Sólo sé que, de repente, desperté en una cama de hospital, rodeado de locos y adictos. Al parecer me había tomado cuarenta pastillas para dormir, aunque supuestamente dije que habían sido cinco. Me explicaron que estaba en una clínica psiquiátrica y que me iban a cuidar un tiempo.
Pasé los días preso en el loquero, hasta que vi un papel relacionado a mí y a los comportamientos que tenían que vigilarme. "Vigilar severamente IAE" (intento de autoeliminación). Indignante.
Logré salir de esa cárcel después de dos semanas, dejé unas pastillas que me hacían mal, pero al final de cuentas vivo sedado porque las otras siete pastillas las sigo tomando.
Ya está hecho el daño, la pérdida es definitiva e inevitable. Tengo que vivir con esta espina clavada en el pecho hasta que la parca me lleve, pero imagino que cada vez dolerá menos.
Me da vergüenza decirlo, pero por ahora, este capítulo está incompleto.