Capitulo 1: Origenes

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Venecia, 1328

Mi nombre es Nero Pagani y soy el mejor medico de toda Italia. Aprendí las artes de la curación de manos de mi madre, cuyo nombre no recuerdo. Mi vocación desde que era un reggazo siempre fue el ayudar a los demás, por lo que ayudaba en los talleres atendiendo a los aprendices despistados que se apretaban los dedos con los martillos o amputando los gangrenosos miembros de enfermos maestros.

No era una linda vocación, pero era mía. Nadie le prestaba atención a estas alimañas heridas, excepto yo.

A mis jóvenes 18 años era alto y saludable, aunque algo desnutrido por la falta de comida. Para aquel entonces, una enfermedad nueva acechaba la tierra con implacable ira, desconocida y letal, infestando las sucias calles con su maldición de muerte y delirio.
Lamentablemente, hoy ya se como nombrar este hálito de maldad y locura infernal... "La Grande Peste".

Por aquel entonces, mi obediente perseverancia me hizo digno de un raro privilegio en esta sociedad tan estructurada. Yo estaba atendiendo las quemaduras del joven aprendiz de herrero cuando un noble, cuyo trabajo había lastimado al muchacho, entro en el taller esperando regresar a su castillo con aquella lustrosa espada que aspiraba ser esa mancha alargada y gris de hierro en el suelo.

Su apariencia era majestuosa como era de esperarse, una fina capa de seda roja con brillantes, túnicas perfumadas con fragancias desconocidas de flores olvidadas y exquisita joyería digna de un Sir.

- ¿Ya tenéis lista mi preciosa espada?- preguntó con su voz profunda y dominante.
- Sono Spiacente... - murmuró cabizbajo el joven aprendiz- Me he lastimado una mano al forjar la hoja... Me temo, que volverá a estar retrasada la entrega...
- ¿Hasta cuando tendré que esperar para conseguir mi espada, que debería estar en su funda en mi cinto hace dos semanas?
- No.. No... -balbuceo el joven mirándolo con mirada suplicante y la voz cortada.
- Esta herida es bastante grave -dije en rescate del muchacho - Tardara un mes en sanar completamente. Si me lo permite -mirando al joven- yo puedo ser sus manos y músculos hasta que se termine de forjar la espada.
- Preferiría que la terminara su maestro que tu.- escupió el noble observando con desprecio mi delgada figura.
- Me... Me temo que el esta en Viena, signore... Regresaría cuando mis heridas ya estarían curadas con bastante tiempo.
- Esta bien - dijo a regañadientes- Forjala tu, pero si tiene tan solo un error, lo corregire en tu carne.- escupió con desden antes de irse.
- Grazie... Grazie Mille- me dijo el joven Giacomo, como se presento una vez superada la tensión de la relación medico-paciente.
- No me des las gracias, mejor sería que me dieras el martillo y una buena serie de indicaciones.- dije esbozando una gran sonrisa.

Así, entre jeringas y yunques, pase las 2 semanas mas agotadoras de mi vida. La nueva enfermedad se expandía como una peste, cada día, más y mas gente caía debilitada ante las fauces de este invisible demonio.
Después de terminar de forjar la espada, que quedo perfectamente afilada dicho sea de paso, mientras terminaba de fabricar su vaina, volvió aquel noble de voz profunda y expresiones refinadas.

- Veo que has podido terminarla bastante bien -dijo con su característica voz profunda- mis disculpas, joven...
- Nero.
- Nero, el doctor y herrero -bromeo Giacomo a mi diestra en un susurro de amistad.
- Pues bien, joven Nero. Como el trabajo esta bien hecho, le pagare lo prometido a este muchacho -dijo apoyando su mano en el hombro de Giacomo- pero, como agradecimiento a ti por forjar esta hermosa obra de arte, te concederé un deseo.
Aquellas palabras pusieron una mueca de asombro en la cara de Giacomo y mía. ¿Un noble que concede deseos? Que es esto... ¿Un libro de hadas?

- Pero no pienses que soy alguna clase de hada o hechicero, porque no lo soy -rió al ver nuestra expresión- Puedes pedir lo que desees. Ropa, oro, joyas, incluso a mi madre si quieres -dijo con una sonrisa guiñándole un ojo a Giacomo.

Mi asombro en ese instante fue tan grande como mi esperanza, cosa que me hizo ignorar completamente las fuertes risas de mis acompañantes.
"Puedo pedir lo que quiera"-pense-"Esta es mi oportunidad".

- I..Io...-dije balbuceando.
- Eh..??-dijo el noble- Habla alto, que no te entiendo.
- Yo.. -dije fuerte pero inseguro- yo quiero entrar a la escuela de medicina -dije mirando fijamente a los ojos azules del noble.
- Pues bien, asi sera. Eso si terminas esa vaina antes de que este chico deje de ser tan gracioso -dijo riendo mientras señalaba a Giacomo, que se encogía de hombros con expresión de bufón en la cara.

Así, a los 5 minutos después, salia feliz aquel noble con su espada al cinto, seguido de un joven aspirante a medico con su abrigo negro y una despedida en los labios para su amigo herrero.

SCP-049: Biohazardous ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora