Capítulo 5

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Sus palabras resonaron en mis oídos en forma de eco, no queriéndolo ver a la cara, cerré mis ojos mientras volteaba lentamente. Escuche su risa, sintiéndome aún más patética.

¿Acaso estaba destinada a avergonzarme frente al chico cada vez que le vería?

-Tranquila, prometo que no te escuche decir nada sobre orientaciones sexuales, ni mucho menos hablar sobre algún maravilloso chico de ojos azules- Soltó desenfadadamente. Por supuesto que quería avergonzarme.

-Tampoco te creas tanto- hable sin pensar mientras blanqueaba los ojos y lo encaraba nuevamente. Dejándome en completa evidencia. Muchas veces me pregunto si es que nací así por defecto, o durante mi crecimiento algo sucedió.

El Alza una ceja en forma divertida, mientras niega con la cabeza sutilmente.

-Soy Edward. Es un placer conocerte en condiciones un poco más normales- extiende una mano en mi dirección, imito su gesto y el aprovecha para llevarme un poco más cerca- Aunque siéndote sincero, así no fue como soñé el momento en el que te vería otra vez.

Una sonrisa boba llena mi rostro en consecuencia de sus palabras, al mismo tiempo en que me ruborizo de pies a cabeza. Me enfoco en no babear su hombro mientras me alejo lo suficiente para poder observar sus ojos. Jamás había visto unos más hermosos.

Sé que el nota mi ensimismamiento, porque me enseña sus hoyuelos. Un gesto más y va a lograr que me dé un infarto.

Un gritito de bebé me devuelve a la realidad. Me había olvidado completamente de Emily.

El posa su vista en la pequeña y frunce el ceño, como si de alguna forma le molestara. Sin embargo se recompone cuando ensancha su sonrisa en su dirección y toma su manito entre sus dedos. Sus varoniles dedos

¡Keathen, cálmate!

-¡Pero que princesa más hermosa!- Exclama demasiado fuerte logrando un llanto instantáneo. Ella aparta su manito mientras esconde su rostro en mi cuello. El, por su parte, planta un gesto incomodo mientras observa la escena un tanto fastidiado.

-Lo siento, es una niña bastante sensible- Le expreso en modo de disculpa, dándole palmaditas en la espalda a la pequeña en un intento por calmarla.

EL reestablece su compostura enseñándome sus hoyuelos- No te preocupes, tal vez solo esta celosa de que este acaparando la atención de su mamá- mí ceño se frunce al instante y mi mirada demuestra incomprensión absoluta. Hasta que lo captó, El cree que Emilith es mi hija.

Una carcajada llena de humor absurdo llena el silencio ocupado por mi confusión, lo miro con gesto divertido e incrédulo. El luce como un gran interrogante rojo, entonces me apresuro a aclarar la situación antes de que salga corriendo pensando que soy una loca.

-Emilith es mi hermana, no mi hija- Un alivio inmediato surca por su rostro, y ahora parece haberse quitado un peso monumental de sus hombros. No me pasa desapercibida su reacción, sin embargo su mirada borra cualquier inquisición instalada en mi cerebro.

-Vaya, acabas de hacerme sentir como un idiota.

-Entonces acabo de equilibrar la balanza.

¿Qué? ¿Por qué dijiste eso? Tonta, tonta, tonta.

Ríe abiertamente dedicándome una mirada incrédula.

-Eres increíble- pero no suena como si se estuviese burlando de mí, suena más bien maravillado. O al menos quiero creer eso.

-Pues increíblemente debo irme ahora- contesto observando mi reloj de mano. Por mas que adore su compañía, la abuela debe estar preocupándose por nuestra tardanza. Sin mencionar que estoy retrasando la cena.

Asiente y habla en tono decidido- Te acompañare a casa.

-¿Disculpa?- expreso incrédula. Eso sonó mas como una orden, y la verdad es que no estoy encantada con el tonito.

Aclara su garganta- Me refiero a que si te gustaría que te acompañe, ya sabes, a estas horas la ciudad se pone sola y...- hace una pausa en la cual parece estar organizando sus ideas- es peligrosa para las niñas bonitas.- termina enseñándome un hoyuelo que logra desvanecer mi enojo previo.

-¿Estás seguro? Es decir, tal vez tengas algo más importante que hacer. Realmente no deberías molestarte- esta vez hablo con un tono más dócil.

-Nada más importante que asegurarme de que llegues sana y salva a tu casa- y así, completamente ruborizada y con una bebé hipando en mis brazos, caminamos hacia la salida del estacionamiento aledaño al supermercado.

Definitivamente mi suerte estaba mejorando.


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