Vestido azul |Alvaro Morata|

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Y yo te voy a esperar
Y no me voy a pintar
Ya sé que te gusto mucho
Cuando me ves natural.

Ella sonrió mientras salía de la estación de trenes. Allí estaba esperándolo, en la esquina en la que siempre solían encontrarse. Se arregló su vestido, y tomó de su cartera su pequeño espejo. Lo abrió y le sonrió a su espejo, sus mejillas tenían un leve sonrojo por el calor que tenía, pero lo que más le gustaba de ese reflejo, era que estaba sin maquillarse, ya que eso a él no solía gustarle.

Decidió alejarse de allí, y cruzó a la plaza que había enfrente. Tomó asiento en un pequeño banco, y observó el lugar que la rodeaba. Los jóvenes caminaban tomados de la mano con su pareja, los niños corrían por la calle, los perros corrían, los pájaros cantaban, y el sol dejaba infiltrar sus rayos a través de las copas de los árboles.

Era un cálido veintidós de junio, y él había vuelto hace solo un día atrás a España, luego de estar en Italia por su trabajo. El Real Madrid se había vuelto a hacer de sus servicios. Ella no dudo en escribirle en cuanto supo que él ya estaba en Madrid, y pactaron una reunión en la esquina en la que se habían conocido y su amor había florecido. Pactaron encontrarse a las diecinueve en punto.

Y llegaré tan puntual
No quiero perder más tiempo
Cada segundo que tardas
Es un beso que te resto.

Ella llego diez minutos antes que el tiempo pactado. A veces Alvaro solía incluso llegar antes que ella, pero aquella vez no era la ocasión. Se cruzó de piernas, y movió su pie, mientras observaba el lugar, él estaría por llegar. Estaba segura. Quería que llegase ya, quería abrazarlo, quería besarlo, tocarlo. Lo extrañaba, lo extrañaba tanto que le dolía horrores. Pero ya no más dolor, no más sufrimiento, él ya estaba allí en Madrid, y no iba a dejar nunca más, que se alejase de ella.

<<Vamos Alvaro, llega. Necesito verte, cada minuto que te atrases será un beso que te reste>>

Me pondré el vestido azul
Que sé que te gusta más
Dejaré mi pelo suelto
Para que baile en el viento.

Ella se levantó del banco al ver la hora que marcaba el reloj de la plaza, eran las siete en punto. Se aliso con sus manos el vestido color azul, el favorito de su chico. Aquel vestido con el que se habían conocido hacía unos años atrás, y el que siempre usaba la primera vez que volvían a verse. Se soltó el cabello de la coleta que lo mantenía prolijo, y se lo despeino con sus manos. Cruzo la calle cuando el semáforo se puso en rojo y lo espero.

Pero no vino nunca, no llegó
Y mi vestido azul se me arrugó
Y esta esquina no es mi esquina
Y este amor ya no es mi amor.

Perdió la cuenta de las veces en la que llevaba observando su reloj. En esta ocasión el reloj marcaba las siete y cuarto de la tarde. Con su mano derecha jugaba con las pulseras de su mano izquierda, y miraba hacía todos los lados nerviosa.

<< ¿Dónde estás Alvaro? Por favor, no me falles >>

Ella cerró con fuerza sus ojos, y pronto sintió como las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Él no se había presentado. Miró la hora, ocho menos cuarto. Bajo su mirada, mientras sentía como el nudo que formaba su garganta, le pedía respirar con normalidad. Alvaro le había fallado, su primer, gran y único amor, le había roto el corazón.

Un trueno resonó por la ciudad y ella elevó la mirada. Un tono gris oscuro adornaba el cielo de la ciudad, y millones de nubes se encontraban sobre su cabeza. Respiró hondo, y en prontos minutos, una intensa lluvia comenzó a desatarse en la ciudad.

Sofía escondió su rostro tras sus manos, y comenzó a marcharse de allí. Solo volvería a su casa, y trataría de olvidar que él la había dejado plantada.

Pocas horas después, ella se enteraría que Alvaro no volvió a Madrid solo, sino que acompañado de una bonita Italiana llamada Alice Campebello. Él la había sustituido.


Y él no vino nunca
No llegó.


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⏰ Última actualización: Feb 22, 2017 ⏰

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