Tomo la última caja que reposa en un rincón del baúl del auto, con un suspiro la dejo en el suelo y cierro la cajuela en un golpe seco que resuena en mis oídos. Dejo mis manos sobre el frío metal y observo con un deje de melancolía mi nuevo hogar, no es una casa muy grande realmente, es de dos plantas, pero tiene las habitaciones suficientes para mí. La razón por la que la escogí es sencilla, tiene un pequeño jardín delantero, ahí he decidido plantar hermosas flores para llenar el vacío.
Tomo la caja del suelo, es pequeña mi casa, pero hermosa a mis ojos, invertí en ella mis ahorros y parte de mi liquidación, así que tiene mucho significado para mí. Me quedo ahí de pie, observándola, pequeña y vacía. No sé cuánto tiempo tardaré en adaptarme a la soledad, a estar en silencio, en el frío de la noche sin nadie que me mime o me consuele cuando me ahogue el dolor.
Mis ojos se cristalizan, pero antes de dejarme llevar por esas emociones me adentro a casa con prisa. Cierro la puerta tras de mí, observo las paredes blancas en buen estado, los muebles desordenados, las cajas apiladas listas para ser desempacadas. Todo está hecho un desastre.
Dejo la caja en el suelo, paso mi mano por los cabellos indeciso, sin saber por dónde empezar a organizar. Si pongo mi empeño tal vez tarde dos días en acomodarme completamente, o más si Youngjae insiste en enviarme trabajo para distraerme. Siempre le voy a querer a ese idiota.
Decido empezar por mi habitación, necesito un sitio para dormir esta noche, subo las escaleras y observo el espacio. La cama que he adquirido está allí sin colchón ni cobijas, realmente tengo mucho trabajo.
Los minutos empiezan a transcurrir, voy a la sala y subo con dificultad el colchón, luego regreso por las cobijas y empiezo a darle vida a la habitación. Observo el armario, es perfecto para todas mis pertenencias. Empiezo a subir cajas llenar de chécheres que he acumulado en mi vida, esos detalles que me gusta conservar ocultos para verlos en momentos de desconcierto.
Vacío la caja sobre la cama, caen pequeñas cosas deterioradas con el tiempo. Y lo último que cae es un libro azul con cobertura de seda. Mi corazón se encoge al reconocer el contenido. Dejo caer la caja al suelo sin fuerzas, hago a un lado aquel libro y empiezo a organizar las cosas pequeñas en los cajones que he destinado para ellas.
Cada vez que tomo un recuerdo sonrío, algunas con amargura otras con sincera felicidad. Inevitablemente recuerdo como las he obtenido, y así mismo siento mi corazón terminar de destrozarse. Tomo un cuaderno abultado, se encuentra así porque en el guardo todas cartas que he recibido en mi vida. Con melancolía lo abro, hay unas de la universidad, la mayoría son de Sungmin... y de él.
Hay una servilleta doblada, no sé si reír o llorar, pero la tomo entre mis manos y la desdoblo.
Ryeowook, ¿quieres casarte conmigo?
Una oleada de dolor me envuelve, mi corazón se estruja y las lágrimas se acumulan en mis ojos. Esos sentimientos contra los que llevo años luchando aparecen, la decepción, la amargura, la soledad, la frustración. ¿Por qué no pude tener una felicidad completa? ¿Por qué?
Guardo de nuevo el papel viejo, el cuaderno lo dejo al fondo de un cajón, allí donde esos recuerdos no puedan lastimarme más de lo que ya hace mi mente. Termino de guardar, bajo por mi ropa y la empaco en su respectivo lugar.
Observo mi habitación, está un poco desocupada pero no importa, con el tiempo la llenaré. Tal vez compre un cuadro, Dalí suena bien.
Camino por el pequeño pasillo que compone la segunda planta, hay un baño, una habitación de huéspedes y mi estudio. ¿Ves? Es pequeña a pesar de ser de dos plantas. Bajo las escaleras y observo, tengo espacio para la sala-comedor, la cocina, un cuarto al fondo para el aseo y otro donde guardar lo que no utilizo.