluyó poniéndose serio- De hecho ahora veo que probablemente... -abrió sus azules ojos clavándolos en mí- Ella sea la única que se la merezca.

Y por un momento olvidé qué era lo que me había conducido a odiarlo tanto. ¿Qué me había hecho? En realidad era yo la que lo había ignorado durante todos los años que habíamos coincidido en la misma clase. Era yo la que lo había insultado descaradamente el día anterior. ¿Y él qué había hecho? Sí, bueno, la gente con la que se juntaba era imbécil, pero aún así... Él nunca me había tratado mal, ni la mitad de mal de lo que yo lo había tratado a él. Era como si él absorbiese sólo lo bueno de las personas, ignorando lo malo de ellas.

Yo no soy tu fanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora