Cuando estás en una situación como la mía dejas de hacer el amor, las noches se convierten en pruebas y los meses en resultados fallidos. Piensas cada momento en el día que debes hacerlo, en la postura, en el momento exacto en que la persona debe venirse dentro de ti para que esa semilla alcance su objetivo.
En eso nos convertimos Jong Woon y yo.
Más de una noche le insistí en que no debíamos hacerlo, en que quería estar con él sin reglas, pero no me escuchaba. Por momentos lograba entenderlo, yo deseaba tanto como él un hijo, deseaba formar nuestro hogar, pero la desesperación crecía cada día hasta alcanzar nuestros corazones.
Debí saber desde el principio que terminaríamos así. Creo que simplemente quise cerrar los ojos y confiar en que podíamos superarlo juntos, pero yo me quedé. Cuando pienso en el pasado, vienen a colación mis dos embarazos fallidos, esas esperanzas rotas, esas dos criaturas que no estuvieron en mis brazos. Para algunos podían ser simples fetos, unos seres incompletos, pero para mí eran mis hijos, tenían nombre, rostro y una vida planeada. Una vida rota.
Cuando era adolescente solía decir que no tendría hijos, sostenía que podía vivir una vida plena sin necesidad de ellos justificando el tedio que significaba tenerlos. Conocer a Jong Woon cambió mis expectativas, estar juntos cada día cambió mi manera de pensar, me hizo ver que quería formar un hogar lleno de amor, dar mi cariño a pequeñitos que me alegraran la vida y envejecer viéndolos crecer. Deseábamos llenarnos de orgullo, de lágrimas, de trasnochos, de palabras sabias para ellos. Queríamos brindar nuestro amor. Muchos dicen que los hijos son un problema, que no era tan malo lo que me sucedía, sin embargo, yo quería esos problemas.
Es diferente tomar la decisión de no tener hijos a no tener la capacidad de concebirlos. Saber que nunca vas a poder tener una vida allí dentro que comparta contigo duele, te rompe esperanzas, te daña, te desilusiona, te hace cuestionar sobre tu rol en el mundo, sobre tus capacidades.
No hay culpables, o tal vez en silencio culpo a todas las personas: A mis hermanos, más de una vez pensé que robaron mis capacidades, a mi madre que no me alimentó bien, a Jong Woon que no tenía cuidado de mí. A todos. Pero, finalmente, era sólo mi culpa.
La adopción. La pensamos, prometimos hacerlo si no resultaba, pero ya estábamos gastados, el amor se había fundido poco a poco a causa de la decepción. Además, era diferente. Es diferente tener a esa criatura en tus brazos, formar ese lazo en tu vientre, llenarte de antojos y lágrimas caprichosas que te torturan tanto como a tu esposo, vivir esa experiencia de engordar y sufrir los dolores.
¿Cuándo fue la última vez que hicimos el amor? No lo sé realmente, mi último embarazo falló hace un año y tres meses, así que debo contar desde el primero, hace dos años y cuatro meses. Pero, antes de eso ya teníamos cuidado de acostarnos, así que... lo mejor es olvidar. Ya ni sé de qué hablo.
Salgo de la casa con una leve sonrisa, han pasado dos semanas desde la visita indeseada de Jong Woon, tardé en recuperarme de ese encuentro, su presencia aviva las heridas, incluso recordarlo me afecta, pero procuro controlarme, pensar en que ya todo eso es pasado.
He pasado tiempo con Hyungsik, he ido a su casa y he tenido la dicha de conocer a su maravilloso esposo, Dongjun, un amor hecho carne. Son una pareja maravillosa, puedo decir que nos hemos convertido en cercanos, y agradezco que así sea, el aislamiento tampoco es sano para mí.
Ahora me dirijo a una cita con Hyungsik, él en cierta manera parece conocer mi momento de depresión y procura mantenerme distraído. Vamos al trabajo de Dongjun, que es el director de la escuela donde trabaja, para hacer visita. Lo hacemos de manera constante, me invita a su casa y preparamos una cena mientras vemos algún programa que nos haga reír o nos distraemos con pequeñas caminatas. Es mi amigo sin saberlo.