Recuerdo esa noche. Ese bus. El sabor de tus labios sobre los míos en el baño de varones. Me sabía tan fingido, tan irreal como tu respuesta del sábado pasado. Sí, sí el sábado del fin de semana pasado, cuando te encontré en el baño de la discoteca con aquel muchachito, semidesnudos. En tu cara se notaba el placer. Para mí no fue más. Cerré la puerta y trate de salir de ahí. Enseguida abriste la puerta, te arreglaste los pantalones y me seguiste. Abrí la puerta de la disco y en el pequeño descanso de la escalera que hay al salir. Me cogiste del brazo.
- ¡Nahuel! ¡Nahuel espera! – me dijiste e intentaste hacerme voltear.
- ¡Qué quieres explicarme! – me solté de un solo tirón y voltee - ¿Qué lo que vi es una mentira, un engaño? ¿Qué él te sedujo y tú no sabías qué hacer? Eso quieres explicarme.
- No Nahuel, cálmate, espera...
- ¡Ah!, no. ¡Ya sé! Tal vez el Señor me vas a decir que se encontraron en el baño por casualidad y él te sedujo.
- Sí, sí. Así fue amor. ¡Te lo juro!
- ¡Ay por favor, Héctor, no seas sínico! ¡Tú tienes 40 años y ese imbécil debe ser incluso más joven que yo! – Entonces de pronto, siento entender todo y abro los ojos como plato - ¡Ah claro! Es eso... ¿Verdad? ¡Claro! ¡Pero que imbécil soy! ¡Ahora lo comprendo todo!
- No, no Nahuel, no es lo que estás pensando.
- ¡Tú lo que querías era alguien más joven que yo! ¡Claro como ya tengo más de treinta, soy muy viejo para ti! ¿no? ¡Eres un puto de mierda Héctor! Pero sabes qué, voy a preguntarle a Cristina, a ver qué opina de todo esto. ¡Tal vez ya es hora que sepa el puto de marido que tiene!
De pronto tus ojos se llenan de una ira que nunca había conocido. Me das una cachetada, y luego me coges del cuello y me arrinconas contra la pared, trato de golpearte pero no alcanzo, la respiración se me va. El dolor es intenso y siento el sabor de la sangre en mi boca.
- ¡Mira, puto maricón de mierda, tu vuelves a nombrar a mi esposa y aquí mismo te mueres cabro de mierda! ¡Me has entendido! – De pronto, reaccionas al verme que me ahogo. La sangre mancha tu mano y me sueltas espantando. Con las justas puedo respirar y hablar – ¡Perdóname chiquito! ¡Perdóname amor! ¡No era mi intención! ¡Te lo juro! Pero con todo esto, me puse nervioso. ¡Es que no quiero perderte! Lo admito. Sí, las regué. Pero es que ese chibolo, te lo juro él me sedujo. ¡Nahuel, por favor perdóname! ¡Perdóname!
No lo pensé más, te aparte y baje las escaleras lo más rápido que pude. Abrí la puerta de la discoteca que da a la calle y me subí a una moto. Me fui a mi casa. No podía creer lo que paso, en la moto lloré. No por él, sino por mí. Por mi ingenuidad. Por verme maltratado y humillado de esa manera. Dos días después llegaste hasta mi departamento. Tocaste. Estabas borracho y me hiciste toda una escena. Gracias a Dios fue dentro del apartamento. Nadie vio cómo te quebraste, como lloraste. Parecías un niño pidiéndome perdón y explicándome porqué tenías esa doble vida. ¿Tú no sabes, Nahuel? me dijiste después de sollozar un rato sobre mi pecho. A ti tus padres te aceptan, te quieren. ¡Es más! Hasta te dieron hasta este depa en pleno corazón de la ciudad para hacer tu vida. En cambio yo, Nahuel, yo. Volviste a llorar, cogiste el vaso de wisky y bebiste, te limpiaste con la manga de tu camisa manga larga y casi ahogándote hablaste nuevamente: Tuve una vieja, que parecía sargento. ¡No! Ella era un cachaco militar. Con ella no se venían con huevadas, Nahuel. ¡Ella decía que era negro y negro era! Claro y como yo era el tercer hijo hombre no quería que le saliera cabro. ¡Un puto cabro que malograra la imagen de familia perfecta! ¡Ja ja ja! Esposa del dueño de un banco. Hijos con la mejor educación de la región y de una buena familia. ¿Un hijo gay? Eso era problema de otros, pero no de la ilustre y elegantísima familia Villar Sarmiento. En ese círculo familiar no se podía ser maricón. ¿Sabes por qué Nahuel? ¡Sabes por qué! Porque mi puto abuelo había sido militar, héroe de guerra. ¿Quién chucha conocía a mi abuelo?, me pregunte alguna vez. Para mi mala suerte media ciudad, un colegio con su nombre, una calle y una placita con su busto. Para remate un primo que se lanza de alcalde. Claro y yo: como había estudiado abogacía no podía ser la excepción. Así me transformo en el gran Doctor Héctor Villar Sarmiento, Juez Superior de la primera sala mixta de Sullana. Sin embargo algún Dios quiso jugarle una pasada a esa familia porque el Ilustrísimo Doctor Héctor Villar Sarmiento es gay. Es un puto homosexual que le gustan los hombres. Y no es que solo sea cabro, sino que encima se muere por los chibolos, los churres varoniles, que sean enfermeros, como tú Nahuel. En otras palabras, le gustas tú, y solo tú. En medio de ese mar de licor, me besaste, y aunque quise resistirme, no pude. Y no tuve la fuerza para hacerlo porque te amaba, porque te comprendía, porque conocía ese dolor, sabía lo que era ser rechazado. Tú, mi amado Héctor, no conoces todo de mí y ahora sé que nunca las sabrás. Esa noche lo hicimos como nunca, lo repetimos un par de veces, y me quisiste decir mil cosas. Y te dije al oído: ¡Shhhhh! No digas nada solo disfruta. Tú obedeciste y nos dejamos llevar. Por nuestros cuerpos, por nuestra pasión, por nuestra rabia contenida contra un mundo que juega con nosotros como le da la gana, a veces nos acepta, a veces nos rechaza.
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Los sueños de Venus: Nahuel, amante
Short StoryNahuel se encuentra a su novio en el baño de una discoteca con un amante, esta escena lo deja tan asombrado que decide abandonarlo, pero tras una breve reconciliación decide perdonarle,sin embargo, no todo será como se lo esperaba.