Capitulo 5: Rosas, Lirios, Pensamientos y un Cactus

116 18 4
                                    



Venecia, 1334.


Cada vez tengo menos tiempo libre... Hace unos cuantos días llegue de vuelta a casa... Todo esta tan cambiado... El herrero se ha ido de la cuidad y su reemplazo, un sujeto de expresión dura, con suerte cruza palabra si no es por trabajo...

Casa está demasiado vacía... Aun para ser pequeña, era mi mundo hace unos años, ahora solo es un montón de escombros...

Madre a muerto en mi ausencia... Extraño el aroma de su comida, la sinfonía de su voz, la calidez de sus brazos...

- Ah... Chico... No es bueno que te tortures así... -dijo el anciano Abenthy poniéndole una mano en el hombro.- Las cosas no siempre son tan malas, aunque san oscuras... Así que límpiate esas mejillas, Las lágrimas hacen que se corra la tinta.

- Gracias Abenthy...

- Ya te lo he dicho, Nero. No tienes que agradecer-dijo sonriendo amablemente. Las arrugas en su rostro le hacían parecer más cansado de lo que estaba, como si no hubiese dormido hace años.

- Tengo una pregunta....

- Claro chico, haz las que quieras.

- ¿Crees que a Lady Lyra le gusten las flores?

Abenthy abrió los ojos enormemente y rompió en risas estrepitosas, asqueándose de adelante a atrás con las manos alrededor del vientre, afirmándose la risa. Una oleada de vergüenza e ineptitud me invadió con fuerza mientras analizaba la torpeza de mis propias palabras. Claro que le gustaban las flores.

- Y yo que creía que no tenías tiempo para las mujeres –recalco el viejo carcajeándose-


Todo lo que hice fue encogerme de hombros y salir de ahí, con una sonrisa en los labios una esperanza en el pecho, mucho más de lo que tenía antes de que llegara mi mentor.

- ¡Carne fresca! ¡Ricos y jugosos filetes de todos los cortes! ¡No se los...!

- ¡No deje de saborear las maravillas del ancho Mar! ¡Pescados, mariscos y caviar! ¡Venga...!

- Una moneda... Una moneda por favor...

El fragor de un millar de voces se alzaba en el mercado con fuerza atronadora, lo suficiente como para dejar medio sordo al que no se fuera con cuidado. Solía venir aquí con mi madre en los días de mi infancia, comprando las frutas y verduras que pudiéramos pagar para tener algo que comer. No había cambiado en nada este lugar. Las voces gritando, las ancianas mendigando, los niños jugando y el olor a carne descompuesta y verdura podrida en las bermas. Extrañamente, esta putrefacción me relajaba. Estaba realmente en casa. Avance entre la muchedumbre con aire resuelto, pues estas eran mis calles y sabia como recorrerlas sin peligro. Torcí a la derecha en la esquina del puesto de fruta, caminé un par de pasos y me encontré de frente con lo que buscaba, la tienda de flores. Un aroma dulzón y persistente llego a mi nariz por la brisa, lavando el hedor del mercado general. Entre las rosas y los claveles había una chica de expresión dulce, de ojos color chocolate y tez blanca. Su pelo oscuro contrastaba con el blanco de los claveles y el rojo de las rosas, mas, combinaba a la perfección con las pocas rosas azules que había en un macetero colgando. Cuando se levantó pude ver un largo vestido de color marrón, algo avejentado en los bordes que tocaban el suelo, un par de pechos que, de seguro, matarían a cualquier hombre, una cadera ancha y una cintura diminuta. Poco después de levantarse, mi mirada choca con la suya, generando un segundo de silencio incomodo antes de que sonriera con un pequeño rubor en sus mejillas.

- ¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle señor? –dijo con voz suave y dulce, sonriente como una muñeca.

- Buenos días –dije sonriendo- necesito un ramo de flores para una dama.

- Pues bien, tengo muchas flores, así que no será problema dar con la indicada.

- Estaba pensando en algo sofisticado y con aroma, dulce pero no demasiado empalagoso

Pensativa, la chica se dio la vuelta y busco entre las flores, sacando un precioso ramillete de flores blancas y anaranjadas.

- Los lirios tienen un aroma dulce que viaja con facilidad en el aire, pero no es muy empalagoso, por lo que sirve como decoración, regalo y perfume ambiental –dijo sonriendo con amabilidad

- Me parece bien, además de que son muy bonitas. ¿Qué opinas tú?

- Yo... Son muy bonitas, claro, pero... Prefiero más los cactus... –cada palabra que decía estaba cargada con más y más sentimentalismo, como si estuviese pensando en voz alta más que respondiendo mi pregunta- Las flores son hermosas, pero se marchitan y mueren en la tormenta... Los cactus no, son más complejos de entender, pero son mucho más vivaces y resistentes que una flor cualquiera. Personalmente, amo más los cactus... -un rubor se empezó a apoderar de sus mejillas con lentitud, mientras notaba mi rostro acalorado. Acaso estoy... ¿Sonrojado?

Algo extraño empezó a menearse detrás de ella sin previo aviso, una especie de vara esponjosa que bien conocía de las colinas cercanas. O eso creía, hasta que un gato algo subido de peso y de abundante pelaje saltó sobre el regazo de la chica, sacándola de su trance y botando las flores.

- ¡Ah! ¡Pero bebé! Cuantas veces te he dicho que no juegues entre las flores –dijo sonriendo y llenando de arrumacos al gato- Este es mi gato, Pisho. Es un poco travieso, pero es un buen gato. ¿No cierto bebé? –dijo mientras abrazaba al gato con cariño cerca de su rostro.


De un momento a otro, la mascota salto de los brazos de su dueña al suelo, pisoteando las flores que había sostenido la muchacha. Con gesto preocupado, ella se agacho a recoger las flores al mismo tiempo que yo, dando como resultado un feroz golpe en la cabeza que me hizo temblar entero, mientras ella, en el suelo, se sobaba la cabeza con expresión adolorida, estando demasiado cerca de mí. Puedo recordar sus hermosos ojos marrón en los míos cuando levanto la mirada, el sutil brillo que surgió en ellos cuando apartaba la mirada cambiando lentamente el color de su rostro a un suave carmesí, como suave beso de una amante en la noche, suficiente para marcar pero no tanto para manchar y aquella sonrisa brillante cual estrella cuando sonrió avergonzada por el golpe.


20 minutos después, volvía yo a mí con muchísimo mejor ánimo. Abenthy se extrañó por mi compra, pero no importa. Desde entonces, todos los días riego aquel pequeño cactus.

SCP-049: Biohazardous ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora