~Capítulo Uno~

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Ahí fue cuando corrí como nunca antes había corrido. Me dolía todo, pero no paré. Odiaba ese lugar con toda mi alma, había perdido a toda mi familia en poco más de diez minutos. Los diez minutos más largos de mi vida. Tenía los ojos empañados en lágrimas y las manos, además de la ropa, empapadas de sangre. Ignoré las incesantes punzadas que surcaban mi abdomen y seguí corriendo. Debía encontrarme algo para protegerme, estar en un bosque que desconozco por completo en plena noche no es muy seguro. Algo, un zorro, supongo, se interpuso en mi camino y debido a la oscuridad no lo vi, por lo que caí, aunque no al suelo, sino a un agujero de al menos dos metros de profundidad. Ahogué un grito seco, pues había caído sobre una sola pierna, la que había crujido no muy agradablemente y ahora me dolía a horrores, no tenía muy buen aspecto. No conseguía levantarme, y tras varios intentos lo dejé, agotada, no podía soportar el dolor. "Genial, no tienes suficientes problemas ya como para esto", pensé, palpándome la pierna para comprobar que estaba rota. Y girada en un ángulo extraño, además. Cada movimiento que ejecutaba me hacía ver las estrellas, por lo que opté a esperar a descansar un poco para centrarme más en la pierna, aunque no sabía si podría dormir en esas condiciones. No pude meditar mucho más antes de que una voz me sobresaltara. Venía desde arriba, donde se situaba la entrada al agujero en el que me encontraba atrapada.

-¡Ey! -gritó una voz-. ¿Estás bien?

-¡Claro, por eso estoy metida en un agujero y no puedo moverme! -bufé haciendo una mueca.

La voz no respondió, y supuse que tendría que quedarme allí otro rato, pero de repente algo bajó por una de las paredes, una escalera metálica. Fruncí el ceño y miré hacia arriba, pero no veía nada. Escuché un ruido y una figura bajó por la escalera, acercándose a mí con una linterna en la mano. Me sonrió y luego desvió la mirada a mi pierna.

-¿Te has caído por el agujero? -pregunto, aparentemente preocupado. No alcanzaba a verle la cara, pero unos brillantes ojos esmeraldas relucían en la oscuridad.

-¿Tú que crees? -mascullé-. ¿Y puedo saber quién eres?

Sí, vale, estaba muy cansada y cabreada, en mi estado era una conversación normal. Podría haberle dicho muchas más cosas, pero me contuve.

-Liam -respondió, aún mirándome la pierna, serio-. Liam Hemsworth. ¿Y tú?

-Supongo que no debería dar datos personales a desconocidos, pero bueno -murmuré-. Ser Henkse.

-¿Ser? -preguntó frunciendo el ceño.

-Es una abreviatura, imbécil. Pero cuando odias tu nombre no tienes otra cosa que hacer, ¿sabes? -hice una mueca al decir esto y él pareció darse cuenta de que me dolía bastante.

-¿Crees que podrás subir? -preguntó señalando la escalera con la cabeza.

-Supongo -me encogí de hombros, lo que me provocó otra punzada de dolor.

-Si quieres te ayudo -volvió a sonreír, y esta vez alcancé a verle la cara. Dios, con la luz sus ojos relucían aún más-. Intentaré no hacerte daño, arriba te escayolaré.

Me molestaba tener que ceder a eso. Tengo un gran orgullo, y necesitar ayuda para subir unas escaleras no es la mejor manera de dar una buena impresión, que digamos.

-Está bien -accedí a regañadientes-. Pero no me vayas a soltar. O te llevarás una buena.

Él soltó una suave carcajada y me cogió con suma delicadeza, aunque yo reprimí algunas muecas y quejidos, que él notó y me colocó la pierna sobre la suya, parecía que tenía experiencia en esto.

-Vale, ¿lista? -preguntó, sonriendo de nuevo, que puta sonrisa tenía el chaval.

Me encogí de hombros y él comenzó a subir, con asombrante agilidad para estar llevando a una persona a la que no puedes prácticamente mover. Al cabo de unos minutos, llegamos arriba, y él me dejó en la hierba con mucho cuidado, como si me fuera a romper.

-Luego volveré a por la escalera -murmuró, más hablando con él mismo que conmigo.

Me volvió a coger, esta vez de lado, y yo me ruboricé, algo nada normal en mí. ¿Qué te está pasando? Pensé, Tú no eres así.

Él no pareció darse cuenta y siguió caminando por el bosque, parecía que lo conocía como la palma de su mano. Unos veinte minutos después llegamos, y abrió la puerta. Era una cabaña no muy grande, pero acogedora. Entramos en un dormitorio, supongo que el único que había, y me tumbó en la cama, la cual era más grande que una normal de matrimonio.

-Voy a por el botiquín y las cosas -me dijo, y yo asentí, distraída, analizando la habitación.

Se fue y poco después entró, con el botiquín que había dicho y varios rollos de vendas. También traía un bote de pastillas.

-¿Qué son? -pregunté refiriéndome al bote.

-Calmantes. Porque te va a doler... un poco.

-Ah. ¿Cuántas me tomo? -pregunté, cogiendo una.

-En principio tómate esa. Esto es solo hasta que encuentre un hospital, porque me da que no es una simple fractura.

-¿Qué quieres decir? -inquirí.

-Yo me he roto huesos muchas veces, y lo tuyo parece más grave. No creo que pueda recolocarte el hueso, o los huesos en su sitio solo. Seguramente necesitas una operación.

-Buff... perfecto -dije sarcásticamente-. ¿Y cómo vamos a llegar al hospital?

-A las malas llamaré a una ambulancia, pero no hay mucha cobertura aquí. Nah, seguramente cojo el coche.

-Vale, pero -hice una mueca y me metí la pastilla en la boca-... Haz lo que puedas.

Sonrió y asintió, levantándome la pernera del pantalón, aunque parecía que no llegaba suficiente, y me miró.

-¿Qué...? Ah, vale -me ruboricé de nuevo cuando me tuve que bajar los pantalones y quedarme en ropa interior, aunque él no pareció darse cuenta, cosa que yo agradecí. Sin darme cuenta, mientras Liam echaba una crema sobre las zonas más hinchadas y se disponía a recolocar los huesos en su sitio, me quedé dormida.

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Hey! Ya tenéis el prólogo y el primer capítulo, como dije, cada cinco estrellas subiré nuevo capítulo, así que votad (y comentad jsjs) >:v

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