Un sonido permanente, anunciaba que Louis Tomlinson había dejado de respirar. Había dejado el mundo sin cumplir sus sueños, y sus deseos. Harry, su novio, no lo creía. Se negaba a aceptar que su Boo había muerto. Él creía que era solo una broma pesada que le habían jugado. Pero no era así, Louis estaba muerto.
Harry lloraba. Y no era por la muerte de Louis. Era porque nadie le creía. Para él, Louis lo quizo asustar. Pero no era gracioso. Harry iba a retar a Louis por hacerle una broma de ese tipo, con la muerte no se molestaba.
Así que gritó. Gritó con la mayor fuerza que le dieran su garganta y sus pulmones. Lo llamó. Llamó a su amor, a Louis. Pidió que lo dejaran ver.
Harry se sentó al lado de la camilla que ofrecía el hospital de Doncaster. Y le dijo que dejara de bromear, porque ya estaba asustado. Asustado de la realidad. Le costaba creer que lo alejaran de Louis.
Anne lo llevó a su casa. Harry se negó. Quería ver como Louis se despertaba para poder retarlo como una mamá cuando su hijo se escapa de la casa. Su madre pronunció un cansado ‘Estas cansado Harry, necesitas dormir’. Harry aceptó, con la condición de que pudiera ver a Louis cuando despertara. Anne lo miró con ternura, convencida de que ya despertaría de su shock, y que aceptaría la realidad.
Harry no durmió esa noche. Estaba pensando en Louis. Estaría dormido? Se sentiría culpable por causa de su broma?
Al otro día, el celular abandonado de Louis recibió más de diez llamadas de parte de Harry. Mensajes preguntando si estaba bien, porque no respondía, que la broma no era graciosa o cosas así.
Harry fue a la plaza principal, puntualmente a las siete, la hora que solían juntarse los días sábados.
Louis faltó al evento, y Harry estaba enojado. Muy enojado. Louis lo había plantado y nunca lo había hecho. Estaba tan enojado, que fue directamente a la casa de Louis. Se haría escuchar.
Tocó el timbre. Esperó a que abrieran la puerta, y se sorprendió con la imagen de Johannah, la mama de Louis, empapada en lágrimas. Saludó, y la consoló sin preguntar la razón por la que lloraba. Cuando el llanto cesó, Harry preguntó por Louis. Johannah empezó a llorar nuevamente. Al no tener respuestas Harry gritó el nombre de su amado, para que saliera de su escondite. Johannah lo miró profundamente y lo comprendió: Harry estaba en shock.
Le dijo que regresara a casa, estaba oscuro, y era mejor evitar más problemas. Harry protestó. No iba a descansar hasta ver a Louis pedirle perdón.
Accedió a la opción de irse, con los ojos llorosos. Louis no le iba a pedir perdón.
Pasaron tres meses, y Harry aún no aceptaba la idea de Louis muerto. Comenzó a hablar solo, se imaginaba que Louis estaba con él. Y hasta ponía la mesa para él y Louis. Salía a comprar ropa para él, y siempre hacía comida para dos. Harry estaba loco. Se había alejado de todos sus amigos y familia. Y ellos lo sabían. Harry estaba mal.
Pasaron los días, y Harry se encontraba en un loquero. Le daban pastillas e inyecciones todas las noches. Lloraba porque lo habían alejado de su Boo. Lo habían tratado de loco, y él no estaba loco. Odiaba a todos en el psiquiátrico, porque pensaba que no lo entendían. Y no lo entendían, porque Louis lo era todo para él. Harry lo amaba, y por sobre todas las cosas, estaba Louis primero. Lo habían alejado del amor de su vida, de alguien muy especial para él. Los dos se amaban como nadie en el mundo. Y eso era lo único que importaba para Harry. Necesitaba verlo sonreír como lo hacía cuando estaba con él. Necesitaba tenerlo cerca, abrazarlo, besarlo, y decirle que lo perdonaba por la estúpida broma que le había hecho. Decirle que lo extrañaba, y que era su mundo.
Pero Louis estaba descansando eternamente, y Harry no lo aceptaba.
Pasó un año, y Harry no consumía alimentos. No por cuidar su figura, sino porque le faltaba apetito. Le faltaba Louis. Louis era todo lo que necesitaba para curarse. La vida no tenía sentido para Harry. No sin Louis a su lado.
Harry parecía un esqueleto. Ojeras por los suelos, tez pálida y sus ojos no irradiaban esa gracia que tenían antes del acontecimiento de Louis. A veces, solía desmayarse, la falta de nutrientes y sustancias fundamentales para el cuerpo, le hacían padecer algo parecido a la anemia.
Harry iba a toda especie de psiquiatras y psicólogos. Era el paciente más temido de todos los doctores. Se resistía a los tratamientos, nunca comía nada de lo que le dieran, y siempre se aislaba en su habitación.
Estaba mucho peor que al principio. Estaba al borde de la muerte, y eso lo sabían todos. Estaba muy mal, demasiado mal.
El cielo en Doncaster se volvió gris, y las nubes, avisaban que la lluvia estaba en camino.
Las mejillas de Harry estaban mojadas. Había llorado demasiado por Louis. Hasta había pensado a creer que Louis quería que los separaran. No soportaba más el hecho de estar en un maniático.
Sus defensas bajaron. Se debilitó cada una de las partes de su cuerpo. Se había desmayado, como de costumbre.
“Ven aquí Harry” “Ven conmigo” era lo único que podía escuchar. Las voces, lo estaban matando, pero a la misma vez, lo hacían querer irse con la conocida voz.
“Iré contigo” pronunció, antes de cerrar los ojos eternamente.