Different Life with Jack Harries

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-¡Hey! ¡Espera! -seguí caminando hacia la puerta, haciendo caso omiso a lo que decía -¿Dónde vas? -Me detuve en seco al escuchar sus palabras. ¿Enserio eso era lo único que diría en su defensa después de haberlo pillado con Megan?
-¿Y a ti que rayos te interesa? ¿Por que no te vas a buscar a tu ricitos de oro? ¿O sabes que? ¡Tengo una mejor idea! ¡Creo que yo iré a visitarla por un rato! Hay que conocer a la competencia ¿no es así? -dije cambiando de rumbo hacia la habitación de ella. Sabía exactamente lo que debía hacer. Mire mi jugo de frambuesa con una mirada traviesa. No me importaba que me echaran otra vez del instituto, prefería correr el riesgo a que no haber hecho justicia contra ella.
-Espera ¿Que harás? ¡No te atrevas a tocarle ni un solo cabello!
-Ya es muy tarde -dije dirigiéndome al edificio de chicas. Ian intentó entrar, siguiendo mis pasos, pero el profesor Landy lo detuvo antes de que lo hiciera. Crucé el hall en dirección a las habitaciones de las de primer año. La tal Megan no era más que una de las nuevas sabandijas en la universidad. Bueno, creo que le sentará muy bien la bienvenida que le daré. Le enseñare un poco de lo que hacemos en este instituto.
Esboce una sonrisa maliciosa mientras subía las escaleras a la tercera planta. Al llegar, un largo pasillo se extendía bajo mis pies. Maldije por lo bajo y refunfuñando empece a buscar su habitación. Una gran puerta de madera con los números 306 atrajo mi atención. Esa era la indicada. Ya quería ver la cara de Megan cuando me viera entrar.
Golpee fuertemente la puerta repetidas veces haciendo que las risas dentro de la habitación se vieran obligadas a callarse. Una pecosa con lentes enormes abrió la puerta y yo la empujé a un costado para adentrarme al centro de la habitación. Sobre la cama, se recostaba una chica rubia con dientes chuecos que se estremeció al verme. Megan. No se que diablos le vio Ian a esta hippie. Era horrible. Como sea, ya no me importaba. Ian y ella podían irse juntitos de la mano al oculista.
-¡Bienvenida a la universidad! ¡Ten aquí mi regalo de bienvenida! -le grite arrojándole mi batido en la cara. Sonreí mientras contemplaba mi obra. Una exacta muestra de una perfecta idiota.
-¡Eso es lo que consigues por meterte conmigo! -me di media vuelta y lance el vaso de plástico a ciegas hacia mis espaldas. Al parecer este cayó delante de las narices de la chica. Al terminar mi trabajo me dirigí a la puerta sin haberme ensuciado ni un poco las manos. Su amiga solo se quedo boquiabierta mientras yo esbozaba una gran sonrisa satisfecha.
Un grito de parte de la boca de Megan se extendió por todo el edificio y chicas de las otras habitaciones salieron al pasillo a ver lo que había ocurrido. En pocos segundos una gran maraña de teléfonos celulares se alzaron a ella para fotografiarla. Me parto de la risa al recordar la cara que puso al verme y me dirijo a mi casillero. Mi próxima clase era de matemáticas y necesitaba sacar mis cuadernos. Veo la hora y me dirijo rápidamente a clase. Al entrar, todas las miradas de los alumnos ya sentados empiezan a señalarme y a murmurar cosas a sus acompañantes. Ignorándolos, me senté en un asiento bastante alejado hasta que el profesor llego junto con los últimos estudiantes. Las clases comenzaron tan aburridas como de costumbre: El profesor Keensly dibujo algunos ejercicios en la gran pizarra, aveces soltaba uno que otro chiste barato o hacia preguntas estúpidas a los estudiantes.
Matemáticas me irritaba mucho. Me iba bastante bien en esa materia, pero aún así, me caía como una piedra en el zapato.
De pronto la enfermera de la universidad abrió la puerta interrumpiendo la clase y empezó a murmurar unas cosas a Keensly. Todos observábamos la escena curiosos, preguntándonos cual era el tema de su conversación. Sin verlo llegar, la enfermera apunto a mi dirección y acto seguido, el joven profesor me dirigió la palabra.
-¿Srt. Dawson? ¿Podría acercarse un momento? -dijo el profesor mirándome seriamente. Me acerqué a ellos y ambos intercambiaron miradas.
-Creo que el director la busca. -dijo el hombre con una mueca. Demonios. Ojalá que mis padres no hayan venido.
Salí de la clase malhumorada, dando fuertes pisotones hacia la oficina de Camel, el director. Lo llamábamos así porque cada vez que te acercabas a él, podías oler su amargo olorcillo a tabaco. El pobre hombre parecía que se pasaba la mitad del tiempo fumando y la otra mitad, quejándose de su vida.
Dude por un segundo de abrir la puerta al llegar, pero al ver que no tenía escapatoria alguna, empujé la manilla. Dentro de la habitación, yacía el gordo Camel junto con mis padres mirándome severamente. Podía ver a mi padre echando humo por las orejas. Esto iba por las malas.
-Lindsey, ¿podríamos hablar? -dijo el director señalando una silla disponible frente a su escritorio. Si, definitivamente iba por las malas.
Suspiré y me senté sobre ella evitando mirar a mis padres.
-Lindsey, sabemos que no has pasado un muy buen momento últimamente, tu sabes, después del accidente de Tim y...
-Cállese -me apresuré a decirle antes de que soltara una palabras más.
-¡Lindsey! -se escuchó mi padre desde el otro asiento.
-¿Qué? Simplemente creo que no hace falta recalcar el hecho de que él esté muerto.
-¡Cuida lo que dices señorita! ¡Sino te meterás en grandes problemas! -mi madre que hasta ahora se había quedado quieta, se dirigió a mi con una mirada asesina.
-Como si no los estuviera teniendo ahora... -susurré y antes de que mis padres pudieran amenazarme con algo más, el director abrió la boca.
-Ya, ya. Por favor gente, cálmense. Regresemos al tema ¿Ok? Muy bien. Bueno, como decía, se que no la haz pasado muy bien últimamente Lindsey y es así que decidimos, yo con tus padres, que dejarás la universidad temporalmente y que te internarás en otro lugar hasta que estés lo suficientemente estable como para volver a aquí. -dijo teniendo cuidado de cada palabra que pronunciaba.
-¿y dónde rayos iré entonces? -pregunté en desacuerdo.
-Eso es algo que decidirán tus padres. Por ahora, puedes empacar tus cosas y largarte. -Me sorprendía la amabilidad con la que trataban a las personas en este lugar.
-Como quieran, no me importa. -salí de ahí, con el orgullo aún en la mano y me dirigí a mi habitación a empacar. Ni me interesé en cerrar la puerta. Si ellos quieren que me vaya, pues eso haré, pero lo haré a mi manera.
Dentro de mi habitación a la que había permanecido casi 3 años, había montones de ropa sucia esparcidos en el piso, pósters rasgados en la pared y manchas de todos colores en la alfombra. Me gustaba que tuviera desorden, le daba un toque de encanto al lugar.
Con gran esfuerzo, logré sacar todos los bolsos y maletas que tenía guardados en el estante mas alto de mi armario. Empecé a rellenar en ellos todas las cosas de mi habitación. Demoré 3 horas en empacar todo y estaba tremendamente exhausta para entonces. Me senté en el regazo de mi cama deshecha y miré con melancolía la habitación vacía. Creo que de todos modos extrañaría este lugar. Habían ciertas cosas que disfrutaba hacer aquí, como escuchar música con audífonos mirando las estrellas, comer comida China mientras miraba una película o sentarme en el sofá a leer. Son simples cosas, pero al hacerlas, podía sentirme por primera vez bien en el día. Paso la mitad del tiempo, pretendiendo ser una chica ruda sin sentimientos, pero al estar sola aquí, puedo ser la persona que soy realmente, aunque en realidad, al transcurrir de los años, esa persona se ha ido desvaneciendo poco a poco. Ahora ya casi no soy esa persona y extraño mucho serlo. Tal vez algún día regrese...

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2014 ⏰

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