¿Qué?

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Ahí está, es el momento, no puedes echarte para atrás ahora, no puedes, debes ser fuerte y enfrentarte a tu mayor enemigo, enemigo el cual te a atormentado todos estos meses. Con su sonrisa, sus movimientos, su mero hecho de existir, ahora es cuando.

Una nerviosa pelirroja caminaba de acá para allá, de vez en cuando miraba por la rejilla de la puerta al ser que más le atormentaba ver.
El ser al cual con sólo sentir su presencia le hacía arder sus mejillas y la hacia decir cosas sin pensar, la que hacía que sus actos fueran torpes y ridículos. Su senpai, Yazawa Nico.

–Maki-chan– La voz proveniente de la habitación estremeció a nuestra protagonista. –Si quieres algo dímelo, la gran Nico-nii puede ayudarte– Dijo en forma arrogante.

Bien.- Se ánimo internamente la joven pelirroja.

–N-Nico-chan– Tartamudeo mientras abría con cuidado la puerta dando paso al vacío salón. –Necesito hablar contigo– Musitó seria y con grandes complicaciones para verla a la cara.

El atardecer estaba por hacer presencia y los pocos rayos de sol que quedaban entraban e iluminaban el salón del club, el lugar estaba ordenado y sólo dos jóvenes estaban en él. La reunión de ese día se había postergado y el entrenamiento era reemplazado por un día libre.

–¿Qué?– La pequeña se cruzó de brazos y se recargo en el escritorio en donde acomodaba el computador.

La peliroja tímidamente se acercó a su Senpai, por acto de reflejo comenzó a jugar con su cabello y vacilaba entre hablar o quedarse callada y disfrutar el momento de paz con su amor platónico.

–Vamos, suéltalo– Alzó una ceja algo confundida y le buscó la mirada sin obtener mucho resultado. –¿Sabes?– Ante el silencio la mayor habló.

La azabache pegó un salto y se sentó en el escritorio quedando un centímetro más alta que su kohai.

–Últimamente has estado actuando muy extraño– Su mirada estaba perdida en la ventana, más específicamente en el sol que se ocultaba. –N-No es que me preocupe por tí ni nada– Mintió, al igual que siempre lo hacía, no era honesta, ninguna lo era.

–Nico-chan– Habló ahora más firme. Su mirada se encontró con las orbes rubí que siempre amaba ver, apesar de su arrogante comportamiento que aveces tenía. –Quiero ser sincera– Apretó sus puños buscando valentía en lo más profundo de su cobardía. –Aunque sea una vez–

–B-Bien...– Musitó un poco preocupada por el comportamiento de su ajena.

El cuerpo de la pequeña se tensó un poco, se incorporó en su lugar y miró fijamente a la nerviosa chica a la cual amaba molestar y ver sus expresiones, sus sonrojos, sus enfados, sus sonrisas y sus ataques de timidez.

–Te amo– Tal vez fue muy directa, muy seca, muy repentina.

–¿Q-Qué?– Musitó con un cierto brillo en sus ojos, sus labios estaban un poco abiertos y apenas podía formular una frase, una palabra coherente.

–Te amo...– Volvió a decir, esta vez con algo de calma y ternura, sin tanta indiferencia de por medio.

–T-Te escuché– Acomodó una de sus manos en su pecho y apretó tratando de, alguna forma, clamar sus acelerados latidos.

–¿E-Entonces?– Dijo atónita y extrañada por tal reacción, sentía que cualquier mala palabra le rompería el corazón y caería en un profundo llanto que nadie podría calmar nunca.

–Esperaba un be-–

Sus palabras fueron interrumpidas, la peliroja captó el mensaje antes de ser enviado por completo, no era necesario decir algo tan vergonzoso, era mejor hacerlo. Era mejor sentirlo, la besó. La besó de una manera demasiado delicada e inocente, un primer beso robado, un primer beso lleno de sentimientos, llenos de deseos, de un amor que estuvo oculto por quién sabe cuando tiempo.

Te amo... -NicoMaki-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora