Prólogo.

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Aún recuerdo esa noche cuando salí a comprar un refresco y me encontré a un adolescente sentado en la acera junto a su perro; el perro no debía tener más de 7 meses y el chico a lo mucho tenía 13 años. "¿Qué estará haciendo a estas horas lejos de casa?", me pregunté a mi mismo mientras me dirigía hacía aquel muchacho para averiguarlo. Aunque me detuve al notar que estaba llorando, mientras decía cosas estúpidas a su teléfono. "Mis padres no me quieren" lo escuché sollozar mientras el perro trataba de consolarlo. Bah, que patrañas. A esa edad los adolescentes no saben nada acerca del amor. Luego de ver al chico por un rato recordé esa época de mi vida, todos hemos pasado por ello; todos nos hemos planteado la misma pregunta; todos pensamos en las mismas estupideces a esa edad. Luego de un tiempo, el chico se levantó, se secó las lagrimas y se fue caminando junto a su perro. Supongo que razonó mejor su situación, a como iba vestido no tenía pinta de que le faltará nada. Minutos después de observar tal escena y de que el chico tomará su camino, de igual manera retomé el mío. "El pasado es pasado, no hay que mirar atrás tan seguido; tampoco sobre pensar las cosas. Sólo disfrutar del presente y dejar que el futuro sea una sorpresa" me dije esto a mi mismo para relajarme y continuar mi camino sin distracciones.

El viejo oso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora