Lágrimas de colores

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Cogí uno de los lápices de colores y comencé a trazar diferentes líneas en diferentes direcciones dejando el papel lleno de figuras de todos tipos. Los diferentes colores pasaban ágilmente sobre el papel dejando a su paso todo de caminos a mundo increíbles. 

El azul trazaba unas hermosas y blandas nubes mientras que el verde trazaba a su paso un bonito campo aun mojado por la lluvia de hacia solo unas horas. Un brillante sol amarillo se alzaba en el cielo iluminándolo todo y resplandeciendo con una luz cegadora. 

Dejé los lápices de colores a un lado de mi cama y contemplé orgulloso mi dibujo. La mayoría de la gente se extrañaba de que un chico de solo 6 años le gustara tanto pintar, pero para mi siempre había sido algo especial.

- ¿Que estas dibujando, hijo? – dijo una dulce voz a mis espaldas. Sonreí al escucharla y me giré para mirar a mi madre con su precioso pelo rojizo y sus ojos color café observándome divertida al lado de la ventana de mi habitación. Se acercó a la cama donde yo estaba sentado junto a unos cuantos papeles y colores.

- Mira, - le indique señalando el dibujo, -esta eres tu, y estos dos – señale orgulloso a dos otras figuras – somos papá y yo.

- Es precioso cariño – contestó con una sonrisa triste acariciando el papel. Miré a mi madre en silencio, mi sonrisa había desaparecido igual que la de ella, nos miramos a los ojos durante unos cuantos segundos.

- Por favor, mama. Vuelve... 

- Dante... Sabes que yo también quiero eso. Pero no puedo, ojala pudiera. – nos volvimos a quedar los dos en silencio. Quería gritarle que volviera, cogerla del brazo y no dejarla ir, abrazarme bien fuerte a ella mientras me decía que todo iba a estar bien, que pronto volvería a casa. Pero no hice ninguna de esas cosas.

- Papa y yo te echamos de menos.

- Yo también a vosotros. No hay día que no piense en eso. 

- ¿Entonces?, ¿porque no vuelves?

- Yo... - me desperté al sentir las lagrimas bajando por mis mejillas. Todo había sido un sueño, un estúpido sueño.

Con un rápido movimiento me saque las lagrimas con la manga de la camiseta que usaba para dormir y di un salto fuera de la cama haciendo crujir el suelo de madera vieja a mis pies. El pasillo se veía oscuro como un pozo negro. La poca iluminación que había se debía a los débiles rayos plateados que entraban por la ventana. 

Me dirigí hacia la cocina con la intención de beber un buen vaso de agua. Sentía mi garganta seca como una roca.

Arrastré la silla que se encontraba al lado de la puerta hasta la estantería donde papá guardaba los objetos delicados y cogí un pequeño vaso de vidrio

Al bajar divisé a mi padre mirándome apenado desde la puerta. Se debía de haber despertado por el ruido de la silla siendo arrastrada. Me acerqué a él aun con el vaso en la mano.

- Deja que te ayude – fue lo único que dijo. Cogió el vaso que se encontraba entre mis pequeñas y frías manos y se acerco a la repisa en busca de la botella de agua. Me llenó el vaso en silencio.

- Hecho de menos a mamá, - dije mirando como se acercaba a mi con el baso lleno y me lo entregaba - ¿Tu también has soñado con ella? La hecho tantísimo de menos.

Me termine de un trago el agua del vaso y lo miré en silencio, el me devolvió la mirada. Al cabo de unos segundos yo estaba entre sus brazos en un abrazo, me sujetaba fuertemente de una que los huesos me comenzaban a doler, parecía como si tuviera miedo de dejarme ir. Pero le devolví el abrazo encantado, mientras las lagrimas amenazaban a salir otra vez.

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