Prologo

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Inglaterra

Londres.

La madrugada se extinguía casi de manera imperceptible, el otoño se había ido y el invierno iba abriéndose paso,  provocando que una densa e interminable neblina tapizara un cielo encapotado y opaco. Las calles de Londres lucían fantasmales y desoladas, y unos pocos muñecos de nieve deformes y bizarros se erguían con dificultad en las entradas de las lúgubres casas. Eran tiempos desesperados y James Goodwill los vivía con dificultad. Aquel exasperante invierno crudo y cruel le parecía detestable. Ni siquiera veinte años en aquella ciudad alborotada serian suficientes para satisfacerse, ni para acostumbrarse. 

James Goodwill miró al cielo con pena, envuelto en un abrigo de lana gris tan grueso que le pesaba lo que mas odiaba de aquel clima opresivo era la lluvia, tan fría que al salpicar en su piel ardía como brasas de fuego. Sin embargo ese día aun no llovía, de pie sobre el pavimento contempló mas allá, al otro lado de la calle, un cuervo gordo y negro cuyas alas centellearon un arcoiris al extenderse se posaba en una rama desnuda de un roble.  Encendió el primer cigarrillo del mes con una incertidumbre tajante que le carcomía el estomago. 

Antes de entrar a la casa frente a él, echó un vistazo sobre sus hombros, a pesar de ser tan joven siempre había sido un hombre precavido, sobre todo por el pasado que le pisaba los talones. El humo del cigarrillo se disipó por el salón cuyas paredes estaban vacías de retoque alguno.

—James -la voz ronca de un hombre mayor llegó a sus oídos casi como un susurro  —Llegas tarde.

El hombre cuyo aspecto sugería principios de la tercera edad, lucia erguido y firme, con una elegante cabellera blanca y espesa, y unos ojos cafés enceguecidos por la miopía.

—No creo que eso realmente te importe —en vez de quitarse el abrigo, James se arrebujó más en el, buscando calor, maldijo aquel invierno oscuro e interminable que le ponía los pelos de punta.

—Aun tienes muchos enemigos...

—Lo único que te preocupa —lo interrumpió el joven, y exhaló otra bocanada de humo —Es que esos enemigos me asesinen y no pueda cumplir tus siniestros deseos ¿no es así?

—Lo haces por Isabel —le replicó el hombre casi conteniéndose.

—Keane, Isabel está metros bajo tierra, pasó hace años y sigues enfrascándote en el pasado —James soltó una carcajada sin gracia —De no ser por la cantidad que me vas a pagar, ni siquiera lo pensaría.

—Este es tu objetivo principal —continuó Keane extendiendo la mano para darle una fotografía a color, era una mujer de cabellera rizada y mirada confundida.

—La pequeña Amanda, parece inofensiva —dijo James, extendiendo las comisuras de sus labios para formar una sonrisa casi curiosa.

—No lo es, así que no te fíes de ella. Isabel solía ser gran amiga de su madre, Samantha, y una vez me comentó que Samantha era una bruja de magia blanca, y que antes de morir se preocupó tanto por su hija que la protegió con hechizos, lo bueno del asunto —Keane tosió en repetidas ocasiones antes de continuar —es que ella ni siquiera sabe todo el poder que tiene.

—¿Cómo sabes que tu plan funcionará?

—Amanda es sagrada para Charlie, además encontrarlo no es tan sencillo. Sin embargo, estoy seguro que nunca desaparecería por completo de la vida de la jovencita, solo es cuestión de atraerlo, jugando con lo más preciado que tiene.

James sonrió cuando le pasó por al lado, chocando sus hombros. Afuera el cielo crujió y una tierna llovizna empezó a caer sobre Londres.

—Tu plan es algo retorcido, Keane. 

Crónicas OscurasWhere stories live. Discover now