El bucle

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Reto 1: Escribe un relato que comience en un día de Año Nuevo.

— No me lo puedo creer... ¡Ha funcionado! — exclamó sorprendida Amira, tapándose la boca con manos temblorosas.

El ruido de las campanadas le llegó amortiguado a través de las persianas bajadas. Doce segundos después, escuchó como sus vecinos empezaban a gritar y reír. Amira suspiró y se frotó los ojos, intentando despejar la vista después de tantas horas de trabajo.

Frente a ella tenía el fruto final de su investigación: un producto de ingeniería que, pese a ser poco elegante para la vista, contenía una tecnología nunca antes desarrollada por el ser humano. Pasó su mano por los diversos cables de colores, que unían bobinas de diferentes tamaños a pequeños chips que emitían luces parpadeantes. A duras penas se lo podía creer. Tantas horas y tantos años invertidos en ese proyecto, y hoy por fin era el día. Justo a tiempo.

Amira apartó unos cuantos libros de ingeniería y física de la inestable pila que había sobre el sofá y se sentó. Olvidando que las persianas estaban bajadas, hizo el amago de mirar por la ventana y se encontró su reflejo. Suspiró al ver las bolsas sobre sus ojos y las pequeñas arrugas que desvelaban la edad que ya tenía. Barajó durante un momento la posibilidad de maquillarse, pero decidió que no sería necesario para la tarea que iba a cumplir.

Después de respirar profundamente unas cuantas veces, cogió su hijab, que se encontraba atrapado entre montañas de libros, y se lo colocó rápidamente. Se dirigió al armario y cogió la mochila que había preparado años atrás, justo en el momento en el que decidió empezar ese proyecto. Se la colgó a los hombros con decisión y se acercó finalmente a la recién terminada máquina. Ajustó unos cuantos parámetros y titubeó unos segundos antes de pulsar el botón que lo arreglaría todo. El botón que la enviaría seis años atrás, al día en que todo cambió. Tomó aire por última vez y pulsó el botón. La máquina empezó a zumbar furiosamente y, repentinamente, tanto el ruido como Amira desaparecieron.

Cuando Amira despertó, la saludaron las conocidas formas de su apartamento, aunque un poco diferentes. Se levantó y comprobó rápidamente la fecha en el ordenador, que siempre estaba encendido: 1 de enero de 2011. Lo había conseguido. No se entretuvo para regodearse en su éxito, simplemente comprobó que llevaba su mochila todavía colgada y salió a paso ligero hacia la calle.

La hora apremiaba. Debía llegar antes de que sucediera. Con un arranque de pánico, empezó a correr, temerosa de no llegar a tiempo. Al divisar las ventanas iluminadas de la casa a la que se dirigia, su corazón empezó a palpitar con furia. Por fin, después de tantos años. Por fin.

Se asomó por una de las ventanas que tenía las cortinas descorridas y divisó la figura que no había logrado borrar de su memoria en los últimos años. Su mejor amiga. Su hermana. En un aleteo de cabellos dorados, la figura giró el rostro hacia dónde Amira se encontraba, y pudo ver su nariz sangrante y un ojo hinchado. Su cara era una mueca de terror.

Amira abrió la mochila y sacó una pistola. Apuntó cuidadosamente a la sombra que se cernía sobre la muchacha rubia con la mano levantada, dispuesta a dejarle otra marca en su cuerpo. Amira disparó, pero ninguna bala salió de la recámara. El pánico se apoderó de ella al comprobar que las balas habían desaparecido. Desesperada, se dispuso a romper la ventana con el arma pero, antes de siquiera rozar el cristal, ésta desapareció.

Dentro, los jarrones se rompían y se oía el llanto de una mujer. «Deja de llorar, tienes lo que te mereces» gritaba con ira una voz masculina. La situación estaba fuera de control y Amira no podía hacer nada. Corrió a la puerta principal y llamó al timbre, pero no se escuchó ningún sonido. Intentó forzar la puerta, pero a pesar de empujarla y patearla con todas sus fuerzas, no cedió ni un ápice.

Se quedó paralizada delante de la entrada, a la vez que la cruda realidad se abrió paso en sus pensamientos: iba a vivir la muerte de su amiga otra vez. El dolor que tan bien conocía hizo acto de presencia, tan abrumador como cuando recibió la noticia, seis años atrás. A medida que las lágrimas caían por su rostro supo que, a pesar de toda la tecnología que pudiera inventar, el pasado no podía cambiarse. Jamás lograría salvar a su amiga.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2017 ⏰

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