Si había que decir una cosa que Yuri Plisetsky no tenía, eso era paciencia. De hecho, estaba seguro que, al momento de la repartición, le habían dado su dosis a alguien más (al cerdo probablemente) y a él lo habían dejado con exceso de mal genio. También había que decir que no soportaba la estupidez y de eso también había tenido que soportar bastante.
Así que, en ese momento, había una cosa que no podía entender por más que lo intentara (y vaya que se jactaba de tener una mente privilegiada).
Miró a la persona que tenía frente a él, con su cuerpo en clara postura de derrota.
Si tenía esas dos cosas claras respecto a sí mismo, ¿cómo era posible que, la persona más estúpida de universo (según él) estuviera ahí, lloriqueando como un bebé, colmando la paciencia que claramente no tenía? Y lo peor de todo: ¿por qué demonios no lo había sacado a patadas? Ah bueno, eso era porque tal vez le importara ese idiota un poquito. Y tal vez sentía un poco de curiosidad de por qué Viktor Nikiforov, la leyenda viviente del patinaje, se había presentado un martes por la mañana en su tranquilo hogar, con unas ropas que no combinaban (algo imposible de ver en la leyenda) y con una cara de funeral que casi había logrado deprimirlo.
Casi.
Por un momento, el pánico lo había embargado. Yuri sabía que una de las pocas cosas que podían poner al hombre así, estaban relacionadas con el cerdo, así que su primer pensamiento fue que algo había pasado con Yuuri Katsuki, pero eso se fue a la basura cuando el hombre de pelo plateado murmuró un "Yuuri idiota".
No había alcanzado ni a sentir alivio cuando la idea de lo que eso significaba se abrió paso en su mente.
«Oh no, otra vez no».
Por favor, eso sí que no. No creía tener fuerzas en esos momentos para soportar problemas ajenos, sobre todo si estos eran de pareja y especialmente de esa pareja. Ya había tenido suficiente drama durante el Grand Prix Final para toda una vida y también había tenido suficiente de Viktor durante la semana anterior.
Demonios.
Ni siquiera tenía pareja y terminaba con un estrés emocional peor que si la tuviera.
En un momento quiso cerrarle la puerta en la cara y mandarle el problema a Yakov o a algún otro, pero la cara de Viktor había tocado en él ese no deseado interruptor de preocupación, aquel que se activaba cada vez que veía al cerdo o al viejo en problemas.
Así que ahí estaba ahora Viktor, sentado frente a él y con su ánimo por los suelos.
Los primeros diez minutos luego de su llegada, Yuri había estado ahí, esperando que el anciano comenzara a contar el problema, pero no, el hombre se había quedado mirando al vacío, mientras a veces hacía un puchero y repetía como mantra "Yuuri idiota." Así que como no tenía paciencia (y para no golpearle), lo había dejado ahí y se había encargado de adecentar un poco su casa porque ese día tenía visitas.
Dos horas después, Yuri prácticamente estaba escalando por las paredes. Había ordenado toda la casa, había preparado el almuerzo, ¡hasta había adelantado materias de la escuela!, y el viejo seguía sin decir ni pío. Ya no sabía que más hacer en su casa y de verdad, de verdad que no quería golpear al viejo...
―Yuuri idio...
―¡YA CUENTA DE UNA MALDITA VEZ QUE MIERDA PASÓ, ANCIANO DEL DEMONIO!
―...ta.
Y ahí estaba. Habían hecho que explotara. Y Viktor no se había salvado de la patada voladora. No señor. Es más, ahora estaba tirado fuera del sofá, mirando al adolescente como si por fin cayera en cuenta de dónde estaba metido y de la bestia que había logrado desatar, pues Yurio se había puesto como un basilisco.
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Cómo aguantar a dos idiotas en San Valentín, por Yuri Plisetsky
FanfictionLa vida de Yuri Plisetsky era difícil, sobre todo desde que llegaron dos idiotas con los que tenía que compartir pista. Era complicada, además, porque aparte de ganar medallas de oro, debía rendir bien en la escuela. Pero, si se añadía San Valentín...