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El chico que estaba frente a Nabile hablaba tan fuerte que todas las personas volteaban a verlo. Él parecía estar muy centrado en lo que estaba diciendo, y ella no podía concentrarse en sus palabras. Su atención estaba dirigida hacia la boca del moreno, éste movía las manos haciendo unas señas extrañas, para darle más énfasis a sus palabras.

—Ahora quiero que lo intentes tú. — Habló el moreno.

Nabile se quedó en silencio con la mirada perdida, sin saber qué decir.

—Mamasita, me aventé el discurso de mi vida y merezco más que esa cara de estúpida que te cargas.

—Eso es porque estuviste escupiéndole mientras hablabas, Sebastian. — Respondió kenny, y la miró con comprensión. —Escucha, Nab. Queremos que estés bien, pero necesitas ser independiente, no podemos defenderte como lo hacemos siempre. Ó como lo haríamos si Sebastian no fuese tan cobarde. — Añadió al ver el ceño fruncido de Nabile.

—El truco está en ser una perra mala. Todos los defectos que estén al alcance de tu vista acerca de esa persona, dícelos. Lastímala. Hazla sentir inferior a ti. Haz que cuando llegue a su casa, llore como una perrita cobarde, se ponga a escribir en su patético diario y se lamente sobre su horrible vida. Haz que desee no haber nacido. — Dijo Sebastian con ternura en su voz, ignorando lo que había dicho Kenny.

—Y si eso no funciona, — Añadió Kenny. —siempre puedes meterte por su ventana y romperle esas asquerosas uñas postizas.

—No hablamos de nadie en específico, simplemente no quiero sentirme tan impotente cuando todos me rodean para herirme. — Dijo mientras los miraba tratando de convencerlos. —¿Recuerdan? Soy una lesbiana cobarde. — Nabile sintió la mano de Kenny en su hombro, mientras la miraba intensamente con sus ojos amatista.

—Tú dejas que te traten de esa forma, hablando lindo con ellos no dejarán de molestarte. — Dijo el chico de ojos amatista.

—Tienes que ser dura, tratalos como se merecen. — Añadió Sebastian.

—Pero tampoco quiero ser como ellos, sería ir en contra de lo que soy. — Replicó Nabile.

—Nabile, no seas patética. Simplemente insultame como lo harías con ellos. — Dijo Sebastian harto de la situación.

—Si me vuelves a escupir mientras hablas, te golpearé como lo haría con ellos. — Soltó con exasperación.

Kenny aplaudió con entusiasmo.

—Eso. — Apuntó al rostro de Nabile. —Ésa es la emoción que quería ver.

—Aleja tu mano de mi rostro, Kenneth. — Ordenó Nabile. —Ahora mismo.

Kenny frunció el ceño, y la miró con una mueca de asco.

—Tampoco es para que te rebeles contra tu reina, perra. — Dirigió su mirada hacia Sebastian. — ¿Ves lo que haz hecho?

—Sí, y estoy orgulloso. Mi pequeño monstruo está creciendo. — Se secó una lágrima imaginaria.

Nabile odiaba que las personas hicieran eso, pero era Sebastian, si se lo decía él contestaría de una manera ofensiva, comiéndose su corazón. Así que decidió quedarse callada.

—Bien, hagamos la prueba. Nabile, ve e insulta a la profesora de química. — La incitó Sebastian.

Kenny lanzó una carcajada tan alta que hizo que a Nabile le dolieran los tímpanos. El chico tenía el rostro ligeramente rojo y se tocaba el estómago por el dolor de reír tanto, pequeñas lágrimas salían de las esquinas de sus ojos.

—Realmente... — Dijo agitado en busca de aire. — ¿Realmente crees que alguien como Nabile Freud hará algo así? — Preguntó apuntando hacia la chica, quien lo miraba fijamente sin parpadear y con la boca entre abierta.

BLU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora