Los sonidos de las calles de Roma se mezclaban con los aromas a café y pan recién horneado, las personas iban despertando y llenando la ciudad. Dafne, se mezclaba con esas personas, todas con algo especial que hacer, algo importante tal vez. Todos menos Dafne, ella caminaba con la mirada fija en aquel anillo que jugueteaba entre sus dedos aletargados. "Un anillo ¡Qué gran herencia!" pensaba sin evitar que una sonrisa sarcástica se dibuje en sus labios.
Un anillo, repetía sin hablar, seguro tan antiguo como la historia de la tierra, había perdido su brillo adquiriendo un tono ocre, aquella joya era la única herencia de su abuela recién fallecida. Ella también había heredado el mismo peculiar tesoro. Su historia había pasado por varias poseedoras tantas que sus orígenes se habían perdido en sus memorias familiares.
Las suaves notas de una guitarra no muy lejana la sacaron de sus pensamientos, Dafne dirigió la vista pesada hasta aquel músico callejero.
- Muy hábil, hoy si que madrugó - dijo con una sonrisa escondida.
Adrian, el músico, era una de esas pocas personas que pasan por la vida de otros dejando un aire de sabiduría en cada conversación a pesar de ser muy joven había viajado por muchas ciudades viviendo siempre de su música y su guitarra.
Dafne se quedo sentada en una banca cercana pero escondida de la vista de Adrian, volvió a hundir la mirada en la sortija, tal vez podría cambiarla por comida, empeñarla o venderla, seguramente le darían el dinero suficiente para una habitación agradable en un hotelito, algo más pretencioso que su ultimo alojamiento, un callejón con otros seres abandonados por el mundo.
Tal vez la mejor opción sería llevar la herencia a la casa de su adinerado hermano, él podría encontrarle un buen lugar, entre sus joyas o sus tesoros. Una nueva sonrisa sarcástica escapo de sus labios.
La balada que se había convertido en un sonido más de fondo para la ciudad de pronto se había acallado. Adrian había descubierto a su compañera de calles, como él solía decir.
- ¡Dafne! Espérame - se acerco gritando.Dafne se sintió fastidiada, la incógnita de aquella particular herencia la seguía persiguiendo, pero decidió olvidarse de aquello por un momento. Se apresuro a guardar el anillo junto con la última carta que su abuela le había enviado y que ahora permanecía doblada en el fondo de su bolso de tela.
- ¿Cómo te ha ido en tu viaje? ¿Pudiste hablar con tu familia?Como siempre Adrian la importunaba con miles de preguntas. Sin darle tiempo para nada la tomo de la mano entregándole un segundo anillo más sencillo que el primero, pero con una extraña forma de rosas que Dafne no había visto antes.
- Sabes que no tengo dinero - alcanzo a decir aún sorprendida.
- No te he pedido dinero - respondió con una enorme sonrisa.
- Al menos dime de donde lo has sacado - atino a responder Dafne observando el regalo en su mano.
- No lo he robado si es lo que piensas. Nos vemos en el almuerzo- termino Adrian perdiéndose en los callejones de Roma.Dafne guardo el anillo junto con aquel otro. "Un nuevo misterio en la bolsa" pensaba mientras volvía a la plaza donde se había sentado para escuchar la interpretación de su amigo.
- Es hora de trabajar - afirmó en voz alta mientras buscaba en su bolso las tres esferas de cristal que usaba para leer el futuro, el pasado y el presente de sus clientes.
Desde hace unos meses atrás había asistido a la misma plaza todas las mañanas, leyendo la suerte a sus clientes esporádicos, unos buscaban amor, otros dinero, algunos más salud, todos llenos de interrogantes para la falsa vidente.
Dafne esperaba a sus clientes en una banca de piedra donde acomodaba las esferas de cristal, algunas veces agregaba un viejo mazo de cartas amarillentas llenas de escrituras y dibujos que les daban un aire mágico.
Esta mañana en particular había resultado muy lenta, todos pasaban sin prestarle mucha atención dejándole algo de tiempo para volver a su misterio personal.
- Ojala hubiera una adivina por aquí cerca - se decía sonriendo ante la ironía.
La extraña gema del anillo ahora iluminada por la luz del sol había cambiado de color, tenía un extraño matiz lila que Dafne no había percibido antes.
Poco a poco el tono lila fue cambiando a un azul profundo, Dafne parpadeo incrédula, frotó con suavidad la joya para limpiarla, pero nada pasaba, el color seguía oscureciendo, simulando a la noche estrellada más hermosa que podría imaginar.
Las pequeñas estrellas doradas empezaron a rodearla, creciendo a su alrededor, ocultando el paisaje de la ciudad y convirtiendo el día en noche. Dafne abrió los ojos muy grandes tratando de entender, de encontrar algo familiar en este insólito lugar lleno de niebla azul y luces brillantes. Sentía que sus pies ya no la obedecían se movían poseídos por su propias ideas avanzando entre la neblina abriéndose paso en un inverosímil bosque de gemas y cristales. Dafne se apresuro a tocar una de esas ramas segura de que se desvanecería y que así podría despertar de su alocado sueño.
Sorprendida aún más si era posible se dio cuenta que aquellas gemas se convertían en liquido al tocarlas, no podía ser agua, no era una ilusión.
Asustada retrocedió buscando la salida, pero se encontraba rodeada de árboles gigantes, oscuros simulando ser guardianes de un misterio escondido en la niebla azul.
Dafne no percibía ningún sonido, nada que le indicara qué camino tomar, se encontraba en el centro de un circulo de cristales. Trataba de concentrarse y calmar sus latidos, miraba alrededor una vez más solo para descubrir que había soñado con este lugar muchas noches desde que era niña.
Los recuerdos de la vieja casona de su abuela la invadieron, todo lo que había vivido junto a la anciana y que ella buscaba enterrar en su memoria ahora la sacudían en este extraño mundo salido de sus sueños.
Sin saber porque Dafne empezó a llorar, tal vez las lagrimas contenidas en todos los años que había vivido lejos de su familia o quizás era el dolor por no haber visto a su abuela antes de su muerte. Unas suaves manos la sacaron de su tristeza, una anciana le sonreía con una gentileza familiar.
- ¡Despierta! - Una voz aguda y el eco de un anillo cayendo al suelo trajeron de vuelta a Dafne, en medio de la plaza junto a las tres esferas de cristal y una mujer mayor que la miraba confundida.
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La Adivina
FantasyUna falsa vidente que descubre la magía de su interior. Una historia rodeada de amor, engaños, misterio y deseos de libertad. Relato en 4 partes participante de la iniciativa: Blogs Colaboradores http://letras-enel-aire.blogspot.com/2017/01/blo...