Capitulo 5: Un misterio mas.

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El corazón me va a mil por minuto.

No puedo más.

Ya no aguanto.

Es demasiado trabajo.

Siento que aquí mismo moriré.

Realmente la clase de Gimnasia, me mata. Es un martirio andar por ahí, corriendo unas veinte vueltas alrededor del campo. ¿Qué el profesor Mitchell no tiene conciencia? Siento que me falta el oxígeno. Mover todo mi voluminoso cuerpo, no es un trabajo fácil. Y no, no es que tengo pechos gigantes, ni trasero para morirse. Estoy hablando de mi gigante barriga. Pesa mucho.

Definitivamente tengo que hacer más ejercicio.

─ ¡MILLER! ¡Quiero ver esas piernas arriba! ─ grita el explotador que tenemos como profesor.

Apresuro mi paso en la carrera, y sigo así, hasta que terminamos nuestras vueltas correspondientes alrededor. Nos posicionamos en línea frente al profesor. Este nos mira con desprecio, como si fuéramos la escoria más grande del mundo. Todos jadeamos, sudorosos, y encorvados tratando de encontrar oxígeno para nuestros pulmones.

─Me dan vergüenza. Eso que hicieron ahí, no es nada, para lo que yo hacía en la marina.─ Nos grita. ¡Nos grita! ¡NOS GRITA! Suficiente hemos hecho.

Cuando creo que ya estamos salvados del ejercicio físico, un compañero abre su bocota.

─De acuerdo, si esto es poco, ¿Por qué no lo hace usted?─ Genial. El profesor le mira con algo de sorpresa. Luego de medio segundo con esa mirada, la borra inmediatamente, y la reemplaza por una de enojo. Su cara va adaptando un color carmesí. Y puedo jurar que he visto su vena de la frente palpitar.

─ ¡TODOS A CORRER VEINTE VUELTAS MAS!─Respira profundo.─Luego, harán veinticinco abdominales. Si lo hacen bien, los dejare descansar. Al mínimo error, vuelven a comenzar.─Camina en dirección a las bancas, pero regresa─ Disfruten.

(***)

El agua corre por mi rostro, un líquido cristalino, y vital, me abraza todo el cuerpo. Disfruto de ello. Siento como toda la suciedad, y el sudor de la anterior hora se despega de mi cuerpo, y se va por el desagüe.

Cuando he terminado de bañarme, cojo una toalla, y la envuelvo alrededor de mi cuerpo. Salgo de la ducha, y me sorprendo al ver el resto de los vestidores vacío. ¿Dónde demonios esta todo el mundo?

Todo está en completo silencio. Se siente tan siniestro. Desecho la idea, la verdad no quiero pensar en eso, estando sola en los vestidores. Me dirijo a mi taquilla, y tomo otra toalla, para envolverla en mi cabello.

Tomo mi crema humectante, comienzo al vaciar el contenido en mi mano, y con la otra lo restriego, para esparcirlo por mis piernas, y brazos. Cuando ya lo he hecho, me levanto y tomo mi crema, le coloco la tapa. Por segunda vez en el día, el corazón me va a mil por segundo, cuando siento una mano pesada en mi hombro, sé que no es una mujer, las mujeres no tenemos esas gigantes manos. Esta tibia. Comienzo a sudar, no sé qué hacer. ¿Qué hace un chico en los vestidores para mujeres?

Oh. Mi. Dios.

Es un pervertido, seguro quiere violarme. ¿Qué hago? Miro la crema en mis manos, y no lo pienso dos veces. Me giro, y le estrello el frasco justo en su cara. Mi agresor gruñe. Es entonces cuando me doy cuenta que no es un pervertido. Ni un agresor. Es Luke.

─ ¡Oh, Dios! Lo siento tanto. Creí que eras un violador sadomasoquista. ─ Le digo, revisando su nariz, ya que esta ha sido la que recibió el impacto de mi poderosa crema. Oh, como la amo.

Un Amor ImaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora