CAPÍTULO
SEISNo era una cita. ¿Cómo podría serlo? En el Futuro, Kagami obligatoriamente debía estar muerto. Sin embargo, ella fantaseaba secretamente con que sí era una cita y que, él estaba interesado en ella. Con respecto al sexo opuesto, su vida amorosa era decadente. No porque no tuviera pretendientes. Al contrario. Le llovían. Caían como moscas, pero no por las razones correctas. Contraer matrimonio con la descendiente del Cuarto Hokage era el deseo de cualquier diplomático hambriento de poder y un matrimonio arreglado sería la manera más fácil de conseguirlo. Por suerte, ningún hombre, ningún monto, ningún privilegio o patente había logrado comprar a Minato Namikaze. Según él, nadie sería digno de su princesa. Nadie. Jamás.
La rubia de ojos oceánicos dio un sorbo largo a su bebida caliente. Era una mañana fría. El invierno comenzaba a tomar protagonismo. Eso le hacía pensar en todo el tiempo que había transcurrido con ella en el pasado. Aún en esas circunstancias, se preguntaba qué era el tiempo en realidad y por qué, entre tantas personas, tuvo que ser ella quien viajara a la época de sus antepasados. Bueno, mejor ella que su hermano menor, ¿verdad? Aunque, que ella estuviera allí, no significaba en absoluto que él estuviera a salvo. Que su familia estuviera a salvo. Temía tanto por ellos. Les echaba tanto de menos. Pero, no sabía qué demonios hacer para regresar con ellos. Con sinceridad, comenzaba a rendirse. La cueva, no existía. Y sin esa maldita cueva, sin ese maldito pergamino, ¿qué posibilidades tenía de regresar al futuro?
Podía jurar que escuchaba la voz de su padre diciéndole: «¿Vas a rendirte? ¿En serio eres mi hija?».
Sí, padre. Comienzo a rendirme.
Mordió ligeramente su labio inferior y volvió a posar su mirada al horizonte frente a ella. El cielo no podía estar más encapotado. Tan grisáceo y sin un rayo de sol a kilómetros. Era deprimente. O quizás era ella la deprimida.
— Buenos días —la voz de su cita... de su cita fantaseada, rompió el silencio del lugar y el ruido de su mente. Por suerte—. Señorita Uzumaki.
El Uchiha no llevaba uniforme. Tenía puesta la vestimenta tradicional de su clan. Se veía bien. Era su día libre y por ende, el día perfecto para compartir con nami-san.
— Señor Uchiha —fue la respuesta de la rubia.
— Oh. Tan emocionada por verme —dijo sarcástico, sentándose al lado de ella. Su cabello se notaba húmedo, lo que le hacía ver lindo. Posiblemente acababa de tomar una ducha.
— ¿Debo gritar como tus admiradoras hormonales? —dijo la chica forastera—. ¡Kagami-senpai! —se rió y negó con la cabeza—. Lo lamento. Estoy feliz de verte —llevó sus dedos inquietos y curiosos hasta la húmeda patilla del Uchiha, con la intención de tocarle el cabello—. ¿No tienes frío?
— ¿No tienes frío tú? —miró en dirección a las piernas descubiertas de la muchacha.
— Un poco. Espera un minuto. ¿Acabas de...? ¿¡Tú acabas de tutearme!? —ella no podía creerlo. Ese muchacho siempre había sido tan distinguido.
— Creo que sí. No estoy trabajando. Pero si te incomoda yo puedo volver a... quiero decir, eres hija del Cuarto Hokage, ¿verdad? Yo deberi... —ella le interrumpió. Era tan adorable.
— ¿Qué te gustaría hacer hoy, Kagami? —le cambió el tema sin sutileza alguna.
— ¿Qué te gustaría hacer a ti? —él sonrió, marcando sus hoyuelos.
— Pues... —exhaló y se recargó en la colina, dejando los brazos detrás de su cabeza. Sobre ella, el cielo seguía exactamente igual de opaco pero ya con compañía, no le parecía tan deprimente—. A mí me gustaría...
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TEMPUS ★ S. TOBIRAMA
Fanfiction¿deberíamos darle las gracias a naruto o continuar culpándolo por ser un cabezota?