|Nightmare|

367 33 21
                                    

Él aparecía constantemente en mis sueños, haciéndome ver cosas aterradoras e inimaginables. Parecía querer torturar hasta el lugar más recóndito de mi mente, y al parecer, no mostraba ganas de detenerse.

Fueron tantas veces en las que vi morir a mis amigos de forma inhumana.
Tantas veces en las que derrame lágrimas de ira, tristeza, dolor, miedo.
Tantas veces en las que, yo, no podía hacer nada para detenerlo.

Siempre tenía la sensación de ser apuntada por una pistola, que muy a mi pesar, sabía perfectamente a quien pertenecía.

Al dueño de mis pesadillas.

A pesar de todo eso, siempre había algo que me desconcertaba por completo. Tanto así, que olvidaba el echo de que debía odiarlo, aborrecerlo, y mil y un sinónimos más.

Sus ojos.

Sus ojos demostraban un profundo arrepentimiento cuando intercambiabamos miradas. Parecía querer echarse para atrás cada vez que se acercaba a mí y terminaba, de un disparo, con mi vida. Pero, aún así, nunca perdía esa sonrisa, que comenzaba siendo malévola, para terminar siendo solo una torcida mueca irónica.

¿Por qué?, me preguntaba una y otra vez. Obviamente, no conseguía una respuesta para mi incógnita.

(...)

El terror me desgarraba.

No tenía idea en donde me encontraba y eso solo empeoraba las cosas. Al despertar pensé que me encontraría con ese ambiente familiar que daba el Mekakushi-dan, más solo había frío y un silencio abrumador. Fueron unos minutos en donde mi cuerpo no parecía querer responder a las acciones que mi cerebro mandaba. Los minutos más largos y escalofriantes de mi vida. Por alguna razón, todo estaba en completa oscuridad y solo se escuchaba la tormenta y los truenos que le acompañaban.

Mi ritmo cardíaco se aceleró y por consiguiente mi respiración comenzó a ser más atropellada, un sudor frío recorrió mi rostro y de un momento a otro, sentí mi garganta demasiado seca. Mis ojos se dirigieron a un punto específico de la habitación, tratando de captar la figura que se camuflaba con la negrura del lugar.

—¿Misaki-san?— esas voz suave y monótona logró apaciguar mi miedo. No se trataba de nadie menos que aquel sereno albino.

—Ah, Konoha-san— suspiré aliviada, mirandolo fijamente—.¿Qué haces aquí?— pregunté con curiosidad.

—Te oí gritar— respondió sencillamente, acercándose hasta quedar a un lado de la cama.

—Ah, entiendo.— cerré mis párpados un momento mientras inhalaba profundamente. Sonreí un poco y abrí mis ojos, mirándolo otra vez.—Gra-

Las palabras quedaron atoradas en la mitad de mi garganta y deje de respirar por un segundo, aturdida por el sentimiento que, otra vez, me estaba inundando por completo. Seguía sin poder mover siquiera un solo dedo, y eso solo empeoraba la situación, sumiendome en una gran desesperación.

—No pareces estar feliz de verme, Misaki-chan~— murmuró juguetón.

El susurro del mismísimo demonio.

—¡¿C-cómo...cómo es qué…?!

—No hace falta que lo sepas.—colocó su mano izquierda a un costado de mi cabeza y se acercó aún más. Traté de alejarme, aunque sólo logré correr mi rostro hacia un costado.

—Aléjate...¡Aléjate de mí...!

—Shh... No grites.— su mano derecha fue directo a mi mejilla, rozandola con sus dedos, que para mi terror, estaban cubiertos de sangre.—Oh, ¿estás asustada? Que rápido.— rió sombrío, deslizando su mano por mi cuello, dejando de paso un camino rojo y repulsivo.

Sí, sabía perfectamente a quien, o mejor dicho, a quienes pertenecía esa sangre que manchaba gran parte de su vestimenta.

Sentí su intenso agarre en mi tráquea. Traté de alejarlo, pero resultaba imposible en mi condición. El aire comenzaba a faltar y mi visión se empañó a causa de las lágrimas. Manchas negras hicieron mas mísera mi vista y poco a poco, mis ojos se cerraron sin mi consentimiento.





—¡No!

Desperté exaltada y con la respiración agitada. Miré para todas direcciones, tratando de ubicarlo a él. La luz que se filtraba por la ventana hizo que recobrara mis sentidos y me diera cuenta donde estaba. Suspiré profundo, dejando que los miedos se vayan.
Me senté en la cama y tapé mi boca con la mano, soltando un gran bostezo mientras me estiraba haciendo sonar levemente mis huesos. Y sin más, me levanté, rumbo al comedor.

—¡Ohayo~!, Misaki-chan— canturreó Kano, quien de repente apareció a un lado mío, posicionando una de sus manos en mi hombro.

—Oh, bueno días, Kano-kun.— le sonreí leve, devolviéndole el saludo. Por alguna razón se  quedo mirándome, por lo que puse una mueca confusa.—¿Sucede algo?

—Mhm~, nada importante—negó con su típica sonrisa surcada en sus labios—. Si necesitas hablar sobre eso, solo búscame.— y se alejó, yendo seguramente a buscar a Kido.

¿Kano sabía de mis constantes pesadillas? La pequeña insinuación me dejó en claro de que estaba al tanto de lo que me ocurría. Quizás, yo no era la única que tenía esa clase de sueños, pero la mayoría parecía estar como siempre, así que, ¿solo nosotros dos estábamos sufriendo eso?

Mis pasos me dirigieron al sillón, en donde se encontraba Konoha sentado, mirando a la nada hasta que se percató de mi presencia.

—Buenos días, Misaki-san— me saludó monótono.

A decir verdad, no lo conocía mucho, casi nada. Hacía muy poco que se había unido al Mekakushi-dan, y sumándole el echo de que hablaba poco, dificultaba el saber más acerca de él y su vida personal. Sí, sonaba como una entrometida, pero realmente me daba curiosidad.

—Buenos días.

Gracias a dios, el día pasó con tranquilidad, sin ningún percance de por medio. Eran pocos los días en donde compartíamos un ambiente todos juntos y disfrutábamos en familia. Pero, sabía que eso no dudaría para siempre.

(...)

Me fui a la cama, con la esperanza de que, está vez, las pesadillas no atacarán mi inconsciencia. Nada parecía molestarme hasta que sentí que alguien me miraba de una manera intensa.

El sobresaltó que atacó mi cuerpo me hizo despertar. Todo lo que veía era la nada, solo oscuridad. Y otra vez, no podía moverme.

—Veo que has dormido bien.

Me tensé inmediatamente al reconocer su voz. Era él, el causante de mis peores noches de sueño.

—N-no... ¡Esto es s-solo otra pesadilla...!— farbullé desesperada.

—Oh, no. Esto es la realidad~— susurró.

—N-no.— Estaba entrando en pánico y las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos.

—Oh~, que cara más divertida has puesto— se burló con una sonrisa malévola. Sus ojos amarillos me seguían observando mientras se acercaba cada vez más a mí. Tapó con su mano derecha mi boca, impidiéndome gritar y se inclinó hasta quedar a la altura de mi oreja—. No te preocupes, será rápido. No sentirás nada— me susurró. Se separó de mí y sonrió de una manera amarga.

Ah...esa mirada.

Sentí el metal frío del arma posicionada en mi sien. ¿Así se acabaría todo?, ¿sin poder decir o hacer nada, como siempre?, ¿qué hice mal?

—Dulces sueños...

sus ojos llenos de arrepentimiento fue lo último que vi, antes de escuchar el ruido sordo del disparo. Y a pesar de todo, no me importó que sea él la última imagen que captaron mis vías oculares.

Nightmare. |Kuroha|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora