Capítulo 2. Desesperación

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«A veces hay cosas que no se pueden controlar»

💫 🔮 💫

Desde que le habían asignado su equipo a la castaña de Mei, no hubo cosa que la alegrase más. La idea de entrenar a unos niños y guiarlos al camino del bien, le encantaba simplemente. El día en el que se presentaron, Mei se enamoró de su equipo —en una forma de cariño familiar—, ellos básicamente eran la familia de Mei; además de sus tíos. Y es por eso que les quería tanto, literalmente, ella daría la vida por su equipo y ese día había dado una pequeña demostración de ello. Mei, aún estando encerrada y con cadenas rodeando sus  delgadas muñecas, estaba más preocupada por sus alumnos que por ella misma; rogaba porque su equipo hubiera llegado a salvo a la Aldea, junto con el esponjoso felino.
      Ella se encontraba mirando el sucio y húmedo suelo en el que se encontraba sentada, con el ceño ligeramente fruncido, pensando en su equipo. Era sorprendente como ni siquiera pensaba en el qué le harían, qué querían con ella, o al menos preguntarse: cómo fue tan estúpida para caer en aquella trampa. Era bastante tonta e ingenua, ni siquiera el terminó "inocente" le quedaba en aquel momento. No, a eso no se le llamaba "inocencia", eso era ser una reverenda imbécil, hecha y derecha. Desgraciadamente, Mei no se daba ni cuenta de ello. Era increíble, ¡ni siquiera se había dado cuenta que la celda en la que se encontraba era anti-chakra!
Además de ingenua, despistada. ¿Podía ser peor su situación, acaso? Y, bueno, sí, sí podía ser peor.
       Cuando menos lo imaginó Mei, ya había alguien dentro de la celda, observándola, en silencio. Ella volteó rápidamente hacia el lugar en donde sentía que la miraban, incómoda trató de ponerse en pie, y lo logró difícilmente por el adormecimiento de sus extremedidades.
      —¿Q-Qué... qué quieren de mí? —preguntó en un suave susurro, asustada.
      —La paz —se limitó a decir aquel hombre de cabello anaranjado y con pedazos de metal atravesados por su nariz, orejas y debajo de los labios. Mei confundida lo miró con los ojos entrecerrados, meditando la respuesta del hombre de capa negra y nubes rojas. Y al hacerlo, lo observó con mayor detalle y de inmediato se asustó. El hombre que se encontraba de pie frente a ella portaba el poderoso y temible rinnegan, y eso, no era nada bueno. No sabía en qué debía preocuparse más, si en su poco habitual respuesta o en sus peligrosos ojos violeta. Sin duda su respuesta fue lo más desconcertante en ese momento, pero tampoco debía dejar pasar por alto aquel detalle del rinnegan. Claramente se encontraba asustada y la verdad, ni siquiera intentaba disimularlo, no a esas alturas.
      —Pero... No entiendo —admitió, negando con la cabeza y frunciendo el entrecejo. «¿La paz? ¿Qué quería decir con eso?», se preguntó la castaña, confundida.
      —No lo tienes que entender... de todos modos, morirás —finalizó con voz fría y cortante.
      Un escalofrío recorrió todo su delgado y frágil cuerpo, haciéndola sentir más pequeña de lo que era. Sus piernas temblaron, y por consecuencia cayó de rodillas al suelo, provocando un ruido en seco. «¿Porqué?», fue lo primero que pensó Mei al escuchar tal respuesta de parte del pelirrojo.
     —No...— susurró con la voz ida —, ¡No! — gritó alterada, mientras forcejeaba con las cadenas, poniéndose de pie— ¡No pueden, no pueden! ¿¡Por qué!? —preguntó asustada, con lágrimas cayendo por sus pálidas mejillas.
     Se detuvo en un movimiento seco al sentir un dolor extrangular su abdomen, soltó el aire de golpe y arrojó algunas gotas de sangre al suelo; Él le había dado un golpe con la rodilla en el abdomen, en un intento por mantenerla en silencio. La chica tomó con manos temblorosas su abdomen y se hizo un ovillo en el suelo, tociendo aún pequeñas gotas de sangre combinadas con saliva y contrayendo su cuerpo cada vez que lo hacía. El sabor característico de la sangre comenzó a sentirse en la boca de Mei. Le resultaba asqueroso tener que saborear su propia sangre, sabía horrible según ella y no le agradaba en lo absoluto. Trató de calmar su respiración agitada, aunque le fue difícil, ya que en verdad necesitaba el aire con desesperación. Porque sí, la había sofocado.
     —Eres muy débil, nuestro trabajo no será difícil contigo —opinó con voz fría y utilizó un tono seco, mirando como la chica de ojos miel se retorcía de dolor, sin compasión. Mei lo miró de soslayo, con su cabello obstruyendo un poco su vista, con temor. Aquel golpe y aquellas palabras frías le habían recorado a su infancia, el cómo todos la trataban mal y cómo algunas compañeras más grandes que ella la golpeaban, la insultaban y le hablaban como si fuese basura. Esa fue la peor época de su vida, ya que en ese lapso de tiempo había perdido a su madre. Y en ese momento sentía que estaba reviviendo absolutamente todo.
     En su cabeza se comenzo a recrear las imágenes de ella siendo golpeada por sus compañeros de la Academia, eran recuerdos torturosos, los cuales había intentado olvidar; pero ahora, gracias a él, aquella tarea se había convertido en vano.
     —¿Por qué? —soltó la chica adolorida, sin dirijirse a alguien con exactitud. Quizás se dirigía a él, o quizás a ella misma, de igual forma a él no le importó y se marchó de ahí, dejándola sola y herida.

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⏰ Última actualización: Jan 23, 2018 ⏰

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honey eyes | PainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora