Home in my dreams.

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Sábanas blancas y perfumadas, un silencio ensordecedor, una brisa suave y los rayos de sol colándose por la ventana, me envuelven en una sensación de calma y tranquilidad que hace mucho no experimentaba.

Conozco esta habitación, había pasado demasiado tiempo en ella hace un par de años como para que se borre tan fácilmente de mis recuerdos. Y quizá nunca lo haga.

Me levanto lentamente, no quiero hacer ruido. Siento las piernas flojas, pero estoy bien.

En mi cabeza empiezan a pasar imágenes de cuando llegué a este lugar, pero de hace unos años atrás, cuando simplemente era un joven, uno que llegó con la esperanza de cumplir todos sus sueños y anhelos.

Camino por la habitación dirigiéndome hacia la puerta, mientras sigo recordando.

Todo está tal cual lo recuerdo, tal cual lo dejé cuando me fui, cuando todo se terminó.

El lugar es pequeño, pero aun así mantiene ese toque acogedor, aun lo mantiene, aun sigue siendo mi hogar, mi lugar en el mundo.

A un costado de la puerta de entrada veo las llaves de un coche, mi coche. Camino lentamente mientras continúo observando el espacio. Paso al lado de otra puerta, no es mi habitación, tampoco la entrada, lo sé muy bien. Me detengo frente a ella y coloco mi mano en el picaporte, pero no me atrevo a abrirla.

Una ola de recuerdos me vuelve a azotar, esta vez está él ahí.

Tan alegre y afable como siempre, sonriendo, con sus ojos chocolate brillando, tan gentiles y gráciles. Duele.

Me despego de ella tan rápido como puedo. Me siento vacío, solo, desprotegido, ya no me siento como en casa.

Tomo mis llaves y salgo tan rápido como puedo, con los ojos aguados y con la cabeza hecha un torbellino de recuerdos.

Mi coche está en su lugar de siempre. Entro en él y arranco lo más rápido que puedo, necesito alejarme de aquí.

Sé a dónde voy, necesito paz, necesito relajarme. El Pier de Santa Mónica.

Aparco en el primer lugar que encuentro y me bajo. No sé por qué estoy tan impaciente por llegar allí, simplemente quiero hacerlo algo me dice que tengo que llegar cuanto antes.

Comienzo a correr una vez me bajo del auto. La gente me mira, pero no me importa, sigo corriendo, necesito llegar.

Y lo hago.

Y allí estaba él.

Mi pulso se acelera, pero no me puedo mover. Intento abrir la boca, pero mi cuerpo no reacciona.

Me observa, sus ojos siguen igual, el mismo color chocolate, tan dulces y efímeramente infinitos como siempre.

Inconscientemente comienzo a caminar lentamente, él también lo hace, y en un momento ya estoy envuelto en sus brazos.

Mi pulso se normalizó, mis ojos están secos, mi cabeza está en blanco. Me siento flotando como en una nube. Ya no escucho a la gente ni el sonido de las olas rompiéndose en la orilla, solo el ritmo de nuestros corazones acompasados.

La paz que sentía en aquel apartamento vuelve a mi, la sensación de sentirme protegido y en paz. La sensación de estar en casa.

Porque él lo es, él es mi casa, mi hogar, mi lugar en el mundo. Él me da paz y protección, con tan solo una mirada, con tan solo un roce.

Y en ese momento sé que esto no es real, que esto es un sueño, efímero y fugaz, pero se siente tan real que duele.

Porque él es así, tan efímero, fugaz, intenso y real como un sueño.

Él, mi mejor sueño, pero al mismo tiempo, el que más me duele, porque ningún sueño es eterno, ni nosotros somos eternos.

Y me despierto, él ya no estaba ahí. Me encuentro solo, sin la calidez y paz que él me transmite y que yo jamás podré olvidar. Otra vez lo perdí, otra vez se fue.

Pero no importa cuánto tiempo pase, siempre vuelve a aparecer en mis sueños.

Porque ahí es el único lugar en el que puedo recuperarlo, el único lugar en el que puedo volver a mi hogar.

Él es mi hogar en mis sueños.

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⏰ Última actualización: Feb 09, 2017 ⏰

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