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Martín es un joven de 13 años de edad, cursa el primer año de enseñanza media, es un chico que no tiene muchos amigos, prefiere los juegos de mesa, computadoras y consolas antes que salir a con alguien, no le ve la necesidad de salir con cualquier persona, siempre ha sido tímido por miedo a que lo dañen, pues no es capaz de controlar mucho sus emociones.

Martín, tan recto como lo criaron sus padres, asiste a sus clases sin falta alguna, siempre está atento y no haces muchas preguntas a los profesores por miedo a hacer el ridículo, sus calificaciones son la de un alumno promedio. No le gusta perder el tiempo, llega directo a su casa a descansa y jugar, cree que los juegos son una salida del mundo real, prefiere estar en una vida virtual, se podría decir que es todo un nerd, él trata de alejar a las personas, excepto a los que tienen gustos similares, como su amigo Fernando, el cual, a diferencia de Martín, posee más habilidad para hacer amigos y se le es fácil hablar con las mujeres, debido a que tiene dos hermanas. Ambos son amigos que comparten el mismo gusto por los video juegos. Martín nuca ha intentado tener alguna relación con una mujer, sus padres le han hablado mucho del tema a tal punto que decidió tener novia después de los 18 años, no por las cosas malas que le dicen de las relaciones y el sexo, más bien porque quiere vivir tranquilo su juventud y siente que una mujer en su vida sería una presión. Él observa como sus compañeros tienen novias y siempre termina peleando y llorando, piensa que esta etapa es la peor para desear tener a una mujer a su lado.

En un día de semana cualquiera, Martín y Fernando estaban almorzando en el comedor de la escuela, hablaban sobre un nuevo video juego que se iba a lanzar en una fecha próxima al cumpleaños de Fernando, no podían hablar de otra cosa, se suponía que sería el juego más real del momento y a Martín le encantaba la idea que los video juegos sean lo más real posible, se imaginaba como seria si la vida real fuera un video juego. Ambos comían tranquilamente, hoy tocaban lentejas, aunque pareciera que las sacaron de tarros en conserva, estaban insípidas y no tenían un olor muy agradable, ya estaban acostumbrados a comer ese tipo de alimentos en el colegio. En medio de su charla, un muchacho de séptimo años básico se sentó junto a ellos, se sentó de forma brusca y miraba hacia todos lados.

- ¿Quién es este? - pregunto silenciosamente Fernando mientras fruncía el ceño.

- No tengo idea- manifiesta Martín mirando de forma extraña, su nuevo acompañante parecía un enano, era moreno y un poco despeinado, a Martín ya le había causado alarma esta situación y su instinto era que se alejara.

- Me llamo Esteban- Dijo amigablemente.

Ambos lo miraron de pies a cabeza para deducir porque este niño estaba sentado a su lado. La camiseta de su uniforme estaba fuera de su pantalón, lo cual es extraño porque siempre los inspectores del colegio se fijan es esos detalles, pensó Martín, además su pantalón parecía muy viejos y descuidado. Fernando noto que estaba nervioso por algo.

- Ho... Hola- Dijo Martín tímidamente, deseando que se fuera.

- ¿Ustedes ya se van para sus casas después del almuerzo? – pregunto el muchacho de forma muy agradable, aunque su forma de pronunciar las palabras daba mucho que desear.

- Si, ¿por? - Asintió Fernando con un gesto mal humorado.

- ¿Los puedo acompañar? -

Su actitud era cada vez más sospechosa. Ambos amigos quedaron en silencio, no querían responderle que no y tampoco querían que él se fuera con ellos, Martín decidió hacerse la idea que esa persona no existía y que no tendría por qué hablar y responder.

Martín noto que tres alumnos, al parecer de séptimo también, estaban mirándolos en una mesa a unos 4 metros, pero siguieron comiendo sin importar la situación. Fernando solo estaba mirando su plato de legumbres, sentía que estaba masticando barro sin sabor, la sensación en su boca era desagradable y trataba de no pensar en eso.

Un conejo en mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora