-¡Joven Mycroft! –el chico de catorce años fue recibido cierta tarde por la nana al llegar a casa– ¡Qué bueno que ya está aquí! El joven Sherlock está haciendo otra de sus rabietas.
-¿Esta vez por qué motivo, Charlotte? –preguntó Mycroft, mientras colgaba su abrigo en el perchero.
-Esta “aburrido”, es lo que dice él –explicó la nana–. Comenzó a tirar algunas de sus pertenencias por la ventana, luego se vistió con algunas de sus prendas, joven Mycroft y ahora pretende ser un pirata.
Mycroft podía escuchar perfectamente los gritos de Sherlock en el piso de arriba y también el sonido de los muebles al ser arrastrados fuera de su lugar.
-¿Le han avisado a mamá sobre el comportamiento de Sherlock?
-No, claro que no. Usted sabe que ella no quiere ser interrumpida con ese tipo de cosas mientras trabaja en un libro nuevo, pero estoy segura de que debe estar escuchando los gritos de su hermano en este mismo momento, de hecho, todo Londres debe de hacerlo –exclamó, Charlotte–. Usted es el único que puede controlar a su hermano en situaciones como esta ¡Por favor, deténgalo de inmediato!
Mycroft rodo los ojos e hizo su camino escaleras arriba hasta llegar a la habitación de su hermano menor. Sin llamar a la puerta, entró en la habitación y fue recibido por un Sherlock que apuntaba una espada de madera en su dirección. El menor de los Holmes vestía con un saco negro desabotonado que le quedaba obviamente grande y una bufanda azul amarrada a la cabeza que le tapaba el ojo derecho y cubría la función de parche, con el resto de la bufanda atada a la cintura. Ambas prendas pertenecían a Mycroft. Sherlock se había deshecho de su polo y sus zapatos tirándolos por la ventana y se había quedado solo con sus pantalones.
La habitación del menor era tal y como Mycroft lo esperaba: Un. Completo. Desastre. Había ropa tirada por todos lados al igual que juguetes y libros. Sherlock había recortado un pedazo de la sabana que cubría su cama y la había atado a una rama larga, seca y delgada para hacer su propia bandera pirata. Lo único que permanecía en su lugar era su preciado violín que estaba en su repisa de siempre.
-¡Ríndete! –exclamó Sherlock, mientras daba un paso adelante, aun amenazando a su hermano mayor con su espada de madera.
-Sherlock, ¿podrías dejar de ser tan infantil? –pidió Mycroft.
-¡Estoy aburrido! –gritó el pequeño y dio media vuelta dejando de apuntar a su hermano con la espada para tirarla con furia por la ventana– ¡Y soy el Capitán Sherlock para ti!
- ¿Y quién te dijo que los piratas no usan camisa o zapatos, Capitán Sherlock? Aparte, te hace falta un sombrero.
El pequeño Holmes miro sus pies confundido y luego levanto la vista hacia su hermano.
-¿Y tu cómo sabes cómo vestían los piratas? –preguntó Sherlock.
-Estuve investigando, y tú deberías hacer lo mismo –respondió Mycroft–. Ahora ven, vamos a buscar lo que le hace falta a tu atuendo.
El pequeño dudo antes de aceptar la ayuda que le ofrecía Mycroft, pues, a sus siete años, a diferencia de muchos niños de su edad, a Sherlock Holmes no le gustaba recibir ayuda de nadie.
Los hermanos Holmes se dirigieron a la habitación de Mycroft donde buscaron en su armario un sombrero que le sirviera a Sherlock.
-Quiero este –dijo Sherlock mientras sacaba un simple gorro negro.
-Pero eso ni siquiera es un sombrero, es un gorro –le dijo Mycroft.
-Pero yo lo quiero –alegó Sherlock mientras se ponía el gorro.
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Capitán Sherlock
FanfictionMycroft debe controlar a su hermano pequeño, quien, en uno de sus ataques de aburrimiento pretende ser un pirata. Kid!lock.