Era una noche oscura como una sombra. Nevaba. La bonita ciudad fue pintada de blanco y la leve luz de la luna la iluminaba.
Theo, un pequeño gato abandonado, marrón y de ojos mieles, vagaba por los oscuros callejones de la ciudad en busca de un dueño, maullando desconsoladamente para que alguien le acogiera o le diese de comer. Avanzaba inseguro y temeroso.
En un estrecho callejón parpadeaba una tenue luz. Una luz tan débil que parecía que tenía miedo de brillar.
Theo avanzó hacia ella, preguntándose qué sería. Avanzó paso a paso, sigiloso y atento. La luz se distinguía ahora con claridad. El pequeño animal se detuvo al escuchar un casi insonoro jadeo que provenía de ella. Tuvo miedo, pero siguió avanzando.
Ya lo suficientemente cerca pudo descubrir el autor del jadeo: una niña. Era castaña, con ojos oscuros, y una pequeña cerilla iluminaba su triste rostro. Estaba sentada y encogida. Llevaba un abrigo marrón y una bufanda roja, pero aún así temblaba. En un momento los jadeos pasaron a ser sollozos. La niña lloraba desconsolada mientras la cerilla se consumía, lentamente. La pequeña metió la mano en su abrigo y sacó otra cerilla que encendió cuando la anterior terminó de quemarse. Así fue repitiéndose hasta que se quedó sin cerillas y, furiosa, lanzó la caja vacía lejos antes de echarse a llorar con más fuerza. Se encogió aún más y abrazó sus piernas aterrada.
A Theo le conmovió, por lo que maulló y se acercó a la pequeña. Esta, destrozada, giró su joven rostro hacia el gato y lo abrazó con cariño mientras seguía sollozando sin consuelo. El pequeño gato comenzó a ronronear y a limpiar sus lágrimas. Esto a la niña le causó cosquillas y rió por unos instantes. Los sollozos se detuvieron. Lo sostuvo delante de ella y lo miró a los ojos.
-¿Tú también te has perdido, pequeñín? -sonrió con tristeza.
El gato maulló lastimoso en respuesta.
Se comenzó a escuchar un grito desesperado en la distancia.
-¡...! ¡...ma! ¡Emma! ¿Dónde estás?
La niña se levantó con el gato en brazos, ansiosa.
-¿Mamá? ¡Mamá! ¡Estoy aquí! ¡Aquí!
Echó a correr hacia el origen del sonido, a oscuras,y cuando salió del callejón pudo distinguir la silueta de su madre a lo lejos. La pequeña, Emma, soltó al gato y se lanzó a los brazos de su madre.
Theo contemplaba la escena unos metros más allá, donde la niña lo había dejado. Cuando esta y su madre se separaron, se acercó a la pequeña y ronroneó, acariciándose con su pierna. En respuesta, lo sostuvo de nuevo y lo abrazó.
-Mami, ¿nos lo podemos quedar? ¡Me ha hecho compañía y es muy cariñoso!
-Está bien, pero ni yo ni tu padre nos ocuparemos de él. Es tu responsabilidad, ¿vale?
-¡Vale! ¡Gracias, mami! ¡Te quiero!
La pequeña abrazó a su madre de nuevo y se llevaron al pequeño gato, que ronroneaba feliz en brazos de la niña, su nueva y amable dueña.
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Historias Cortas
Short StoryRecopilación de historias que se me pasan por la cabeza. Cortas, espontáneas, diferentes y entretenidas. Ya tu sabe. ¡Pasen y vean! ¡Disfrutad!