Dafne despertaba apenas, las mañanas rosadas en Roma eran comunes en esta época del año, siempre rodeadas de cantos de avecillas y el revoloteo de los habitantes de las plazas y centros turísticos, una gran cantidad de palomas que se levantaban al despuntar el alba para tomarse las calles aun desiertas en busca de algún tesoro.
La plaza donde había pasado la noche Dafne estaba ahora muy iluminada para su gusto, hubiera dado cualquier cosa por un par de horas más de pacifico sueño. Pero la luz en aumento y el bullicio acostumbrado terminaron por sacarla de su sueño. A Dafne le tomó un tiempo más descubrir el lugar donde había despertado, la banca de piedra ya no estaba, la plaza repleta de turistas y clientes potenciales se había desvanecido. Este lugar nuevo le pareció conocido y nuevo a la vez, como si lo hubiera visto antes, pero no recordaba donde o cuando.
Nada ganaba quedándose a reflexionar, seguramente con el malestar de la noche anterior se había quedado dormida en cualquier parte. Tomo su bolso que le había servido de almohada y se puso a caminar, la callecita conservaba antiguos adoquines, el musgo luchaba con la piedra por ocupar cada espacio.
El camino rustico daba paso a varias casonas rodeadas de arboles, las paredes parecían invadidas por años de naturaleza desatada. Grietas que parecían dibujadas por algún artista distraído mostraban la fragilidad de las viejas murallas que dividían las casas. Dafne caminaba ensimismada, tratando de recordar este camino y este lugar, tenía la certeza de que ya había recorrido antes esta calle, "en otro tiempo tal vez", pensaba. Después de un largo recorrido llegó hasta una casa amarillenta, con un aire a viejo muy conocido por ella, alguna fuerza ajena a su voluntad la obligo a entrar, empujo con suavidad la puerta de madera que emitió un terrorífico chirrido al ceder hacia adentro.
Las escalinatas de madera la esperaban. La baranda de madera se veía destrozada por la humedad, Dafne empezó a subir con mucho cuidado, con pies de bailarina para no caer. El piso alto llevaba a un solo pasillo y a una única puerta, se apresuro hasta ella, llena de curiosidad empujo una y otra vez la desvencijada puerta sin resultados.
- ¿quién te dijo que podías entrar?
La voz gutural de aquella anciana de la plaza lleno el pasillo con un estrepitoso eco.
- ¿Usted vive aquí?- Tímidamente se apresuro a contestar.
La anciana se aproximo a la puerta y le pidió la llave. Dafne aterrada creyendo que la estaba tomando por la ladrona de aquella llave que jamás había visto en su vida salió corriendo, corría sin mirar atrás, sin parar hasta llegar a un enorme árbol en medio de una pequeña rotonda.
El corazón de Dafne latía aún con mucha fuerza mientras su mente trataba de tranquilizar sus frenéticos pensamientos. ¿Dónde había visto esa casa antes? ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar?
La pregunta más importante rondaba sus labios ¿Cómo salir de aquí? Alrededor no había ni un alma, silencio absoluto. Dafne se estaba cansando de tantos viajes misteriosos y de recuerdos desenterrados. Estaba física y mentalmente agotada, empezó a buscar alguna pista en su bolso, cuando sus manos se toparon con aquella carta que nunca había sido leída.
Un imperceptible temblor la acompañaba mientras desdoblaba el papel ajado por el tiempo. Empezó a leerla con mucha curiosidad:
"Espero que recuerdes lo que hace años te había explicado sobre mi anillo, debes tener siempre presente que no es una joya cualquiera, como tú no eres una niña cualquiera".
"El anillo solamente responde a los sentimientos, no a todos, se identificará con solo algunos, puede ser la envidia, la frustración y hasta el amor".
Dafne interrumpió su lectura
- Lo sabía, ¡mi abuela estaba loca! - dijo arrugando la carta, una pequeña chispa de arrepentimiento hizo que la regrese a su bolso, se lo echo al hombro y siguió su camino.
Olvidaría la casona, el barrio misterioso y desde luego la carta llena de elucubraciones de una anciana con un claro exceso de imaginación.
El camino empedrado parecía interminable, los pies le dolían, se preguntaba que estaría haciendo Adrian, seguramente ganándole clientes, no pudo evitar que una sonrisa se le escape.
Tenía la extraña sensación de quien anda en círculos, que pronto confirmo al dar vuelta por una pequeña plaza y descubrirse de frente a la casona.
- ¡No puede ser!
Bueno, si el destino obstinado quería que entre en esa casa, y en esa habitación, eso haría. Esta vez sintió sus pasos más firmes, ingreso con más seguridad hasta el pasillo con la puerta cerrada, empujo la puerta y esta vez cedió sin ninguna resistencia.
Adentro la luz colándose por la ventana la encegueció. En un rápido reflejo cubrió sus ojos con su mano. Cuando la intensa luz cedió paso, Dafne pudo reconocer una vieja mecedora, en medio de una habitación que era la misma donde ella solía sentarse a comer galletas de mantequilla mientras su abuela se dormía interrumpiendo alguna charla.
- ¡Que lenta eres niña! - La voz de la anciana que la esperaba en una esquina la sobresalto una vez más.
- ¿quién es usted? - La enfrentó.
- ¿Esa es la pregunta más importante que tienes? - Siguió la anciana sin dignarse a mirarla. -Bueno parece que sí- se respondió a si misma ante el estupor de Dafne. - Soy la bisabuela Leonor. Aunque seguramente ese nombre no significa nada para ti.
Dafne agacho la cabeza como una niña pequeña a la que descubren en una travesura. Ese nombre no le parecía conocido. Pero decidió zafarse del problema como siempre lo hacía. Mintiendo.
- Claro que lo recuerdo.
La anciana sonrió dejando ver sus perlados dientes. Le extendió una esfera de cristal, parecida a aquellas que usaba en su trabajo. Esta era diferente, contenía hermosos cristales, Dafne se acerco para verla mejor, parpadeo incrédula al percibir un bosque entero dentro de la esfera, idéntico a aquel con el que había soñado antes.
Levantó la mirada incrédula mientras la anciana la observaba impasible.
- Fíjate bien- le ordenó.
Dafne volvió a hundir su mirada buscando algo que no sabía que era. Pronto se dio cuenta de que se traba de los dos anillos.
La anciana la miro complacida
- Existe un momento para las preguntas y las respuestas - empezó - ahora es tiempo para las respuestas.
Dafne se mantenía con los ojos muy abiertos escuchando la historia de una antigua civilización, guardianes de místicos cristales obtenidos de las mismas estrellas. Mantenían la magia controlada en tres esferas, formando una trinidad, un escudo para que esta magia no se desborde sobre una raza nueva de criaturas, hombres, como se hacían llamar. Hombres que habitaron sus dominios sin permiso. Pronto estos guardianes tuvieron que recluirse en lo que quedaba de su reducido mundo, bosques escondidos por niebla azul.
Muchos de los descendientes de su estirpe se unieron a aquellos hombres y se mezclaron con ellos. Algunos fueron recibidos como hermanos, otros sufrieron los errores de la ingenuidad, se convirtieron en mercadería. Otros eran armas poderosas para los reinos que empezaban a formarse, todos los descendientes de los cristales podían predecir el futuro, observar el presente y viajar al pasado ¿qué arma podría ser mejor que semejante poder?
Después de muchas decepciones la mayoría regreso a sus bosques a vivir una vida de ermitaños. Los más jóvenes impresionados, embelesados con las maravillas de los humanos se quedaron entre ellos, otros tantos fueron corrompidos por su avaricia insaciable. Algunos usaban sus poderes sin reparos, eran llamados hechiceros, gitanos, adivinos, místicos, sabios. Compañeros del andar de los hombres a lo largo de la historia, otorgándoles las respuestas tan anhelados a cambio de tesoros, oro y plata, mercaderías y alimentos, luego dinero. Con el tiempo los humanos fueron perdiendo el interés por la magia y los descendientes pasaron a ser un evento circense, una atracción, la mayoría busco una vida normal olvidando sus origines.
Esto le había pasado a su bisabuela y abuela y le pasaba a Dafne también.
- Bueno niña ya paso el tiempo de las respuestas, es hora de las preguntas y de las decisiones- Dijo Leonor sin esperar alguna reacción en Dafne.
- ¿Decisiones? - repitió ella, pero que decisiones quería que tome, si apenas estaba asimilando lo que acababa de escuchar.
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La Adivina
FantasiUna falsa vidente que descubre la magía de su interior. Una historia rodeada de amor, engaños, misterio y deseos de libertad. Relato en 4 partes participante de la iniciativa: Blogs Colaboradores http://letras-enel-aire.blogspot.com/2017/01/blo...