MI NO SAN VALENTÍN

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Chuya siempre había odiado con toda su horrible existencia, así como muchas cosas, el día catorce de febrero. Las personas o eran muy felices, o demasiado tristes y a él simplemente no le importaba. Pero cómo aborrecía sus extremas muestras de afecto o las estupideces ocurridas ese día, precisamente.

Tal vez no solo no le importaba, tal vez tenía algo que ver con ese día se había enterado de la muerte de su padre haciendo lo que más amaba, que era ayudar a las personas, especialmente aquellas que sufrían las consecuencias de la despiadada guerra. Solo algo aminoraba el hecho de sentir tanto desprecio respecto a esa fecha y eran que un día como ese, hace muchos años  su compañero lo abrazó toda la noche mientras él lloraba por la pérdida de a quien tanto quería, convirtiéndose en una especie de ritual es su dicho No San Valentín hasta al menos, hace poco. Tal vez porque esa noche empezó a enamorarse más y más de Osamu Dazai.

Sin embargo, ahora sentía odiar mas que nunca esa fecha. Y se detestaba también por sentirse triste al estar solo. Antes no le habría importado, pero ahora... después de años de estar ese día con él y que esa vez no esté...

Probó de su copa. Amarga como su situación.

Casi no había personas y, aunque los hubiera habido, no les habría prestado la mínima atención. Había ido allí no con la intención de beber solamente, sino de estar lo más cerca que alguna vez podría en ese día. Se hallaba bebiendo, sonriendo y conversando de cosas banales con sus nuevos mejores amigos, se imaginó; la luz bañaba su rostro, haciéndolo parecer más normal de su palidez habitual, además, un pequeño y delicado sonrojo adornaba sus mejillas, al conversar con esa persona en especial. Tal vez ninguno de los dos se dio cuenta, pero Chuya sí. Después de todo, en muchos años juntos algo debían aprender del otro ¿No?

"Chuya, lamento decirte que esta vez no podré celebrar tu no San Valentín contigo; tengo algunos otros compromisos".

"Idiota", le había respondido. Si no quería, no tenía por qué sentirse obligado a quedarse con él.

Sin embargo, ¿Tan rápido lo había reemplazado? era un pensamiento implícito que se negaba a vocalizar. No dudaba de la respuesta que le esperaba.

Aunque no tenía porque, instintivamente prefería mantenerse oculto entre otras mesas, sentía decepcionarlo si es que se llegase a enterar que lo había estad espiando. No quería alejarlo más de lo que ya lo había hecho.

"Ellos son unos idiotas. No sé porque te juntas con ellos". No había pensado mucho antes de decir eso, debía admitirlo. Sin embargo, no esperaba que le respondiera de la forma en la que lo hizo.

Estremeció su corazón, y fue una de las muchas veces en donde le causó dolor.

"No te vuelvas a dirigir a ellos como ahora, nunca más. No te podrías comparar siquiera a Odasaku; nadie podría", la fría mirada del moreno sorprendió y perturbó al otro: para que reaccione de esa forma y no como era habitual, significaba que eran igual o de mayor importancia que el mismísimo Chuya.

¿Acaso había hecho algo mal? ¿Algo que lo hiciera odiarlo de esa manera?

Ango, si es que no se equivocaba de nombre, fue el primero en irse. Si es que las apariencias engañan, él sería una prueba de eso: pareciendo menudo, muy tranquilo, casi débil, era uno de los más importantes, por no decir peligrosos integrantes de la Port Mafia.

Sus lentes escondían demasiados secretos, así que lo dejó de lado. No quería ensuciarse más las manos con algo que no lo valía o le costaría todo, probablemente.

El inconveniente, al menos para su persona, eran los dos que se quedaban. Parecían intercalar su charla amena con un silencio que incluso desde la distancia, parecía ser tan cómodo y familiar.

Cuánto hubiese dado para disfrutar esos momentos con él...

Al parecer, lo que había hecho mal era entregarle su corazón, aun sabiendo las dolorosas consecuencias.

Lo quería, o lo más parecido a eso, era lo que sentía. ¿Cómo podría haberlo evitado? Había conocido el aspecto inteligente, gracioso, confortable de este, así como el más malvado, el que mantenía en sí una profunda sed de sangre, para el que suicidarse no era una broma sino el intentarlo, una adicción.

Si, tal vez lo quería.

Pero eso no significaba que sea correspondido.

¿O si?

¿Podía tener esperanza?

Tal vez, ¡tal vez ya era hora de decirle todo lo que sentía! Sería un gran golpe para su orgullo, pero si no era unilateral... Todavía estaban saliendo ambos, por la puerta de la parte de atrás que solo conocían los de la mafia. Iban tan lento, tan tranquilos que si solo se esforzaba un poco más podría alcanzarlo.

Sacó rápido dinero con lo cual pagar, y casi huyó hasta allí. Tal vez ese San Valentín sería diferente.

O al menos eso pensó hasta que lo vio sonreír, sujetado fuertemente por la mano de Oda, mientras compartían un dulce beso que hasta él podía sentir el amor que se profesaban, todavía dirigiéndose hacia donde no quería saber.

Se quedó quieto, observándolos desaparecer. Cuando volvió en sí, regresó directo al bar, pidiendo un trago mucho más fuerte.

Sí, era su no San Valentín, el primero que celebraba sin Dazai. Pero también era el primero que este celebraba con Oda.

Que idiota había sido al ilusionarse.

Si antes sentía su pecho arder, ahora parecía quemarse.

Sentado en un rincón, casi pareciendo invisible, quería echarle la culpa, pero nadie más que él la tenía.

Él no lo amaba, ni lo haría.

Esta vez ni el alcohol podría calmar su dolor.


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