Día 7. Forbbiden Love

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Regina, al oír cerrarse la puerta suavemente, sonrió y se secó las manos, tras meter el último plato en el lavavajillas y se dirigió a la entrada. Caminó hacia el encuentro de su alma gemela y besó sus labios dulces, estrechándose en sus brazos fuertes y acogedores. Notó sus manos acariciar dulcemente su cuerpo y bajar hasta sus caderas, cerró los ojos y apoyó la cabeza en su pecho.

«Hola, amor» le dijo aquella voz profunda de la que había aprendido cada matiz.

«Hola, tesoro» murmuró ella, besando su mejilla «¿Cómo ha ido el trabajo?»

«Bien, a fin de cuentas...¿Tú? ¿Tienes algo que hacer esta tarde?»

«Sí...» se mordió el labio Regina «Ahora tengo que ir a la oficina de la sheriff. Tenemos que...hablar de un asunto burocrático. Pero, Robin, intentaré llegar pronto. Te lo prometo»

«Ok» dijo únicamente él, para después encogerse de hombros «Cuando vuelvas estaré aquí esperándote. ¿Roland?»

«Arriba con Henry. Están jugando a videojuegos» sonrió la morena «Ya han comido, así que no te preocupes. Nos vemos más tarde»

«Cuenta con ello» respondió el ex ladrón, besando a su mujer antes de que saliera, para después dirigirse a la cocina.

Regina suspiró y salió de casa, esperando olvidar pronto ese sentimiento de culpa que le estaba royendo el estómago.

«¡Emma...!» «¡Regina!» dijeron a la vez las dos mujeres, gimiendo de placer.

Sus cuerpos calientes y sudados estaban desnudos, pegados, vivos. Sus movimientos eran complementarios, lentos, precisos y cadenciosos. Sus gritos eran quedos, casi silenciosos, mientras el deseo era ahogado por los arañazos y golpes que, en lugar de hacerles daño, parecían curarlas de la monotonía que envolvía sus vidas separadas.

«Querría tenerte así siempre...» susurró la sheriff, aunque sabía que no era lo más apropiado mientras se estaban follando.

Así que, para no recibir respuesta por parte de Regina, la penetró con tres dedos y succionó su pezón. Lo mordió muchas veces, sin delicadeza alguna, recibiendo otro arañazo sobre el hombro. Pero, de todas maneras, respondió.

«Sabes que no puede ser, Em...¡ah!» exclamó Regina, al sentirse invadir por toda la mano de la rubia, cosa que no sucedía a menudo porque Emma siempre tenía miedo de hacerle demasiado daño.

De esa manera fue fácil para la rubia hacer que se corriera. Había sido rápido, pero intenso, como cada vez que lo hacían después de mucho tiempo. Regina emitió un largo gemido, que Emma ahogó en un besó hambriento y pasional.

«Estás sexy cuando orgasmas» rio Emma, lamiendo sus labios.

«¿Cuando...orgasmo?» pregunto Regina, enarcando una ceja, con una sonrisita divertida en el rostro «Es un verbo que no existe, ¿lo sabes, no, señorita Swan?»

«Oh, lo sé muy bien, pero deberían inventarlo solo para el modo en cómo gritas mi nombre» respondió pícaramente la rubia mientras le mordía el lóbulo y lamía el contorno de su oreja «Aún te necesito...»

«Debo volver a casa...» murmuró disgustada Regina «Robin me está esperando»

Como siempre que pronunciaba el nombre del marido, la mirada de Emma se mostró herida y frágil, así como llena de rabia. A Regina se le rompió el corazón al ver a su amante en ese estado, y le acarició la mejilla con dulzura.

«Mañana nos vemos» le prometió.

Emma asintió, sin añadir nada más. Y la morena le besó los labios con un ligero toque, para después bajar del escritorio de la sheriff, recoger la ropa del suelo y comenzar a vestirse. Emma se puso los estrechos vaqueros y las botas, para después buscar la camisa por toda la oficina, sin encontrarla en ninguna parte.

Seven days with Emma and ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora