CAPITULO 1: Dos Tornados y un Ángel

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8 años después

ELIZABETH

Hacía un calor del infierno. Iba de regreso a Westport, un vecindario bastante tranquilo aquí en la ciudad de Kansas, que la mayoría de veces tenía un clima húmedo y frío, aunque hoy era la excepción. Estábamos en el mes de julio, el mes más caluroso del año por estas regiones, me dirigía a mi apartamento que quedaba en un alto edificio a las afueras y un poco alejado de la Universidad de Misuri.

Hoy había sido un día bastante pesado. Por poco, llegué tarde a la clase de Escritura Creativa con el Profesor Stevenson quién me dejó un reporte extra por el retraso. Aparte que a la hora del almuerzo, algún idiota decidió tirarme su refresco en cima que sí no es porque el Decano Jensen rondaba por allí, le hubiera atinado un buen golpe. Y el calor seguía siendo insoportable, prefería el frío.

Luego de unos 45 minutos más tarde, llegué al edificio. Aparqué mi moto en el sótano y me encaminé al elevador, saludé a la Señora Peters que pasaba barriendo por allí, subí al elevador y marqué el número del piso. Llegué al pasillo y me dirigí a la habitación 309, de mi mochila saqué un puñado de llaves, encontré la plateada y abrí la puerta.

Silencio. Había silencio. Fruncí el ceño, eso era raro. Con mis hermanos aquí metidos desde el mediodía era imposible que estuviera tan silencioso. Fui a la cocina, dejé mi mochila en la encimera y fui hacia mi habitación.

- ¡Ya llegué! - grité, pero nadie respondió.

Me encogí de hombros, tal vez el abuelo Eric los había llevado al parque. Seguí mi camino hacia mi habitación, abrí la puerta y entré. Todo estaba como lo había dejado antes de irme a la Universidad. Estaba impecablemente limpio y ordenado, como siempre. Nunca he sido fan del desorden. Me quité los zapatos y los dejé en su lugar, hice el amago de quitarme mi blusa cuando escuché un crujido. Agudicé mi oído y escuché otro. Los sonidos venían del armario.

Sonreí. De puntitas me acerqué sigilosamente antes de abrir las dos puertas del armario de sopetón.

- ¡Los encontré! - exclamé mientras veía como dos cuerpos caían desplomados desde adentro del armario.

- ¡Eso es injusto! Nunca podemos asustarte - dijo Simon quién se quitó de encima a April.

- Es tu culpa. Siempre no escondemos en los lugares más obvios - dijo April levantándose.

- Eso no es cierto. Esta vez fue tu idea, así que es tu culpa - dijo Simon señalándola.

April se cruzó de brazos indignada como si la estuvieran acusando de algo extremadamente grave. Abrió la boca para protestarle a su mellizo cuando yo la paré. Me dolía la cabeza y no quería separarlos por otra de sus discusiones.

- Ya paren, a la próxima piénselo mejor. Ahora díganme, ¿dónde esta el abuelo? - pregunté mientras volvía a la cocina y escuchaba dos pares de piernas seguirme.

- Fue a la panadería, dijo que enseguida volvía - contestó April.

- ¿Ya comieron? - pregunté, volviéndolos a ver. Los dos negaron con la cabeza. Sonreí. Era agradable verlos discutir y al rato, verlos de acuerdo en algo y abrazándose. Supongo que es un tipo de conexión melliza.

- ¿Les parece pasta?

- Sí. Nosotros pondremos la mesa. - contestaron los dos al mismo tiempo. A veces daba miedo que hicieran esas cosas, supongo que haberlos cuidado me acostumbró a esto.

La verdad estaba cansada, lo único que quería era tirarme en mi cama y quedarme en coma por lo menos una o dos semanas para poder recargar energías. Pero ellos me daban fuerzas, era lo que me instaba a seguir adelante y a no detenerme. La Universidad, las tareas, la renta, la comida, el Instituto de los Mellizos, los tratamientos del abuelo y sobre todo mi trabajo era lo que me tenía así. O tal vez el hecho de que apenas íbamos por la mitad de la semana y yo ya quería hacer una hibernación para nunca despertar. Gracias al cielo que tenía al abuelo, sin él tendría que buscar a una persona que cuidará a ese par de tornados y serían más gastos, además de que nadie los cuidaría como el lo hace. Amaba al abuelo con mi vida, es lo más cercano que tuve a un padre luego del accidente y la muerte de la abuela.

Recuerdo cuán destrozados quedamos. Pero él fue la luz y la fuerza que me instó a seguir adelante. La abuela me trató como a una hija propia y ahora cuido de mis hermanos y del abuelo como ella me enseñó a hacerlo. Con una mueca triste, seguí cortando los tomates para la salsa, mientras trataba de sonreír al escuchar a mis hermanos pelearse por quién ponía los vasos en el comedor. En eso, se escuchó la puerta del apartamento abrirse y unos pasos entrando a la cocina.

- Pequeña, eres mi salvación. No sabía que darles así que mejor esperé a la cocinera experta y fui por el pan - dijo mientras ponía las bolsas en la encimera y me sonreía - ¿Cómo te fue, pequeña? - pronunció, mientras se acercaba y me daba un beso en la mejilla.

- Bastante bien, abuelo. Ya sabes, lo mismo de siempre - dije, mientras servía la comida en los platos.

- Tu cara no dice lo mismo - dijo mientras me observaba, siempre con su clásica sonrisa. Tan bien que me conocía. Lo adoraba.

- Estoy bien, sólo un poco cansada - dije tratando de tranquilizarlo - Ve a sentarte, que ya voy a servir.

- Está bien, pero no te tardes que tengo hambre.

Reí mientras miraba como se encaminaba al comedor y se sentaba. Empecé a servir y nos sentamos como siempre hacíamos. Platicamos como una familia lo haría, April nos habló sobre una niña de su escuela que le había atinado un golpe a otro niño y Simon sobre un video juego nuevo que había visto en el camino de regreso a casa. El abuelo y yo escuchamos atentamente las historias y ocurrencias de estas dos criaturas que a pesar de que tuvieran doce años, eran increíbles.

Estaba consciente que tanto al abuelo como a mí, nos llenaban de esa energía bonita que nos hacía falta y nos daba la fuerza de seguir luchando. Trataba de sonreír y pasar el rato, pero al terminar de comer, fui a mi habitación y volvieron esas preocupaciones que tanto rondaban en mi cabeza. Eran muchas cosas de las que era responsable y claro, que el abuelo me ayudaba en lo que podía. Pero su salud era un tema preocupante, últimamente se agita muy rápido o le falta la respiración. Aunque él quiera negarlo yo sé que algo va mal en esto.

Pero después hablaré con él. Ahora para mí llega el momento más detestable del día.

La hora de ir al trabajo.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2017 ⏰

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