NO CREO EN EL AMOR

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Los días pasaron y mi vida regresaba a la normalidad, me encontraba en el colegio, escuchando un profesor de cálculo que lucía aburrido mientras explicaba el tema y yo trataba de ponerle atención, aunque en realidad mi mente se enfocaba en Nitzia, Lizbeth y Silvana que me miraban y luego soltaban risitas, quería ignorarlas pero reían tan fuerte y era tan obvio que se estaban burlando  de mí, que me resultaba imposible,
Ana se había dado cuenta también y las fulminaba con la mirada, habían estado así desde que comenzó el año y Raúl se había interesado en mi, la verdad nunca estaba segura de porque, no creía ser su tipo, parecía el chico que solo sale con rubias plásticas que buscan sexo en la primera cita, y asi las llamábamos, plásticas, porque se ponian tanto maquillaje que parecían hechas de plástico.

—Camille, ¿quisieras pasar a explicar el siguiente problema? — me dijo Carlos, el profesor de mate, un día que me ofrecí a resolver un problema y desde entonces, siempre que podía me hacia pasar al pizarrón a resolver mas.

No tuve mas remedio que levantarme y cuando lo hice las tres rieron y una dijo con voz lo suficientemente alta para que la escuchara todo el grupo.

—Aparte de zorra, la lamehuevos de los profesores— y todos soltaron una risita, sin embargo el profesor que ya era algo viejo no escuchó el comentario y para colmo yo me sonrojé hasta la médula y pude ver como Ana se estiraba desde su pupitre lista para jalarle el cabello a la plástica, cuando Raul dice de pronto.

—Lizbeth aquí las únicas que te imitan son las que tienes ala derecha—dijo mientras veía a Nitzia y Silvana y ella lucía tan estupefacta de lo que había dicho Raul, como yo de que lo hubiera entendido, al igual que toda la clase, excepto Ana que se acomodó de nuevo en su lugar, satisfecha, hasta que literalmente salvada por la campana pude salir de ahí.

Ese día me fui a casa temprano porque no podía soportar una clase mas y mientras buscaba mis llaves, ví como un lujoso auto se estacionaba en nuestra cochera, hasta que pude distinguir a Icker que se bajo del coche.

—Hola Camille ¿Como te encuentras?— me dijo con una medía sonrisa, vestía un traje negro con una corbata azul, mientras yo lucía estúpida con mi falda a cuadros roja que ya me quedaba pequeña y la playera del colegio.

Me encontraba fatal pero en cambio le dije tímidamente
—Estoy muy bien, gracias—

–Oh, déjame ayudarte— dijo mientras tomaba mi bolsa para que yo pudiera buscar la llave en mi cartera.

—Gracias— fue lo unico que pude decir.

Finalmente abrí la puerta y lo invité a pasar.

—¿No está tu padre?—me dijo al ver que la casa estaba en un absoluto silencio.

—No, pero no debe tardar ¿Quiere agua o jugo?—le dije mientras yo me servía jugo.

—No te preocupes, estoy bien
Vi que traía en la mano Historia de dos ciudades de Charles Dickens, uno de mis libros favoritos y sin poder aguantar mi curiosidad le pregunte talvez muy directamente.

—¿Te gusta leer? — la verdad era que no me lo imaginaba leyendo algo como Historia de dos ciudades, talvez pensé en títulos como: Como ser un mejor negociante, o Hazte millonario en 2 pasos.
—Porsupuesto, ¿ Y a ti? —me dijo también curioso.

—Si, Charles Dickens es de mis escritores favoritos—dije pensando ahora en la disputa entre Inglaterra y Francia de aquellos años.
—¿Enserio?, me sorprende que alguien de tu edad disfrute de clásicos como Charles Dickens—dijo verdaderamente maravillado.

—Soy de mente vieja— y era verdad, tenía una debilidad por las novelas ambientadas en Inglaterra en el siglo XVIII y hasta ahora no había conocido a nadie que también le gustasen.

Y de pronto curioso me dijo :
—Y si es solo uno de tus libros favoritos, ¿Cual es tu preferido?—

—elegir un libro favorito es como elegir entre mis padres— le dije honestamente, él, a modo de respuesta, me preguntó divertido:

—¿Porque no puedes elegir solo a uno?—

—No, en realidad es porque si tienes un favorito, pero cuando dices la razón alguien sale decepcionado— y era verdad, a todo aquel que le había dicho la razón de que mi libro favorito fuera mi favorito se había decepcionado, incluso mi padre.

—Dímelo, prometo no descepcionarme de la razón de tu elección— dijo seguro.

—¿Y qué pasa si en realidad te decepciona?— dije también segura

—¿Que quieres apostar?—me dijo en tono juguetón

Y en ese momento tuve el mundo en mis manos, sabiendo que ganaría aquella apuesta y podría tener lo que quisiera, pero lo único que se me ocurrió decir fue
—¿Una vuelta en tu jaguar?— le dije bromeando mientras miraba el convertible estacionado en la cochera, que hacía tanto contraste con los carros de a lado.

El solo se rió y me dijo:
—Trato hecho, ahora dime cuál es tu libro favorito y porqué—

—¿De verdad no te imaginas cual?

—¿Orgullo y prejuicio de Jane
Austen?

—No, me gustó, pero no soy tan cliché

—¿Romeo y Julieta?

—Estás bastante lejos

—De acuerdo me rindo

—Ana Karenina— le digo retadora

—Una obra maestra, pero ¿porque es tu favorita?

—Simplemente porque es realista

—¿Realista? es bastante trágica

—A eso me refiero, el amor es solo algo abstracto, una simple ilusión

Me miró estupefacto

—¿Cuando podré dar esa vuelta?—le dije triunfante

—Ahora mismo, si así quieres, pero no puedo creer que pienses eso, ¿ni si quiera crees en el amor de tus padres?

—No, creo que es solo una ilusión que motiva a los seres humanos a seguir con sus vidas.

—Eso tiene que cambiar—
dijo seguro de si mismo

Y después de todo, el tenía razón..

"No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas"
–Paulo Coehlo

Enamorada del jefe de mi padre Where stories live. Discover now