Y entonces te conocí

2.1K 183 21
                                    

.
.
.

–¡Pero mamá, no es justo! ¡Te dije que hoy saldría con mis amigos! – Gritó un muy molesto y pequeño Viktor, con ambos puños cerrados y apoyados en su cintura, con el ceño fruncido y los labios sonrosados formando un puchero. Su madre se encontraba frente a él, con las llaves del auto en la mano y el celular en la otra, cartera de marca al hombro y un exquisito traje azul que combinaba con sus ojos, lista para salir a resolver un problema en la oficina como la eficiente contadora que era.

–Cariño, no exageres. Solo debes ir a por Yuratchka a la escuela de ballet y quedarte un ratito con él. Tus abuelos vendrán en una hora más, ¿bien? Una hora y serás libre.

Viktor bufó, aún molesto con ella. Pero su madre sabía que solo era pasajero; Viktor había heredado su buen humor y sangre liviana. Jamás conseguía enojarse por más de cinco minutos seguidos, y eso seguía siendo así pese a estar atravesando la terrible etapa de la adolescencia a sus dramáticos 13 años.

Ver al pequeño Vitya intentando ser rebelde era la cosa más adorable, aún más cuando hacía esas poses exageradas tan suyas, como si fuera el fin del mundo si no conseguía lo que quería, y sacaba pecho intentando mostrar una indignación que no alcanzaba a sentir.

Sabía que Viktor realmente no odiaba tener que ir a por su hermanito, su lindo hermanito gruñón, sino que solo intentaba hacerse respetar en esa casa de locos. Algunas veces daba la impresión de que, entre su risueña madre y su excéntrico padre, Viktor se perdía a sí mismo, intentando cumplir con las expectativas. Ambos, su esposo y ella, debían recordarse constantemente que el chico solo quería divertirse un poco durante sus cortas vacaciones de verano; que el mayor de los hermanos Nikiforov tuviese de vez en cuando una pataleta era natural, aunque en este momento no dejara de ser un inconveniente. De todas formas, ella tenía una carta bajo la manga.

–Vamos Viktor, no seas así. Prometo traerte algo de comer; una pizza, una hamburguesa o lo que tu quieras.

Las palabras mágicas. Ipso facto, todo problema había sido olvidado – ¡Quiero pelmeni! ¡Y carne! ¡Y un poco de comida china! ¡Y muuucha carne!

–¡Perfecto! En la noche disfrutaremos de una deliciosa cena, cariño. – se inclinó y le dió un rápido beso en la frente – Nos vemos después, recuerda darle fruta a Yuri, ¿si?

–Sí, mami. Te amo, ¡cuídate!

Su madre se despidió y salió de la casa. Poco después Viktor pudo escuchar el sonido del auto al salir del garaje. Feliz ante la perspectiva del próximo festín que se daría, y por sobretodo extasiado porque las cosas hubiesen resultado tan fácil, Viktor tomó sus llaves y el celular, encaminándose a la escuela de ballet de su hermano. Quedaba a tan solo unas pocas cuadras, por lo que el viaje fue más bien una breve caminata. Cuando llegó esperó en la entrada junto a otras madres que, al verlo aparecer y demasiado ansiosas para el gusto del peliplateado, se precipitaron sobre él y lo bombardearon en preguntas y halagos. Su familia era conocida y querida en el barrio, y el pequeño Nikiforov se sabía lo suficientemente atractivo - o adorable, como diría el resto - como para suscitar una euforia colectiva entre las señoras amigas y conocidas de su madre.

Con una sonrisa tirante, entre toqueteos a sus mejillas y su largo cabello, recordó que este era uno de los motivos por los que en realidad no le agradaba tanto ser tan popular. Una cosa es ser acosado por lindas y tímidas chicas de su edad, y otra el serlo por mujeres maduras que le sacaban en promedio unas tres décadas de diferencia.

Pero también tuvo que reconocer que su parte más narcisista se congratulaba por la forma en que la gente a su alrededor tendía a enaltecer su imagen. Los Nikiforov habían nacido para brillar, y Viktor jamás se había quedado corto al intentar demostrarlo. Sus excelentes calificaciones, su sobresaliente desempeño en los deportes y su variado dominio de lenguajes daban fé de ello. El ser reconocido y admirado era simplemente natural para él.

A nuestros hijos (Viktuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora