2.

302 37 9
                                    


Hace muchos años tuve una amiga llamada Sona, con piel morena y cara cuadrada, nada típico en corea. Sus padres eran filipinos; su padre alto y delgado, hasta podría decir que su cara tenía un parecido con el de Sona, pero con una mandíbula fuerte. A diferencia de su padre, Sona era la viva imagen de su madre y a pesar de que sólo la había visto una vez podía recordar cada facción en mi mente; cara fina con labios gruesos y nariz respingada, pequeñas pecas esparcidas sobre esta. Una hermosura.

Sona era la chica más extrovertida que jamás haya conocido, con una forma de pensar única y brillante comparado con las mentes grises de Corea. Lo que soy ahora era en parte gracias a Sona, compartimos tantas cosas, queríamos ir a todas partes, hacer todo, explorar el mundo...

Hasta que un día Corea reconoció al papá de Sona como un criminal oculto en el país por lo que tuvieron que extraditarlo llevándolo de vuelta a Filipinas, su madre fue acusada de encubrimiento y Sona tuvo que quedarse en una casa del gobierno.

Recuerdo cuando ella me abrazó, pidiéndome que nunca me olvidara de ella y la buscara, que nuestros sueños podían cumplirse si luchábamos, pero entonces mi padre murió. Fue cuando no entraba nada en mi cabeza, cuando todo dejó de moverse, cuando por un momento creí que mi mundo había terminado. Mi padre...

—¡Detienes la fila!

—¿Disculpe? —mis ojos se movieron viendo en todas direcciones alerta de mi alrededor.

Una señora con cubrebocas y red en el cabello rodó los ojos, movió su brazo adelante y hacia atrás dándome a entender que caminara hasta donde ella se encontraba.
Caminé hacia la barra de metal entonces recordando qué estaba haciendo antes de perderme en mis recuerdos.

La señora me tendió un plato ondo color blanco con una pasta blanca y pegajosa. Una mueca de desagrado apareció rostro.

—Si no te gusta puedes dejarlo ahí.

Mi mirada volvió a la mujer quién estaba perdiendo la paciencia conmigo—. No, así está bien.

Me hice a un lado para que la fila pudiese seguir moviéndose. Alzé la mirada buscando un lugar en el que pudiera sentarme.

Mesas redondas por todo el cuarto, unas cuantas personas sentadas porque otras simplemente se encontraban paradas pescando moscas. Como yo hace unos minutos.
Preferí una de las mesas más alejadas de todos, no quería interactuar con gente loca. Sólo quería paz, un lugar donde pudiera pensar y reflexionar sobre lo que pasaba en mi vida.

Me dejé caer en la silla de madera examinando aquella cosa blanca dentro de mi plato. Mamá nunca lo había cocinado, o por lo menos no otra madre que yo conozca.
Con la cuchara revolví en busca de algo que me diera una pista de lo que era. Arroz, tenía arroz.

Tomé una pequeña porción y acerqué la cuchara para poder olerlo. ¿Canela? Estornudé alejando la cuchara de mí para no contaminarla.

—Es arroz con leche —habló una voz bastante gruesa.

No quise mover mi cabeza, pero sí los ojos para poder fijarme en quién me hablaba. No podía no dejar de pensar que estaba aquí encerrada con gente desconocida que probablemente me haga daño.

Pero para mi sorpresa me encontré con el chico lindo de hace poco. Fruncí el ceño, esto no podía ser bueno, si me buscaba era por algo.

—Mi favorito es el que se sirve en México —por un momento no sabía de lo que hablaba hasta que me hizo una seña con su mano. Todavía hablaba de la pasta blanca.

—¿Puedo sentarme?

No volví a contestarle, si creía que iba a bajar la guardia por tener tan bonito rostro estaba muy, muy equivocado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 10, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

emergency ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora