El resto del día anterior era una completa laguna para mí. No pensaba en otra cosa que en el vídeo, anteponiendo ese pensamiento a las clases. En cuanto me desperté y me vi enfrentado a la realidad, tomé aliento, cogiendo la mochila y saliendo (aún con lo terrorífico que me pareciera) a la calle. Mis padres en este tema no opinaban, ya que ellos no creían que algo así pudiese pasar. No creían en que todo se podía desvanecer tan rápido.
Me encaminaba al instituto observando las desérticas calles del barrio. Me pareció normal ya que casi nadie salía a las siete y media, pero de todas formas había algo en el ambiente ese día que no me inspiraba nada bueno. La neblina cubría el instituto haciendo imposible que se pudiera ver algo.
El recibidor del instituto estaba repleto, algo común a esa hora. Había personas corriendo por el instituto. También era habitual. Me dirigía al laboratorio a paso ligero sin hacer mucho caso de lo que pasaba a mi alrededor.
El timbre sonó y los pasillos se pusieron aún más llenos si cabía. La gente se apelotonaba para entrar en el laboratorio (yo incluido) y nos adentramos en el aula listos para aprender algo más ese día.
-Buenos días, clase - saludó el profesor de biología, Marcus, al entrar con torpeza a la clase. Cuando un profesor saludaba a la clase, ésta solía saludar como le daba la gana. Algo divertido de ver y oír. Pero esa vez toda la clase contestó con un claro y rotundo:
-Buenos días
Marcus parecía algo despistado. Su típica gabardina negra ondeaba por el constante movimiento de su portador, lo que nos permitía ver qué llevaba bajo la gabardina. Sorpresa sorpresa, otra gabardina. Vale, no. Una camisa blanca relucía ante la luz de los fluorescentes de la clase. Su corbata roja resaltaba en ese blanco tan brillante. El negro, el blanco y el rojo era lo primero que veías de Marcus. Luego te fijabas en su cara, con esos rasgos afilados, ese cabello marrón ondulado tan característico y esa incipiente barba a lo Tony Stark. Sus ojos grises refulgían entusiastas al dirigirlos a nosotros
-Hoy vamos a realizar un estudio de lo último que ha pasado estos días. Ya sabéis que yo siempre os hago analizar los hechos actuales y no estudiar cuestiones que ya se han visto miles y miles de veces en los cursos anteriores - La clase asentía con energía. Marcus era de los únicos profesores que podían hacer estas proezas, junto con la profesora de literatura, una joven de hermosos rasgos y cabello cobrizo llamada Fleur, que, al igual que Marcus, le ponía mucho entusiasmo a lo que hacía.
-Por lo tanto, pondré en la pizarra los rasgos de las nuevas criaturas espeluznantes de Madrid, lo que nos concienciará de los peligros de esos otros humanoides... Los llamaremos "Los Otros", para no liarnos tanto, ¿ok? - mis compañeros volvieron a asentir, tomando sus hojas de papel y apuntando lo que empezaba a escribir Marcus en la pizarra
-Primero repasaremos sus características... La más visible, son una panda de babeantes y bobos babuinos. Las otras, como por ejemplo la pupila ramificada, los dientes amarillos, el deterioro de la piel, etcétera, las analizaremos a fondo más adelante. Una de esas características que nos puede salvar si vemos a uno de Los Otros es que son lentos. Muy, muyyy lentos. Claro, como se ve en las películas de George Romero, "los zombies no corren... caminan"- Marcus se permitió una débil sonrisa mientras apuntaba todo en la pizarra. Seguramente estaba pensando en lo divertidas que eran las películas de Romero.
-Vale. - Marcus se alejó un poco de la pizarra para admirar el esquema que había hecho. Paseó la mirada por la clase para asegurarse de que todos lo estuviesen copiando - Bueno, chicos. Nos vamos a permitir una pausa.- Se sentó en la cómoda silla de profesor que había en su mesa, balanceándola - Por cierto... ¿A vosotros no os acojona todo esto ni un poco?
- ¿El qué? - preguntó una de mis compañeras, Diana, observando la pizarra con incredulidad - ¿Que un profesor que normalmente explica las formas de vida corrientes esté enseñándonos cómo sobrevivir en un futuro cercano? Porque a mi no.
-Primero, con el apocalipsis que se está acercando puedo enseñar y analizar lo que me de la gana. Y segundo, no es eso lo que quería saber. Quería saber si no os acojonaba la idea de que todo el instituto se llenase de zombies en un intervalo de tiempo relativamente corto. O que uno de Los Otros irrumpiese en vuestra casa y devorase a toda vuestra familia. O que un bobo babuino se comiese a vuestra abuela. Ya me entendéis - intentó interpretar el ambiente de la clase para ver si había puesto nervioso por lo menos a alguien- ¿no? Qué chicos tan valientes...
- Pero eso no puede pasar, profesor. El ejército destruiría a Los Otros en cuanto uno se hubiese acercado a una zona mínimamente poblada.-Le cortó Dante, riendo
- ¿Pero y si el ejército ha sido el que ha ideado todo esto? ¿Y si no lo pueden parar con lanzas y piedras? Ese es el quid de la cuestión. Esto puede haber salido de cualquier parte. Tal vez de EEUU o de Rusia. Pero el caso es que nosotros estamos en medio, y eso es malo. Muy malo.- Marcus hacía un poco de percusión en la mesa con los dedos. El sonido del timbre recorrió el pasillo, indicando que la clase había terminado.
-Bueno clase. Para el próximo día, si no estáis todos muertos, o peor, viviendo el fin del mundo, quiero que analicéis la situación actual con todo lujo de detalles y que penséis en si mi opinión puede ser plausible. Hasta el próximo día - Marcus sonrió, y tras haber dejado de molestar el timbre, un débil sonido de gruñidos inundó la clase. Gruñidos que helaban la sangre. Gruñidos que ponían los pelos de punta. Gruñidos que... Bueno, ya me entendéis.
-Pero... ¿Qué coño es eso? - murmuró Irene, otra de mis compañeras. Casi no se le escuchó. El estrépito que causaban Los Otros era tan grande que casi no se escuchaban ni los gritos de mis compañeros. Menos mal que ellos por lo menos estaban en el piso de abajo
Inmediatamente, Marcus se levantó y sacó de su mochila una almadena. Por eso la mochila era tan jodidamente grande... Menudo cabronazo. Seguramente estaba pensando en dejarnos solos con unos no muertos. Al menos eso pensaba yo, no es que sea muy confiado con la gente que no conozco muy bien.
- ¡VENGA, LEVANTAOS! TODO EL MUNDO BAJO LAS MESAS Y SIN HACER NINGÚN RUIDO- le obedecimos. Por fin había un poco de calma en la clase. Fuera de ella todo era un descontrol. El estruendo de cráneos rompiéndose contra superficies sólidas, el sonido de huesos quebrándose y la dulce canción de los gritos del alumnado que había bajo nosotros dominaba el anterior silencio total del instituto.
Durante las próximas horas, Marcus estuvo paseando de un lado a otro del aula, cerrando ventanas, bajando persianas, tapando el cristal de la puerta del laboratorio... El profesor pulsó un pequeño botón que había en su cajón, el cual activó una especie de mecanismo que hizo que las ventanas y las puertas se cubriesen de un frío y seguro metal. A saber cuándo instalaron eso. Me preguntaba cómo es que no nos dimos cuenta antes.
Eran las doce de la noche. Manteníamos una charla despreocupada, simplemente para alejar la tensión de acero que se había apoderado del ambiente. Yo hablaba con mi grupo cerrado de amigos. Todos estábamos preocupados. Preocupados por nuestras familias o por nosotros mismos, no me paré a preguntarles. Y pensar que hacía tan sólo poco más de veinticuatro horas que hablaba de que Dead Rising era divertido... Eso no era divertido. Al menos eso era lo que pensaba en ese momento. Unos se pasaron la noche despiertos, como yo. Otros cayeron como troncos cuando el reloj dio las diez. Algunos se dormían y se despertaban progresivamente. Mis amigos estuvieron conmigo durante toda la noche, sin dormir, al igual que Marcus. Él estaba realmente mal. Me pregunté en qué o en quién estaba pensando. Veía cómo mis amigos daban cabezadas, sentía cómo yo mismo me caía sobre la mesa. Era hora de dormir. Mañana sería otro día...
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Cinco muertos, una bala
Science FictionSufrimiento. Terror. Muerte. Es lo que está pasando. Los muertos vuelven a la vida por razones desconocidas, muerden a la gente, haciendo que éstos se contagien y vaguen por ahí sin la más remota idea de qué hacen, qué comen. Un grupo de amigos de...