Hot Chocolate

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Keith se inclinó hacia el retrete y hundiendo un poco la cabeza, volvió sus arcadas vomito. Con el estómago revuelto, se limitó a regresar sus alimentos y esperar a que el terrible mareo pasara. Después de unos cuantos minutos, que parecieron eternos, finalmente pasó, y a su vez, unos golpecitos en la puerta se hicieron presentes. Forzándose a mantenerse despierto, se levantó y a duras penas mantuvo el equilibrio, y lo hubiera perdido de no ser por un peliblanco que se adentró al baño, y poniéndose a su lado, lo levantó.

El menor bajó la palanquilla del sanitario y se dirigió al lavabo a lavarse los labios, lo logró pero las náuseas no disminuyeron, al contrario amentaron, pero había vomitado tanto que no le quedaba más en el estómago. Keith se llevó una mano al vientre, y chasqueando los labios soltó un sonido quejumbroso que a Shiro tanto gustaba.

-estás enojado-. Afirmo el asiático, provocando una terrible mirada asesina por parte del pelinegro.

-no estoy enojado-. Chilló fastidiado, alejándose bruscamente de su novio y saliendo de la habitación, se dirigió a la cocina.

Como le gustaba ver enojado a Keith, a Shiro le encantaba ver enojado a Keith. Normalmente seria amenazante, e incluso daría miedo, normalmente harían lo posible para evitar que el chico de estatura baja se enojara, porque enojado era capaz de hacer muchas cosas... normalmente, claro, pero desde hace 15 semanas esa normalidad se fue al caño. Ahora que se encontraba indefenso, Shiro aprovechaba cualquier oportunidad que tenía, para sacarle las garras a Keith, quien con suerte podía mantenerse de pie solo, por más de 4 minutos.

-amor...-. Una sonrisa se dibujó en los labios del albino mientras caminaba tras el fastidiado hasta la cocina. La escena que se encontró, fue totalmente adorable.

Keith, intentando bajar algo de la alacena sin ser capaz de lograrlo, parado de puntas, y sin ningún resultado. Era cierto, ni siquiera podía bajar algo de la alacena, al menos no sin ayuda. Shiro sonrió por lo bajo, se paró tras el pelinegro, y estiró el brazo, para tomar el frasco de chocolate en polvo que tanto había intentado tomar. Posteriormente lo dejó en las manos del enano –a su comparación, claro- quien miró asesinamente a Shiro, y caminó hasta la 2ª alacena, de donde sacó una taza de café.

-No. Estoy. Enojado. ¿Entiendes?

Soltando una risa, Shiro se paró tras Keith y envolvió sus brazos alrededor de su vientre. Lentamente se inclinó y apoyó su barbilla en el hombro del menor mientras tarareaba una canción de cuna.

-te odio...-. Susurró el mencionado sin dejar lo que estaba haciendo, pero a Shiro no le importó, las palabras de Keith podían ser las más frías del mundo, podrían congelar la Antártida incluso, pero a Shiro no le seguiría importado

-pues, yo te amo...-. Le mordisqueó la oreja, y se corrigió. –Los amo...

El asiático metió sus manos dentro de la camiseta del menor y le acaricio la barriguita de 4 meses que apenas se estaba formando. Shiro amaba esa bolita que a Keith tanto le fastidiaba.

Tantas cosas habían cambiado en ese departamento desde que Keith se enteró que estaba en cinta, tantas cosas... tanto buenas como malas, principalmente buenas, que le daban un aire más cálido al lugar, haciéndolo parecer más un hogar... un hogar donde viviría una familia, que esos dos chicos habían formado.

Los meses pasaron rápidamente, y una gris tarde lluviosa, el sol decidió ocultarse tras las gruesas nubes de lluvia, que brindaban un sonido y un olor hermoso para los jóvenes residentes del apartamento.

Actualmente, un regordete pelinegro se encontraba sentado al lado de la ventana, con una camiseta vieja que no era de su propiedad, si no de su pareja, miraba la lluvia, entre cojines y sabanas para mantenerse calientito y acobijado, se dedicaba a mirar fugazmente la ventana y examinar con dulzura cada una de las gotas de lluvia que se adherían a la superficie de cristal y se resbalaban por esta, haciendo de algo simple un hermoso baile de agua.

SHEITH-HOT CHOCOLATE [MPREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora