Rompecabezas de amor

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De a poco, las cosas en mi mente van reacomodandose y tomando su lugar, como piezas de rompecabezas después de que vacias la caja sobre la mesa y quedan todas esparcidas. Tenes que sentarte a acomodarlas para recién después ponerte a armarlo. O al menos eso creo. 

Es raro el detenerme a pensar las cosas en frío, y recordar y ver como todo se fue al carajo. Cómo armamos este rompecabezas entre los dos de cero a cien piezas en cuestión de segundos y de cien piezas a estamparlas todas contra un enorme muro al segundo siguiente.

Pero a la vez, son tantos los detalles, los momentos, las palabras, los chistes que forma(ba)n este rompecabezas que está(s)n en todos lados. Porque te me metiste en la piel en serio, y me sobornaste la razón. Porque las piezas del rompecabezas que tiramos al carajo quedaron esparcidas por todos lados, estrategicamente colocadas para que de casualidad estén en todos lados, para que las vaya encontrando, recolectando y ordenando.

Porque no puedo ir al río y ver una espalda con lunares sin acordarme de la tuya, y de como deposité besos en cada uno de tus lunares (o al menos los que pude). Porque no puedo ver una camiseta de ese equipo de fútbol que tanto te (nos) gusta sin acordarme de cómo la llevabas puesta ese día que te ví. Porque no puedo ver sonrisas sin acordarme de cómo me regalaste las mejores tuyas, esas que son muy grandes para tu cara y hacen que te veas como un dibujito animado. Porque siempre pienso en ese primer y único encuentro, pero a la vez quiero no aferrarme más, porque sé y pude entender que vos ya no perteneces al plano de lo real en mi vida.

Te me metiste en la piel y parece que te vas a quedar ahí. Me sobornaste la razón, vos y todas tus manías, tus detalles, tus (y nuestras) cosas.

Y ahora, después de rompernos la cabeza con este rompecabezas (y que viva la redundancia) uno de los pocos detalles que tenemos en común es este ensordecedor silencio. Que guarda muchas piezas dentro, que vendría a cumplir la función de la caja del jodido rompecabezas y que nos impiden armar otro nuevo. Este silencio que dice muchas cosas, algunas buenas y otras que desearía tirar contra una pared, pero que si las tiro, no voy a poder rearmarlo nunca más. Así que prefiero dejar este silencio intacto, que diga las cosas por si solas. Mientras tanto, me deleito con las piezas que dejamos esparcidas en todos lados, metidas en mi piel, en mis hojas, en mis lapices y entre mis dedos.

Rompecabezas de amor, habla el silencio por los dos.

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