II. Recuerdos

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—Vamos Ford ¡Se acaba el tiempo! —Decía divertido Bill mientras Dipper y Mabel intentaban zafarse de su agarre—Tengo a los niños, y creo que me desharé de uno de ellos solo por placer.

En su ojo apareció el signo del pino y la estrella fugaz, con cada parpadeo éste seleccionaba cualquiera de esos dos.

—De tin... Marin... de do...

Los gemelos miraban asustados sin dejar de luchar para poder librarse.

—¡¡¡TÚ!!!

—¡Espera!

Era tarde, un fuego azul abrazó el cuerpo de Mabel, ella de inmediato comenzó a gritar asustada, Bill la soltó riendo mirando como la niña rodaba en el suelo gimiendo debido al dolor que sentía al ser quemada. Dipper intentaba desesperadamente librarse de Bill mientras las lágrimas se le desbordaban por los ojos. Miró como poco a poco como su hermana dejaba de moverse mientras el sonido de sus huesos agrietándose y el olor a carne quemada permanecía.

—Creí que sería más emocionante... —se quejó Bill, los Stans estaban en shock al igual que el castaño—Como sea. ¡Es tu turno Pino!

—¡No, alto! —Bill miró a Ford, Dipper ni siquiera se percataba de lo que sucedía a su alrededor. Su vista seguía fija en el cuerpo calcinado de su hermana—Te daré la ecuación pero debes soltarlo.

Bill sonrío con su único ojo, soltó a Dipper, la prisión en donde estos se encontraban desapareció.

—¡Dipper! —corrieron hacia el chico quien aún guardaba silencio sin despegar la vista del cuerpo calcinado de su hermana.

—Vamos seis dedos, cumple con tu parte del trato...

Ford respiró profundamente mientras se acercaba lo suficiente a Bill alzando su brazo listo para cumplir con el trato. Bill río histéricamente extasiado de haber obtenido lo que deseaba.

Lo último que recordó Dipper antes de caer inconsciente fue aquella horrible risa, después la luz dentro de él se apagó subiéndole en total oscuridad...


Despertó de golpe y bañado en sudor, había sido un sueño, intentó controlar el ritmo de su respiración mientras llevaba una mano a su mejilla, miró con desagrado las lágrimas en sus dedos. Se levantó soltando un quejido, tomó su camisa anaranjada que había coleccionado varios agujeros con el paso del tiempo, su pantalón gris y un par de botas enlodadas en las cuales se perdió por un momento dejándose llevar por sus recuerdos.

Su mente gustaba jugar con el haciéndole sentir culpable por la muerte de su hermana haciéndole creer que de haber sido más fuerte hubiera podido protegerla. Una pequeña explosión en la planta baja de la cabaña lo sacó de su pensamiento, prestó atención escuchando un par voces discutiendo sobre quién había causado el accidente. Un grito femenino seguido del sonido de varias cosas rompiéndose. Él castaño suspiró. Hoy sería un largo día. Tomó su bolso palpando en su interior asegurándose de que su diario y más cosas indispensable como detectores de energía, trampas para animales y demás estuviesen dentro. Una vez listo salió de su habitación.

Si decido quedarme [Mabill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora