~Capítulo Dos~

18 4 4
                                    


Me desperté aún en la cama, con la pierna apoyada sobre unos cojines, ya vendada, aunque seguía doliendo bastante. No llevaba mi ropa, sino una camisa, de Liam, quien entró y sonrió al verme despierta, otra vez esa sonrisa. Me dijo que estaba lavando mi ropa, y mientras llevaría esa camisa, y yo asentí, distraída mirando la camisa. Tras unos instantes, se acercó y se sentó a mi lado.

-¿Qué tal, dormilona?

-¿Dormilona? -fruncí el ceño.

-Llevas durmiendo dos días -respondió él, recolocando los cojines en su sitio y mirándome a la cara. Estaba tan cerca de mí que podía ver con toda claridad sus ojos, que ahora más que verdes parecían del color del mar. Los más bonitos que he visto en mi vida.

-Ah -dije, sacudiendo la cabeza para salir del aturdimiento en el que me encontraba-. Sí, estoy mejor -sonreí levemente, sonrojándome, ¿Qué demonios? Tú nunca te pondrías así por un chico, pensé, pero con Liam sentía algo... diferente-. Gracias.

Me costaba dar las gracias, es algo que me pasa desde pequeña, peo es que me da mucha rabia. Él pareció darse cuenta de la tensión y se acercó más a mí, aunque esta vez no juntó tanto nuestras caras.

-No las des, era lo mínimo que podía hacer para que me perdonaras.

-¿Por qué tendría que perdonarte? -pregunté, extrañada.

-El agujero -respondió-. Lo hice yo. Es una de mis trampas, para conseguir comida. Siento que te hayas hecho eso por mi culpa.

-No... no importa -murmuré, mirándole a los ojos.

Él me dedicó otra de sus deslumbrantes sonrisas y se levantó.

-Tengo que irme.

-¿A dónde? -pregunté.

-A trabajar. A parte de cazar, que como ves no se me da muy bien, hago pequeños trabajos para poder comer y pagar las deudas.

-¿Qué clase de trabajos? -insistí, alzando las cejas.

-Eres cabezota, eh -levantó las comisuras de sus rosados labios-. Pues... soy dependiente en una tiendecita y...

-¿Y qué?

-Pensarás mal de mi.

-Después de todo lo que me ha pasado, ¿crees que me importará? Yo tampoco es que tenga un pasado brillante.

-Vale, vale. Digamos que... Consigo cosas a la gente a cambio de dinero.

-¿Drogas?

-Y más cosas, pero sí, sobretodo drogas -parecía incómodo.

-No te preocupes, hablar de eso con una drogadicta no te hace quedar tan mal.

-¿Te drogas?

-Sí, ¿algún problema? -fruncí el ceño.

-No, que... no sé, no te veía haciéndolo.

-¿Crees que yo te veía a ti como un traficante?

-N-no, supongo... -forzó una sonrisa-. Tengo que irme ya. Volveré en unas horas, toma mis cascos, puedes escuchar música o algo -me dijo tendiéndome unos descoloridos cascos-. Y no te muevas mucho.

-Vale -asentí, cogiendo los cascos y sentándome-. Hasta luego.

Milagrosamente sus gustos musicales eras muy similares a los míos, por no decir idénticos. Me pasé horas escuchando música, y cuando llegó Liam me los quitó divertido y se los puso.

-Rape Me eh -sonrió-. A mi tampoco me importaría que me violaras, ¿sabes? -comentó.

-¿En serio? -enarqué una ceja, divertida.

-Claro -respondió como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Pasaron días, una semana y tres días, para ser exactos. Liam se iba a trabajar, como siempre, y me dejó sola. Hacía cuatro días que no podía ni quería dormir, pero los cascos se habían quedado sin batería y no podía levantarme a cargarlos, y se me olvidó decírselo antes de que saliera por la puerta, así que me tumbé, cerré los ojos y el cansancio me pudo.

Me sumergí en un profundo sueño. Soñé con que estaba metida en una jaula y no podía salir. Los barrotes no hacían más que encogerse, y me atrapaban en el interior. Estaba muy herida, y el metal se me incrustaba en todas y cada una de las heridas, arrancándome gritos y súplicas. Creo que nunca había sentido tanto dolor. Todos mis huesos crujieron a la vez y ahogué un roto grito, mientras lágrimas rodaban por mis mejillas. Noté un golpe y una sacudida y abrí los ojos de golpe. Estaba tirada en el suelo, con alguien al lado sujetándome la cara, estaba temblando.

-¡Ser! -era Liam, que me miraba preocupado-. ¿Qué te pasa? Te has puesto a gritar y sudar, estás ardiendo.

-No... no sé -contesté ruborizándome, había quedado como una débil-. Una pesadilla... y...

Y me callé. ¿Por qué? Porque él me paró agarrándome de la nuca y juntando nuestros labios en un profundo beso, mi primer beso. Tras unos segundos él se separó, rojo como un tomate.

-Lo...lo siento -masculló, avergonzado, y yo lo pegué contra mí, sumiéndonos en otro beso, este bastante más largo.

-No lo sientas -sonreí, y él me pegó contra sí.

-Me tienes preocupado -dijo, cambiando de tema-. La caída de la cama no creo que haya sido muy buena para tu pierna, y los mareos no son buena señal.

-¿Qué quiere decir, doctor? -dije, rodando los ojos.

-Que te vistas, que nos vamos al hospital.

Parecía que lo que había ocurrido hace unos minutos se le hubiera borrado de la mente. Luego quizá con otro beso se despejaría, y los dos aclararíamos nuestras dudas. Yo nunca me había comportado de aquella manera con un chico, y agh, me ponía nerviosa. No pude pensar mucho más, porque Liam me dio una toalla mojada para limpiarme la cara y mi ropa, que había lavado. Mascullé un "gracias" y me ayudó a vestirme. No sé por qué, pero ya había perdido la vergüenza, y como a él parecía no importarle me bañaba y vestía todos los días. Cuando estuve lista, me cogió con cuidado y me llevó hasta el coche, que estaba a unos minutos de la cabaña, dónde se encontraba un caminito, supongo que ahí sería más fácil aparcar y no tendría problemas de sacarlo. Era un viejo Mercedes, aunque bien cuidado. Liam abrió la puerta con una llave y me sentó en el asiento trasero, para que tuviera más espacio. Él se sentó delante y arrancó, dejando atrás el bosque.

Controle YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora