Kintsugi

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La mañana llega y yo apenas he dormido, pasa alrededor de una hora hasta que  consigo juntar las fuerzas necesarias para levantarme, mi cuerpo se resiente, me duelen la espalda y el vientre. Pero eso no es nada comparado al vacío que pesa en mi pecho.

He vuelto a soñar contigo, Javi, pero esta vez solo hubo miedo, dolor y lágrimas.

Entro al baño a asearme y me quito la ropa que no me molesté en cambiarme anoche al llegar a casa. En el espejo, mi rostro demacrado me devuelve la mirada, mis ojos están hinchados por el llanto y sombreados de ojeras, hay marcas en mi cuello y más abajo, un gran hematoma amarillento marca el punto donde tu puño descargó todo el odio que ahora sientes hacia mí.

Mis ojos vuelven a nublarse una vez más llenos de lágrimas que se desbordan sin que yo pueda hacer nada, mis hombros se contraen violentamente por el llanto y mis manos tiemblan al recordar tus palabras. Estoy roto, Javi, tú me has roto.

Respiro hondo y cierro los ojos para calmarme, entro a la ducha y pronto el agua caliente se ocupa de lavar mis lágrimas, mi cuerpo aún se siente pesado y el calor del agua no basta para relajarme.  Pronto he terminado de lavarme y ya no tengo más que hacer en el baño.

Me visto intentando cubrir las marcas en mi cuello. No quiero ir a entrenar, no quiero encontrarme contigo, ahora tengo miedo de lo que puedas hacerme, Javi. Debería olvidarte ahora ¿no? ¿Se supone que olvide todos los momentos que hemos pasado juntos? ¿Debo olvidar el calor de tus abrazos, o el brillo de tus sonrisas? No quiero, Javi, no quiero olvidarme de ti, no quiero que todo termine aquí, aun así, te amo tanto...

El tono de llamadas de mi teléfono me sobresalta, es Brian-san. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo tarde que es.

—    Moshi moshi — Ups, japonés de nuevo — Brian-san...

—    ¡Yuzu, chiquillo! — Me saluda jovialmente — ¿Te has quedado dormido? La práctica comenzó hace un momento

—    Ah... lo siento, yo... no me siento bien hoy, discúlpeme por no avisarle — hago una reverencia por costumbre... me siento un poco tonto al darme cuenta que Brian-san no puede verla.

—    Hmmp... está bien — No terminas de creerme ¿verdad? — Descansa por hoy, Yuzu, pero mañana tendrás que trabajar más ¿de acuerdo? El Cuatro Continentes está a la vuelta de la esquina.

—    Hai~ — oh... el Cuatro Continentes — emm Brian-san ¿puedo pasar más tarde? Quisiera ver a Kikuchi-san esta tarde.

—     Sí, claro, nos vemos más tarde entonces, Yuzu

—    Hasta más tarde, Brian-san — me despido, supongo que más tarde tendré que contarle lo de Javi, si es que no lo sospecha ya

Lo siguiente que hago es llamar a Kikuchi-san para arreglar una cita esta tarde, me preocupan los golpes que me diste y como vallan a afectarme en el próximo campeonato. Lo que paso anoche, había borrado por completo el Cuatro Continentes de mi mente...

Y pensar que había elegido patinar Notte Stellata...

—    Moshi moshi, Yuzuru-kun — me contesta Kikuchi-san

—    Buen día, Kikushi-san — le saludo hablando libremente en japonés —quisiera reunirme con usted ¿puede ser esta tarde? Tengo algunas molestias...

—    Claro, pero, Yuzuru-kun ¿vas a contarme que más ocurre? No estas hoy en la práctica — como siempre me lee como un libro abierto — y no creo que sea solo por un resfriado...

—    Eh... yo... no quisiera hablar de eso por teléfono... — mi voz amenaza con quebrarse si intento pronunciar tu nombre en voz alta.

—    Bien, te espero hoy a la tarde, y vas a tener que contarme todo ¿de acuerdo?

—    Hai~ muchas gracias Kikuchi-san — me despido y corto la llamada, me espera una larga conversación con Kikuchi-san.

Ya pasa del medio día y aún no he comido nada, me levanto y voy a la cocina a prepararme algo ligero.

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Ya en el despacho de Kikuchi-san, me invita  tomar asiento en el sofá, y me ofrece té antes de sentarse a mi lado, he intentado arreglarme para lucir como siempre, pero mi fachada no tiene éxito a los ojos de Kikuchi-san, él espera en silencio a que comience mi historia.

Guardo silencio, mientras junto fuerzas para lo que voy a decir ahora.

Y entonces comienzo a hablar.

Hablo de un amor imposible, de un amor intenso y puro, que no necesitaba más que tu felicidad para alimentarse. Hablo de lágrimas derramadas, de los celos y de la voz que les callaba, recordándome que la fuente de tus  sonrisas era ella. Hablo de la canción de amor que elegiste para ella, de todas las veces que desee estar en su lugar, de todas las veces que, en solitario, practique sus pasos, soñando que patinabas a mi lado. Y luego, le hablo de un corazón roto, que me hizo pedazos en un momento. Le hablo de tus miradas cargadas de veneno, de tus insultos y de las palabras que calaron en mi pecho, hiriéndome allí donde no sé cómo sanar. Y dudo, por un momento de hablarle de tus golpes, no quiero meterte en problemas, Javi, Aun después de todo quiero seguir cuidándote.

Mi relato termina entre lágrimas y temblores y cubro mi rostro con mis manos para acallar mis sollozos. Siento entonces una mano en mi hombro y levanto la vista para encontrarme con los ojos ambles del anciano, que me sonríe y frota mi espalda con cariño.

—    Kintsugi — dice — Yuzu-kun, cuando algo ha sufrido daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso y por eso se repara rellenado sus grieta con oro, en lugar de tratar de ocultar sus defectos y roturas, estas se acentúan y celebran, ya que se han convertido en la prueba de su imperfección y fragilidad, pero también de su resiliencia, de su capacidad de recuperarse y de volverse más fuertes.

>> Ahora, tú debes hacer lo mismo con tu corazón, Yuzu-kun, debes llenar las grietas con oro, con momentos de felicidad y con el cariño de todas las personas que te aprecian, no estás solo, Yuzu, y eres demasiado joven para dejarte envenenar por la tristeza ¿de acuerdo?

—    Kikuchi-san... — Tendré que poder sanar sin ti, Javi. Solo espero tener la fuerza para lograrlo...

—    Bien, ahora seca esas lágrimas y ven — dice levantándose y caminando hacia la camilla en el centro de la habitación — tengo que revisarte esos golpes.

Kintsugi... El arte de hacer fuerte y bello lo frágil.

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N.d.A: Akira Kikuchi es el terapeuta y entrenador espiritual de Yuzu, sí, el viejito que le acompaña a todas partes

Me gusta pensar que a Yuzu se le olvida hablar en inglés cuando se pone nervioso así que  todo lo que este en cursiva son palabras en japonés

Este capítulo va dedicado a.... ¡BibianNest! porque sí, a Yuzu no le toca sufrir tanto mas

¡Gracias a todos por leer! Y por hacerme tan feliz con sus comentarios ¡Los quiero!

Nuevamente dedicare el próximo capítulo a la persona que más se acerque a lo que va a pasar ¡Quiero leer sus comentarios y sus teorías más locas!

Eres TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora