Capítulo IV

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Mini maratón 1/2

Desperté sobresaltada por los molestos bocinazos provenientes de la calle de afuera.

Confundida, me dirigí hacia la ventana y corrí la cortina para encontrarme con un amontonamiento de autos.

«¿Qué diablos?» Pensé. Nunca había visto tantos autos en mi calle.

Toqué el vidrio de la ventana para sentir el frío clima recorrer la yema de mis dedos.

Miré el reloj de la mesa de noche. Aún faltaba media hora. Bufé algo molesta.

Me volví hacia la puerta, dejando que la suave alfombra se adentrara entre los dedos de mis pies, haciéndome cosquillas.

Bajé las escaleras despacio, estaba cansada. .

No se oían ruidos, por lo que supuse que era la única levantada.

Agradecí no tener que encontrarme con los gritos de David, pero lo que vi al llegar al living me estremeció.

David yacía dormido sobre el cuero del sofá, con media pata sobre el suelo. Tenía la boca abierta, y el aire que lo rodeaba olía definitivamente a alcohol.

Y así era. Aún en su mano, una botella de cerveza desparramaba sobre el suelo lo que quedaba de su espeso líquido.

Inútil. Desperdiciaba el dinero que le sacaba a mamá en una sucia taberna del centro.

Sabía que había pasado la noche allí; lo había descubierto una noche al salir de un boliche: un hombre relativamente grande lo sacaba del brazo a la fuerza, mientras que David balbuceaba palabras.

-Cerdo que eres Dahmer. -Susurré quitándole la botella de la mano para luego darle un buen sorbo. La boquilla sabía a cigarrillo y ron. Simplemente la boté. Me serví jugo en un vaso para quitarme el asqueroso sabor, y tomé unas galletas.

Me quedé contemplando al desaliñado novio de mi madre por un buen rato: alto y algo regordete; el pelo revuelto y rubio; ojos azules, que con el tiempo se habían vuelto grises; su papada la tapaba una fina barba que subía en forma de patillas. Llevaba puesta una remera verde militar, y sobre ella un saco amarillento; tenía unos viejos vaqueros y unos zapatos de vestir desgastados. Debajo de lo que se suponía era su nariz, David llevaba un asqueroso bigote, cuyas puntas estaban aún mojadas por la reciente incorporación de alcohol.

Subí a mi habitación y decidí cambiarme.

Al cabo de un rato ya estaba lista para salir.

Oí cómo mi madre salía de la habitación a paso lento y comenzaba a tocar las puertas.

-¡John! ¡Levántate! -Exclamó delante de la primer puerta. Su voz sonaba ronca.

-¡Lauren! ¡Cassie! -Continuó tocando las otras dos.

Luego sentí sus pasos bajar por las escaleras.

Me estremecí al escuchar sus gritos. John y Lauren salieron de prisa y bajaron rápidamente. Podía escuchar sus risitas ante la escena.

Bajé no tan desesperada y reí detrás de ellos.

Mi madre golpeó a David varias veces en la cara con un almohadón mientras nos hacia señas para ir a la cocina.

David despertó furioso, regañó varias veces a mi madre y luego subió las escaleras hasta su habitación. El muy cerdo no trabajaba.

Mientras, John y Lauren seguían riendo.

-Basta. -Dijo mi madre en un intento por hacerse la enojada.

Rápidamente John bebió de su vaso, mientras que mi hermana se metía un pedazo de pan en la boca.

Me despedí de mi madre, y salí con la mochila al hombro.

Iba caminando por la vereda, admirando la cantidad de autos que veía. Las personas estaban pegadas al volante, haciéndome estremecer con la bocina.

Llegué a la escuela y vi cómo el embotellamiento doblaba y seguía calle abajo.

Dylan y su grupo de "amigos" estaban en la entrada. Me silbó al pasar delante de él. Le gustaba hacerme enojar.

Tocó el timbre indicándome el inicio de clases. Tomé los libros de mi casillero y me dirigí a la clase de Historia con el profesor Smith, un hombre joven de pelo oscuro que siempre llevaba unos pequeños lentes sobre su nariz.

Fue la clase más aburrida que pude haber tenido. El profesor se pasó la hora entera hablando sobre hombres que habían hecho historia en el pasado de Estados Unidos.

***

El timbre de receso me salvó de contestar una pregunta de matemáticas que seguramente ni la misma profesora entendía.

Todos salieron de prisa. Claro, no sin antes que la profesora nos regañara por correr. Pero nadie le prestaba atención. Todos se dirigían hacia la cafetería.

Melissa me acompañó hasta mi casillero. Por primera vez veía los pasillos vacíos.

Unos golpes provenientes del baño de hombres nos sobresaltó.

Intrigadas, dejándonos llevar por los ruidos, nos dirigimos hacia el final del pasillo.

-¿Qué mierda sucede ahí dentro? -Preguntó Melissa tratando de ver algo por la cerradura de la puerta. -No se ve nada. -Continuó. Con una simple mirada me hizo entender que quería abrirla.

-Si tu quieres... -Le respondí.

Melissa empujó suavemente la puerta del baño de hombres. Un ruido aún más fuerte nos estremeció.

Decidida, abrió la puerta del todo.  

Pero lo que vimos fue peor de lo que habíamos imaginado.

Middle of NowhereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora