El hombre tenía familia, al menos antes de la guerra. Su mujer había salido a hacer la compra cuando los militares llamaron a su puerta gritando que había riesgo de bomba y que se dirigieran al refugio.
La guerra había empezado. Y su hijo participaba en ella.
Apenas le dio tiempo de coger nada, solo pudo tomar el retrato de su esposa, pues no estaba seguro de si podría volver a verla, al menos recordaría su rostro. Salió de su casa y miró una última vez atrás, memorizando cada detalle de aquella casa en la que se habían creado tantas memorias.
El hombre, al llegar al refugio, no pudo encontrar a su esposa.
Largos años pasaron, años que hicieron mella en su pelo, ahora blanco, y en su rostro que ahora surcaban las arrugas. La guerra terminó y los refugiados fueron libres de quedarse o probar suerte volviendo a sus hogares, aun sin saber si quedaría algo de ellos.
El hombre, ya sin nada que perder, probó suerte y volvió a casa, encontrándose en un pueblo que una vez fue vivo y bonito, ahora estaba muerto y destruido. La fachada de su casa resquebrajada y falta de pintura en algunas zonas. Entró y fue testigo de lo suertuda que fue su casa.
Las viviendas vecinas habían sido enormemente dañadas, quedando pocas estructuras de ladrillos de ellas. La suya, solo había perdido una ínfima parte de su techo y trozos de paredes que ahora yacían en el suelo.
Esquivando sin dificultad las piedras llegó a su habitación favorita, el dormitorio. Se le encogió el corazón nada más entrar. Las ventanas apenas sostenían sus puertas y las cortinas habían sido roídas o arrastradas por el viento. Su cama seguía igual que la había dejado, con las sábanas estiradas y bien puestas, el polvo y pequeños trozos de techo la diferenciaban del pasado.
Movió aquellas sábanas teñidas de gris y se sentó. A un lado de la cama vio lo que era su viejo tocadiscos pero ahora sería hogar de insectos. Abrió el cajón de la mesilla de noche y contempló su pipa, libre de polvo como si solo dos días hubieran pasado. La tomó y se la puso en la boca mientras miraba distraídamente por una de las ventanas. Añoró lo mucho que su mujer detestaba que fumase y esbozó una triste sonrisa.
Sentado en la cama, pudo recordarse años atrás junto a ella. El día que la conoció, lo rápido que se hicieron inseparables, el día en el que se dio cuenta de que se había enamorado de ella, el día en el que se le confesó, el día en el que ella le correspondió, el día en el que se casaron, el día en el que compraron aquella casa, el día en el que ella le dijo que iban a tener un hijo,... los momentos eran casi infinitos. La vida que creó junto a ella fue infinita.
Pero aquel infinito tocó su final.
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Historias Cortas
Historia CortaRecopilación de historias que se me pasan por la cabeza. Cortas, espontáneas, diferentes y entretenidas. Ya tu sabe. ¡Pasen y vean! ¡Disfrutad!