Un ermitaño encuentra a una joven desnuda en el bosque. Dos mundos colisionan, secretos amenazan con destruirlos. ¿Podrán sobrevivir?
Ela
Huía de mi futuro, buscaba cambiar mi vida. Desde antes de nacer que mi futuro había sido planeada por...
Hola!! Les dejo las sinopsis de otras obras en proceso!!
Mi nombre es Lula: Romance, erótica, contenido adulto (muy fuerte, zarpada diríamos los argentinos)
Nocturnos: Romance, acción, erótica.
Felicitas aprende a andar en motocicleta: Romance, erótica, fantasía. (Esta es parecida a Corazón Animal)
Pasen a ver, que si les gusta Corazón les tienen que gustar las otras. Besos!
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Asesoramiento ilegal - Capítulo 9-
Ela
Anduvimos por la ciudad, al coche doblaba en una esquina, luego doblaba en otra dirección. Marco parecía concentrado, mirando los alrededores en la noche. En un momento detuvo la camioneta y se bajó.
—Vamos—dijo.
Bajé, rodeé la camioneta y tomé su mano. Había grandes casas hermosas en ese vecindario. Marco me llevó a una de las más grandes, tocó un botón en la pared y esperamos frente a la puerta.
—Joseph Morgan, Juez—leí en un cartel plateado junto a la puerta.
La puerta se abrió y un hombre anciano con una gran barriga, una cabeza pelada y una barba blanca, nos miró con el ceño fruncido.
—Hola...—comenzó Marco con la mano extendida pero el hombre lo interrumpió.
—No digas nada, ¿ustedes son Testigos de Jehová?
—No—dijo Marco con una sonrisa.
—Pero no, claro. Es muy tarde—dijo el anciano y se rascó la barba—¿Quién eres, quien eres? Yo te conozco.
—Mi nombre...—dijo Marco, pero el anciano volvió a interrumpir.
—¡No me digas! Eres un amigo de mi hijo.
—No—contestó Marco.
—Pues...dame una pista.
—Mmm, ¿ajedrez?
El viejo miró hacia el techo, pensando profundamente.
—¡Marco! Muchacho, ven aquí—dijo y se abrazaron.
Al separarse, los ojos grises del anciano se posaron en mí y le sonreí.
—¿Y quién es esta belleza?
—Una buena amiga—dijo Marco—su nombre es Ela.
Extendí mi mano para saludarlo. Marco me había enseñado que esa era la manera para saludar a un extraño, pero el hombre me jaló hacía su cuerpo y me abrazó. Olía a tabaco y naftalina.
—Vamos, pasen muchachos.
Entramos a su mansión y nos hizo pasar a una habitación. Allí había un escritorio con grandes sillones, y las paredes estaban cubiertas con cuadros escritos. Nos sentamos y el hombre nos trajo agua.
