Capítulo 4

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Mi supuesto día "remotamente tranquilo" se convirtió en una pesadilla. Después de aguantarme las dos horas que me faltaban para cumplir mi horario de trabajo bajo los regaños de joe por, ser una necia que solo lograba sacarlo de quicio. –Palabras suyas, no mías- un atisbo de suerte surco mis últimas espantosas veinticuatro horas; no había perdido el autobús, lo cual significaba poder llegar temprano a casa y disfrutar de una cena en familia. Hoy había sido quincena, así que podríamos costearnos una comida decente.

Mis pasos se aceleraron al reconocer la fachada del edificio a lo lejos. A pesar de la jornada de mierda que había tenido hoy, ver a mi familia siempre me llenaba de felicidad, sobre todo apreciar la pequeña carita regordeta de mi Em llena de júbilo cada vez que me veía. Esa niña complementaba mi mundo.

-Keathen- la fastidiosa voz de la dueña del edificio interrumpió mi paso despreocupado hacia el departamento- Espero que no hayas olvidado nuestro pequeño compromiso- dijo mientras esbozaba una sonrisa lobuna

Hice mi mejor intento por imitar su gesto -¿Cómo olvidarlo, Margaret?-Si me lo recuerdas todos los días, bruja.

-Lo cual es excelente, querida- su gesto de satisfacción me instaba a arrancarle sus extensiones baratas. Esa mujer siempre encontraba la forma de sacarle provecho a todo- Ya sabes dónde encontrar el trapeador. Saludos a tu abuela.

Me hacía limpiar todo el jodido edificio a cambio de un descuento, bastante insignificante. Sin embargo eso incluía no molestar a mi abuela en caso de algún retraso con el pago. Era humillante, pero en tiempos de desesperación todo vale.

Apresure mis pasos en caso alguno de que recordara otra excusa para joderme la existencia. Ya de por si la llevaba bastante difícil como para echarme encima su actitud sobrada.

En el momento en que puse mis pies sobre la sala de estar, una calidez inmediata me sobrecoge. No hay nada como el hogar.

-¡Llegó lo mejor de sus vidas!- Cuando estaba en casa me convertía en alguien completamente diferente. Era como si dejase la keathen tímida y desconfiada en mis botas desgastadas que, a orden de la abuela se debían ubicar al lado de la puerta de entrada.

Una risotada cargada de alegría se escuchó desde la cocina, mi abuela era la mujer más dulce que yo había conocido jamás.

-Deja de presumir y ven a ayudarme con Emilith- Nana era la única que llamaba a mi hermana por su nombre completo. Argumentaba que por una razón había recibido ese nombre y no había porque designarle apodos sin sentido.

La pequeña estaba jugando con su pato de hule en el fregadero, mientras soltaba algunos restos de jabón sobre unas papas- Reprimí una carcajada al ver la escena. La abuela nunca cambiaria.

-Ten piedad de tu nieta, mujer. Ella no es un trasto más- le solté dando mi mejor esfuerzo por hacerla sentir culpable. Ella por su parte, ni se inmuto.

-Bien sabes que es la única forma de mantenerla controlada, desde que empezó a gatear no hay poder humano que la detenga- tenía toda la razón, ni un bizco podría vigilarla al tiempo que hacia las labores de la casa. Em requería de toda tu atención.

Sujete a la bebe en mis brazos y me encamine hacia mi habitación con el objetivo de buscar algo cómodo.

-Tu que dices Emily, ¿El pijama de conejos, o el camisón rosa de Minnie?- ella rio como si le hubiese contado el mejor de los chistes. En esta familia nadie me respetaba.

Estaba a punto de decidirme por el camisón cuando la abuela grito algo inaudible.

-¡No te escucho!- No quería desplazarme hasta la cocina

-¡Yo tampoco!- Eso ni siquiera tenía sentido.

-Tienes 86 años por el amor a Dios, ya madura- le dije una vez estaba cerca.

-Tú tienes 17 y nadie te restringe de ser una amargada- la mire perpleja, no podía creer que me hubiese dicho algo como eso.

-Turn down for what, linda- cantó mientras reia sonoramente.

Me limite a enseñarle mi lengua, en un gesto sumamente infantil- como sea, ¿Qué era lo que decías?

-Ah sí, que por favor vayas al supermercado por algo de mantequilla y unos tomates- bufe en tono perezoso. Había sido un día largo y no tenía ganas de salir, sin mencionar que la espalda me seguía ardiendo.

-Está bien, llevare a Em conmigo- Después de todo ella nunca se quejaba de hacer los oficios de la casa y cuidar de la pequeña.

-¡Abríguense las dos!- fue lo último que escuche antes de cerrar la puerta.

Íbamos llegando al supermercado cuando unos ojos azules se colaron de forma fugaz en mi mente.

-Tal vez la caminata sea un poco más larga, pollito- la llamaba así cuando estábamos a solas. Sé que puedo sonar algo tonta al caminar unos metros de más solo para ver al muchacho de mirada hechizante, pero no lo había podido olvidar. Además al tener el dinero de la quincena, podría pagarle la comida que me dio aquella noche.

Ingrese al establecimiento con una sonrisa triunfal.

Y Salí con una mueca disgustada. No estaba, hice un poco- bastante- tiempo, con la esperanza de que apareciera, hasta lo busque sin pudor alguno por varios minutos, incluso guardé la fe de que saliera de algún pasillo cuando estaba pagándole a la chica de la caja registradora. Pero no se dignó a aparecerse por ningún lado. Menudo idiota.

Ya, sabía que no era su culpa, pero camine hasta acá solo para verlo. Camine con la espalda molida y los pies fatigados por el cansancio para nada.

-Ojalá crezcas como una persona asexual y no cometas estupideces por algún chico de ojos azules, ya viste como termine yo- le hable a Emily en un tono fastidiado mientras intentaba acomodar las bolsas.

Sus esmeraldas me miraban con confusión, sin embargo su expresión cambio cuando visualizo algo detrás de mí. Una sonrisa de dos dientes se plantó en su rostro a la vez que señalaba el suelo.

Seguí sus deditos de bebe para encontrarme con un bulldog bastante intimidante sostenido por la razón de mi visita. Por favor que no haya escuchado nada.

-¿Debo sentirme intimidado por tu chico de ojos azules?- Sonrío socarronamente.

Mierda.


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