Al finalizar la semana, estuve contento de no haberme cruzado con el tal Jimin. Bueno, no dejé que el destino decidiera. Había dejado de salir del aula en el receso y solamente me disponía a almorzar lejos del café en horas libres. También evitaba tardar mucho en el baño y en estar con Lalisa cuando ella trataba de coquetear con la pequeña de cabello naranjo.
Me aislé un poco de mi rutina colegial, pero valió la pena. Ni siquiera había logrado contacto visual con aquel chico.
Y con tan solo recordarlo, me daban escalofríos. No sabía si eran vómitos o mareos. Algo me incomodaba demasiado al resucitar el recuerdo de sus ojos profundamente marrones, con un gran brillo excepcional que no se veía en cualquier persona corriente.
Mis pensamientos se desvanecieron al escuchar el tono de mi celular, el cual me alertaba que ya había terminado mi hora de correr.
Con un pequeño revuelto en el estómago, ubiqué el primer banco en el parque y me senté con cuidado de no hacerlo sobre algún regalo de paloma.
En los siguientes minutos, solo me dispuse a observar sin ningún problema.
Entonces, fue cuando la vi.
No parecía ser una chica cualquiera. Tenía el cabello castaño claro y un conjunto que en verdad decía "mírenme, estoy aquí". No fue difícil pegar los ojos en su cuerpo, tampoco. Lo único malo era su pecho plano. Aunque, honestamente, era una de las personas más guapas que había visto en el parque en un fin de semana. Había grandes probabilidades de que los weekends se convirtieran en mis mejores días desde hoy.
No me levanté del banco, sino que seguí curioseando su físico... y su mascota.
Al final de todo, me había percatado de su... ¿zarigüeya? No supe realmente. Era una especie de rata alargada con cuatro patas y no me interesó más. Es decir, ¿a quién le importa la mascota? ¡Las chicas valen oro!
En cuanto despegué mis ojos de su perro-rata, noté que ella también me estaba examinando.
Sonreí como Lalisa me había aconsejado y la saludé con la mano.
Ella me devolvió la sonrisa y caminó hacia mí. Comencé a sentirme nervioso mientras más se aproximaba. ¿Tal vez era demasiado bonita para mí?
―Hola ―saludó.
―Hey. ¿Qué tal? ―pregunté. Miré a su mascota tratando de parecer interesado―. ¿Es tuya?
―Sí. Es mi hurón. Se llama Jungkookie.
¿Eso había sido una pura coincidencia? Esperaba que sí. Es decir, ¿yo como perro-rata de alguien? ¡Por favor!
―Vaya. Igual que yo ―comenté.
―Q-qué coincidencia.
―¿Cómo te llamas?
―Jennie ―respondió. Se sentó a mi lado en el banco y volvió a sonreírme.
―¿Puedo ponerle a mi mascota Jennie? ―bromeé.
Sus mejillas se volvieron rojas. Negó con la cabeza y colocó al hurón entre sus brazos, como un pequeño bebé.
Me pregunté si todas las chicas de su clase eran así. No llegué a conocer con detalle a mis damas, por así decir. Lo máximo que logré con una chica fueron solo cinco días. Todas ellas me dejaban con la simple excusa de que era demasiado bruto y celoso para su gusto. ¿Acaso a las chicas no les gustaba que sus novios les celaran?
En el pequeño silencio que se sostuvo en el aire, me di el gusto de notar más sus cualidades, hasta tal punto de fijarme en un pequeño lunar en su cuello y en el color de sus ojos.
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Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besos [Kookmin]
FanficJeon Jungkook es homofóbico desde los seis años; edad, en la que encontró a su padre con otro hombre. Gracias a ese traumático encuentro, cada vez que Kook ve a dos hombres abrazándose, besándose o mirándose fijamente, tiene náuseas. Aunque, obviame...